ESPAÑA EN ESTADO DE COMA

Artículo de Federico Quevedo  en “El Confidencial.com” del 12-2-09

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Le había prometido a un buen amigo que titularía este artículo La escopeta nacional, pero ayer un diario de tirada nacional recurrió a ese mismo titular en su editorial, así que Luis, lo siento, pero la intención era buena. Lo era, y lo es, porque lo que está pasando en este país es el fiel reflejo de una etapa que creímos superada hace treinta años, una etapa en la que el poder político, la justicia y las instituciones se confundían bajo un mismo entramado de intereses, y en la que ver a un juez y a un ministro compartiendo juntos ratos de solaz esparcimiento era tónica habitual. Poco puede sorprendernos, sin embargo, que esas imágenes propias del franquismo más cerril se vuelvan a repetir de la mano de un ministro de Justicia de profundas raíces falangistas y un juez que ha demostrado por activa y por pasiva no tener pudor alguno a la hora de someter la justicia a un interés partidario y pasarse la legalidad vigente por el forro de los coj… Sin embargo, esa no es más que la punta del iceberg, el escaparate de un sistema absolutamente corrompido, la imagen de una democracia cuya calidad se restriega en el estercolero del tráfico de intereses, influencias y billetes… Montones de billetes. Un sistema corrupto del que no se escapa nadie, ni el gobierno, ni la oposición, ni la prensa, ni las instituciones, ni buena parte de la sociedad civil. Un sistema corrupto que, mientras la economía iba bien, se escondía detrás de un tupido velo, pero que cuando la crisis se convierte en una acuciante enfermedad, lo que hace es llevar al país a un estado calamitoso del que para salir necesita la respiración asistida de una intensa regeneración democrática.

Me dice algún buen amigo socialista -yo tengo buenos amigos socialistas, nada sectarios y bellísimas personas- que ni en tiempos de Felipe se veían cosas como esta, que entonces había más pudor a la hora de utilizar a las instituciones y que, desde luego, nunca se recurrió a la Fiscalía del modo en que lo está haciendo este Gobierno. La diferencia es que el Gobierno de Felipe, pese a mostrar ciertos síntomas propios de la herencia marxista, era un gobierno democrático. Este no. Lo es porque ha salido elegido en las urnas, pero no por su comportamiento. Rodríguez es una perfecta reencarnación de Franco, pero sin galones. Es la máxima expresión de ese sistema corrupto y, probablemente, hijo necesario del mismo. Solo en un sistema corrupto, absolutamente corrupto, es posible asistir a un espectáculo como el que estamos viendo, sin pagar entrada: la justicia, la Fiscalía y las Fuerzas de Seguridad del Estado unidas en el objetivo común de acabar con el principal partido de la oposición, con la colaboración de los medios de comunicación, casi sin excepciones. Digo eso porque una vez abierta la veda de la caza mayor, parece que un medio que no sea capaz de meter en la cárcel a un político del Partido Popular, no es digno de llevar tal nombre. Menos mal que ayer el principal partido de la oposición salió de su letargo y parece que ha cogido el toro por los cuernos y no tiene intención de dejarse atropellar.

Que exista un partido al otro lado de la Cámara, y que sea percibido por la sociedad como alternativa de Gobierno, es esencial para la supervivencia de la democracia. Pero no es suficiente. Todo lo que está ocurriendo pone de manifiesto que aquí nadie se libra de los trapos sucios y que nadie está libre de pecado. Obviamente, en una organización de más de setecientos mil militantes y miles de cargos públicos, resulta casi imposible controlar que nadie meta la mano en la caja, por eso lo importante es la capacidad de reacción y la rapidez con la que ésta se produzca. Rajoy ha sido diligente, en ese sentido: un alcalde dimitido, un consejero autonómico cesado y un ex alcalde al que obligaron a dejar su actual ocupación en un organismo autonómico, y los tres por sospechas fundadas de haber colaborado de una u otra manera con los empresarios implicados en una trama de intereses económicos cuyos beneficios procedían de actividades al menos cuestionables. No debe quedar ahí la demostración de firmeza, y así lo hizo saber ayer Rajoy al asegurar que cualquier conducta que se demuestre ilícita será castigada con la expulsión. Pero de ahí a convertir el comportamiento presuntamente delictivo de estos personajes y otra treintena que no pertenecen al PP en una causa contra todo el Partido Popular, media un abismo, sobre todo cuando los mismos que lo hacen no miden con el mismo rasero al Partido Socialista y la infinitud de casos de corrupción que asolan a sus ayuntamientos y comunidades autónomas. Yo, personalmente, todavía estoy esperando ver al señor Chaves pasar por la puerta de la Fiscalía Anticorrupción a declarar por lo mucho que tiene que declarar en Andalucía.

Pero eso no es suficiente. Y dirán ustedes, ¿qué más puede hacer? Pues fíjense, esta es la oportunidad que necesitaban el Partido Popular y el señor Rajoy para erigirse en los abanderados de la regeneración democrática en nuestro país. Eso, si queremos que España salga del estado de coma en que se encuentra gracias a este gobierno y al incompetente de Rodríguez. Hay tres citas electorales por delante, y una situación óptima para que el PP presente un programa completo de reformas dirigido a cambiar algunas de las cosas que parecen no funcionar en nuestra democracia. Una democracia que sigue sosteniéndose sobre el mismo marco legal de hace treinta años, y que quizás entonces tenía todo el sentido del mundo, pero que a la vista de algunos comportamientos es evidente que necesita reformas, y no de cualquier clase. Reformas que no solo afecten al modelo económico, sino también a la justicia, al sistema de descentralización, y a la liberalización de algunos sectores que mientras sigan estando en manos de decisiones políticas lo único que hacen es contribuir a la corrupción del sistema, como la propiedad del suelo. Reformas que afecten al sistema parlamentario, a la ley electoral, a la necesaria independencia de los organismos de regulación, a los mecanismos de control, al sistema educativo, etcétera, etcétera. Rajoy ganaría muchos votos si ahora que ha conseguido que el partido se apiñe entorno suyo para defenderse de un ataque indiscriminado propiciado por un Gobierno acorralado por las cifras de la crisis, convocara a los españoles a ese gran proyecto de regeneración que este país necesita, y además de esa manera conjuraría el peligro de algunas aventuras de extrema derecha alentadas por conocidos líderes de opinión para dejar cojo al PP por esa banda.