LEONOR EN LA REPÚBLICA DE LOS NECIOS

 

 Artículo de Federico Quevedo  en “El Confidencial Com” del 05.11.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

No podía yo dejar pasar la oportunidad de contribuir al estado general de satisfacción por el nacimiento de la Infanta Leonor, de felicitar a sus enamorados padres, de desearle una pronta recuperación a la madre, la princesa Letizia, y de encargar alguna que otra oración al Altísimo para que llene la vida de la pequeña de gracias y virtudes. Buena falta le van a hacer, ya lo verán, y si no al tiempo.

Ha venido a nacer Leonor en las horas previas al Día de Difuntos, y no sé yo si eso puede considerarse un mal presagio dado que entre los decesos a tener en cuenta a partir de ahora en la citada fecha hay que sumar el de este país llamado España y, por ende, del Reino que lo sustenta. ¡Vaya por Dios! A ver si va a resultar que después de lo mucho que nos ha costado casar a Don Felipe, y de las vueltas y más vueltas al borde del mareo para que la pareja real se quedara embarazada, no va a haber Reino del que hacerla reina, ni aunque cambiemos la Constitución para igualarle los derechos por razón de sexo.

Quizá por eso ni el Rey ni Don Felipe le han metido prisa a la reforma constitucional, no vaya a ser que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y metidos en harina, el enjuague sirva para algo más que para consagrar la paridad monárquica.

Quizá por eso Don Juan Carlos ha sacado el hacha de guerra. Le ha visto las orejas al lobo, y yo ya lo avisé hace un par de semanas.

En este país, ser republicano tiene unas connotaciones que, les diré sinceramente, no me gustan nada. Aquí dices que eres republicano y en seguida te sitúan al lado de Carod Rovira, Puigcercós y Llamazares, y yo no sé muy bien que tiene que ver el republicanismo con las camisas negras de Esquerra y su fanatismo, o con el marxismo-leninismo trasnochado del pecé. A los que nos sentimos republicanos por razón de convencimiento democrático –nadie está ni puede estar por encima de la soberanía popular- y no vemos en el republicanismo otra cosa que la configuración de una forma de Estado y de Gobierno elegido por la mayoría y no por ninguna otra ley ni gracia divina, nos repugna que algunos hayan hecho de ese principio democrático una idea totalitaria y frentista, y una permanente reivindicación nacionalista y victimista. Pero, claro, que se puede esperar de la clase política que tenemos.

Me niego a aceptar, porque además es falso, que ser republicano signifique comulgar con las ruedas de molino de la izquierda y el nacionalismo. Ser republicano implica sentir en el alma veneración por la libertad, la democracia y los derechos individuales y de eso, perdónenme, Carod, Puigcercós y Llamazares tienen un déficit incalculable. Y no digamos el amigo íntimo de Hugo Chávez.

Pero, sobre todo, me niego tajantemente a que una forma de entender la configuración de la convivencia tan respetable sea defendida por personajes cuyos discursos satisfarían igual los exabruptos de Stalin que los sarcasmos de Charlie Rivel –Carod-, las bravuconadas de Mussolini que las chanzas del Doctor No –Puigcercós-... Nada más lejos de la razón que la necedad y, sin embargo, en este país se aplaude más al que hace de su discurso un manual de autoayuda iluminado por una especie de mandato sobrenatural para arreglar los problemas del mundo, que a quien hace de la defensa de la Ley y el Estado de Derecho su objetivo político-vital. Necios y, además, republicanos, es un cocktail explosivo en la medida que pervierte las esencias que heredamos de Tocqueville –de quien celebramos el doscientos aniversario de su nacimiento- y Rousseau.

Y es que ser republicano implica, también, el respeto a cualquier otra forma de regular la convivencia siempre que esto se realice dentro de las más estrictas garantías democráticas. De ahí que desde hace tiempo haya creído que el Rey ha equivocado la elección de sus amigos republicanos. El republicano educado, transigente, generoso y respetuoso es el republicano liberal y reformista. El republicano al que un monarca debe temer más que a su hermano gemelo es el republicano de izquierdas y nacionalista. De los primeros puede esperarse mutuo consentimiento y democrática aceptación. De los segundos, la Revolución de Octubre.

A Leonor le va a tocar ser infanta en un país gobernado por los segundos, pero en el que ha nacido libre de persecución gracias a los primeros, y se que afirmar esto me va a costar más de un disgusto, pero las cosas son como son. Y, en fin, yo que quieren que les diga, pero gobernados como estamos por un clon de Ignatius J. Really y una conjura de necios, casi habrá que ir pidiendo pista... Luego no digan que no les he avisado.