VUESTROS PACTOS... NUESTRA LIBERTAD

 

 Artículo de Federico Quevedo en “El Confidencial Com” del 07.01.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

“Eres un facha de mierda, Quevedo. Ojalá hubieras estado tú en el aparcamiento de la T-4, pero ya nos encargaremos de que te toque la próxima, hijo de la gran p...”. Me había prometido –se lo había prometido a mi querido Inci- no volver a darme por aludido de algunos comentarios que me envían ciertos energúmenos descerebrados, que de todo hay, pero el fin de semana hubo quienes se pasaron de la raya, hasta el punto de que tuve que borrar los correos para evitar que mis hijos, que acostumbran a jugar en mi ordenador, los vieran y se asustaran. No lo entiendo, sinceramente. Soy consciente de que mis opiniones no son compartidas por mucha gente, pero eso forma parte de la virtud de una democracia y de un Estado de Derecho basado en una concepción liberal de la convivencia. Sólo es posible la democracia dentro del disenso, que no de la contienda, pero es evidente que para que exista libertad tiene que haber capacidad de elección, y para que exista capacidad de elección tiene que haber oferta variada de ideas y de opiniones. La crítica forma parte esencial del sistema, y es cierto que algunas veces ésta puede ser un punto exacerbada, si quieren pretenciosa, si me apuran equivocada, por qué no, pero tiene que estar ahí, es necesaria, y sin ella la libertad de todos estaría coja. Por eso los regímenes totalitarios lo primero que pretenden es eliminar toda clase de crítica, de discrepancia... Quizás es que quienes eso escriben, en el fondo, estarían más cómodos ejerciendo de censores de una dictadura.

Pero es evidente que hay sectores de la izquierda –no todos, lo he dicho muchas veces- que no aceptan la crítica. Claro que de ahí a la amenaza y la sobredimensión del improperio, hay un trecho que quienes lo recorren demuestran estar más cerca de los que ponen las bombas que de quienes son el objetivo de las mismas. Una desgracia, y más en nuestros días, cuando parecía que este país avanzaba con paso firme, aún con muchas carencias, hacia la consolidación democrática. La libertad vuelve a ser hoy un bien escaso. Lo demuestran esas amenazas que, en el fondo, no son más que la plasmación por escrito de la voluntad de unos cuantos de imponer su doctrina totalitaria. El problema es que esos ‘cuantos’ se sienten hoy amparados por el poder. Estos ‘cuantos’ son los mismos que amenazan a los dirigentes del PP en Cataluña, los que tiran piedras y cócteles molotov a las sedes del principal partido de la oposición, los que agreden físicamente a quienes no comparten sus ideas antidemocráticas, y lo hacen impunemente, sabedores de que gozan de la venia del que manda. Esos ‘cuantos’ encuentran la justificación de sus actos en una amplia clase pseudo-intelectual que les proporciona razones y motivos, esa clase que domina la izquierda republicana y secesionista catalana, por ejemplo, y que practica una política de imposición y excluyente en aquella comunidad autónoma.

Ustedes saben muy bien de que hablo. Los ‘cuantos’ violentos y energúmenos tienen a quienes les ofrecen cobertura intelectual, esos que señalan desde las páginas de los periódicos, que tachan de fascistas a los discrepantes y que son los mismos que consideran que no cabe discutir el derecho de autodeterminación del País Vasco o la primacía del catalán sobre el castellano... Son los que sancionan no sólo con penas económicas, sino con la exclusión social, a quienes ponen sus carteles en las tiendas en el idioma oficial reconocido por la Constitución; los que dicen que si sus planteamientos soberanistas no caben en la Carta Magna, entonces habrá que cambiarla y no aceptan que la mayoría opine lo contrario; los que han decidido remover los rescoldos del enfrentamiento civil... En fin, los que no condenan de manera clara la violencia terrorista porque, en el fondo, comparten los objetivos de quienes empuñan las pistolas y ponen las bombas. De esos ideólogos del nuevo proyecto de una España en descomposición es de los que ha dependido el pacto con ETA, la negociación con ETA, la entrega a ETA... Su pacto es un pacto de exclusión, un pacto de imposición, un pacto en el que los que no están de acuerdo, sencillamente sobran.

Por eso si de algo estoy convencido, es de que está en juego nuestra libertad. Esos pactos son enemigos de una sociedad abierta y liberal, son enemigos de una convivencia pacífica y basada en la práctica del diálogo y el consenso. Esos son los pactos de quienes quieren imponer en lugar de respetar. Y esos pactos están vigentes, son parte de la escenificación a la que estamos asistiendo en estos días. Todo esto no es más que la vuelta de tuerca que los violentos quieren dar para conseguir todavía más de lo que ya han obtenido hasta ahora, que ha sido bastante. Y quien tiene que decir que hasta aquí hemos llegado, calla y otorga. Es triste y doloroso asistir a este desmoronamiento moral y ético de la sociedad en que vivimos que lleva a aceptar como inevitable lo que a todas luces es un atentado brutal y sin precedentes a nuestro modo de vida y a nuestra libertad. Y no exagero. A veces, llevado por un cierto apasionamiento en defensa de la libertad, es posible que caiga en el exceso, pero palabras como las que inician esta reflexión son la evidencia de que los riesgos sobre los que alerto están ahí, muy próximos, y que por desgracia son muchos los que defienden un modelo de convivencia basado en la imposición de sus ideas al resto.

La libertad es de las pocas cosas por las que merece la pena luchar sin condescendencias ni contemplaciones. Libres somos más humanos y más dispuestos a convivir entre nosotros. Esclavos nos demostramos capaces de portarnos como bestias. ¿Qué creen que son los terroristas o estos energúmenos que no aceptan la discrepancia y amenazan a quien disiente? Esclavos de una ideología nihilista y destructora, de una mezcla de marxismo y nacionalismo excluyente que sólo busca la destrucción del ser humano y su modelo abierto de convivencia. Pues lo seguiré denunciando allí donde pueda hacerlo y donde haya alguien que escuche este grito de libertad. La libertad es un bien sagrado que no podemos estar dispuestos a perder sumidos en una especie de aletargamiento colectivo... entre otras cosas porque sus enemigos se crecen en la medida en que nosotros les dejamos espacio para avanzar en su objetivo totalitario. Ellos saben que tienen armas para atemorizarnos, utilizan el miedo como mecanismo de coacción y el odio como arma de aniquilamiento. Las suyas son palabras nacidas del rencor y de la envidia. Envidia porque nos sentimos libres y porque nuestra fe en los principios de una sociedad abierta es inquebrantable. Ellos tienen sus pactos, nosotros tenemos nuestra libertad, y la vamos a defender desde la firme decisión de que no nos la arrebaten.