EL DÍA EN QUE LA ERTZAINTZA EMPIECE A DETENER ETARRAS...

Artículo de Federico Quevedo  en “El Confidencial.com” del 05 de marzo de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Ese será el día en el que, de verdad, podamos afirmar que el cambio ha llegado al País Vasco. Y para que eso ocurra solo existe, hoy por hoy, una alternativa: que Patxi López sea lehendakari. No es lo que más me gusta, de sobra saben ustedes que no es santo de mi devoción. Si en lugar de Patxi, al frente del PSE estuviera Nicolás, me tiraría en plancha y sin paracaídas, pero Patxi tiene antecedentes que no son de mi agrado, antecedentes de complacencia con el nacionalismo y, lo que es peor, de sometimiento a la estrategia de ETA. Pero eso ha cambiado, e igual que en la pasada legislatura condenamos con contundencia la aventura de Rodríguez y López cediendo al chantaje etarra en el ‘proceso de paz’, ahora hay que reconocer y aplaudir el cambio de actitud y el hecho sin precedentes de que ETA no esté presente en el Parlamento Vasco. Los mismos que le abrieron a ANV las puertas de algunos ayuntamientos y al PCTV las del Parlamento, ahora les han dado con esas mismas puertas en las narices a los amigos de la pandilla de canallas. Es lógica la desconfianza, pero los hechos son al mismo tiempo contundentes: en esto, al menos, el Gobierno ha aprendido la lección, aunque solo sea por cálculo electoral. Rodríguez pensó que liquidar a ETA vía diálogo le reportaría la mayoría absoluta, pero en lugar de eso casi le hace perder las elecciones, y ahora parece que su intención es la misma, liquidar a ETA, pero por la única vía posible, es decir, la experimentada con éxito en la última legislatura de Aznar a propuesta, precisamente, suya.

Por eso, insisto, Patxi López tiene que ser lehendakari. Echar al nacionalismo del poder, acabar con treinta años de régimen del PNV en el País Vasco, es mucho más importante que cualquier otra cosa, por salud e higiene democráticas, y por lo que eso significa de avance en la lucha contra ETA, el mayor cáncer que todavía padece nuestra débil democracia. ¿A cualquier precio? Pues casi… Verán, algunos creen que lo que está proponiendo López es una trampa, que ahora ofrece cambio pero que más adelante volverá a pactar con el nacionalismo. Puede ser, no lo discuto y ya digo que los antecedentes no permiten poner la mano en el fuego por lo que vaya a pasar. Pero al mismo tiempo el propio López y, también, los dirigentes del PSOE en Ferraz, saben que si de verdad no acaban con treinta años de régimen, si no desmontan todo ese entramado de intereses económico-político-sociales que ha ido tejiendo como una telaraña el nacionalismo durante todo este tiempo, la suya será una legislatura-paréntesis, porque sobre esos cimientos puestos por ellos mismos el nacionalismo volverá, sin duda, a recuperar el poder y si, encima, dentro de un año o dos bajo la excusa de que ya no está Ibarretxe -lo cual es fiar muy largo esa alternativa- vuelven a pactar con el PNV, entonces habremos perdido seguramente la última oportunidad en otros treinta años de hacer de Euskadi una democracia libre y consolidada. Y esa factura puede ser letal para los socialistas.

Destruir, por tanto, la telaraña tejida por el nacionalismo, se hace indispensable. Abrir las ventanas para que entre aire fresco, oxigenar la asfixiante presión que el nacionalismo ejerce sobre la sociedad, dedicar los esfuerzos de la Ertzaintza a luchar contra el terrorismo -del que la policía vasca sabe mucho más de lo que dice-, respetar la pluralidad y dignificar a las opciones no nacionalistas… No es un asunto menor. Patxi López va a tener un trabajo difícil por delante, y por eso no cabe otra alternativa que la de que el PP y UPyD le den sus votos sin mayores condiciones que la garantía de que, de verdad, se va a proceder al cambio en el País Vasco. La prueba de la necesidad del mismo la están ofreciendo estos días los líderes del PNV con sus declaraciones amenazantes y su nulo respeto a la decisión de la mayoría de la sociedad. Es verdad que el PNV es el partido más votado y, en otras condiciones, yo mismo defendería que fuera el destinado a formar Gobierno. Pero el caso del País Vasco es distinto y se hace tan imprescindible el objetivo de la alternancia en el poder para higienizar la vida política, que cualquier otra consideración, incluso las derivadas de posicionamientos ideológicos diferentes, queda sepultada bajo la magnitud de ese fin.

La operación no está exenta de riesgos. Desde algunos micrófonos se llama desesperada e irresponsablemente al PP y a UPyD a dejar caer a López en manos del PNV bajo el argumento de que eso es, en definitiva, lo que quieren hacer Rodríguez y López, y desde los editoriales de otros periódicos se vocifera con la misma intensidad para evitar que el PSE caiga en brazos del PP y lo haga, sin embargo, en el regazo de los nacionalistas porque, argumentan, no se puede salir del intrincado ‘problema vasco’ sin ellos. Respecto de los primeros, diré que yo también he creído hasta hace bien poco que en efecto Rodríguez y López prefieren al PNV como socio antes que a cualquier otro, sobre todo si ese ‘otro’ es el PP, y de hecho sigo sin tenerlas todas conmigo, pero también es cierto que el resultado de estas elecciones ha sido un duro castigo a la estrategia pro-nacionalista de Rodríguez y le hará pensárselo dos veces antes de experimentar un nuevo bipartito que acabe dándole al PP más escaños y fortaleciendo su ya imparable ventaja a nivel nacional. Y respecto de los segundos, poco cabe decir salvo que si después de treinta años de nacionalismo seguimos inmersos en el mismo intrincado problema vasco, a lo mejor es el momento oportuno para experimentar otras fórmulas, sobre todo si eso permite, como digo, higienizar la vida política de aquella región de España. Apoyemos, por tanto, a López, y si nos defrauda él mismo habrá empezado a cavar su propia tumba.