INTERVENCIÓN ÍNTEGRA DEL PRESIDENTE DEL PARTIDO POPULAR, MARIANO RAJOY EN LA CONVENCIÓN DE SU PARTIDO

 

 

 en “La Estrella Digital” del 06.03.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado e discurso que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

 

Muchas gracias a todos:

Yo os agradezco mucho los aplausos, pero soy yo quien tiene ganas de aplaudir. Y no es por nada que tenga que ver con esta Convención. De eso hablaré luego. Os habéis juntado aquí varios miles de personas y, mientras yo estaba en mi butaca, me decía: Tengo que darles las gracias, porque todos los que están aquí, es seguro que han firmado la solicitud de referéndum. Y eso es lo que hago: daros las gracias por esa conducta.

Hace unos días, estaba yo en Andalucía, en Sevilla, y se acercó a saludarme una señora por la calle, me plantó dos besos y me dijo: Don Mariano, ¡Ya he conseguido para usted siete firmas!

Me quedé un poco desconcertado porque las firmas no eran para mí, pero agradecí mucho aquel gesto de entusiasmo, aquel afán de proselitismo de una razón que no se rinde. Son ya más de dos millones y medio los españoles que han ofrecido su apoyo para solicitar un referéndum. A todos ellos quiero extender hoy mi agradecimiento. Sé que ha sido mucho el esfuerzo. Sé que ha sido mucha la ilusión. Hay mucha gente que ha trabajado mucho, lo valoro. Y a mí eso me obliga a defender mis principios con más intensidad que nunca de cara al futuro.

Hay quien toma esta iniciativa como un desafío. No lo es. Esta iniciativa no va contra nada ni contra nadie. Es un ejercicio cívico y democrático. Los españoles solicitan que se les escuche porque quieren pronunciarse sobre si España es una nación y si todos los españoles tenemos los mismos derechos. Será que quieren dejarlo claro. ¡Esto no puede molestar a nadie! Si alguien se molesta, tendrá que explicarnos por qué.

Y vamos a dejar este asunto, todavía tendremos tiempo y ocasiones para hablar de ello en el futuro.

Hoy toca, y ahora toca, hablar de la Convención.

Mis primeras palabras quiero que sean un saludo muy afectuoso a un hombre con el que todos estamos en deuda, gracias al cual hemos llegado hasta aquí y que hoy nos acompaña: Don Manuel Fraga Iribarne, fundador del Partido Popular.

Quiero saludar también al Presidente de Honor de nuestro partido, José María Aznar. Es la persona que lo llevó al Gobierno y con el que España alcanzó las cotas más altas de prosperidad y de proyección internacional de todo el siglo XXI.

Gracias también a Miguel Sanz, presidente de nuestro partido hermano la Unión del Pueblo Navarro y, a la vez, Presidente de la Comunidad Foral de Navarra.

Un saludo muy especial a los embajadores de más de cuarenta países que han querido estar hoy aquí con nosotros.

Gracias a todos, a los representantes empresariales, de los sindicatos, a los representantes de las diferentes asociaciones, que han tenido a bien acompañarnos en el día de hoy.

Y gracias, sobre todo, a quienes, desde fuera de España, nos han traído un regalo de cariño, de atención y de solidaridad. Nos acompañan correligionarios italianos, amigos de la CDU alemana, representantes de la Democracia Cristiana de Chile y amigos mejicanos. Acabamos de escuchar a nuestro Presidente del Partido Popular Europeo, Wilfred Martens; a Luis Marques Méndez, presidente del PSD portugués. Y a un buen amigo de España, a un muy buen amigo del Partido Popular, a una persona que contribuye de forma muy eficaz a la lucha contra el terrorismo etarra -no hace falta que diga a quien me refiero- a mi buen amigo, el ministro del Interior y presidente de los populares franceses, Nicolás Sarkozy. Gracias. A todos, muchísimas gracias.

No quiero dejar en el olvido a los numerosos medios de comunicación que tanto se han esforzado por difundir todo lo que aquí ha ocurrido durante estos tres días. Muchas gracias.

Queridos amigos,

Os agradezco a todos, organizadores, invitados y participantes el esfuerzo que habéis realizado para que esta Convención lograra ser un éxito y os felicito por haberlo conseguido.

Sé que el trabajo ha sido duro, tanto durante estos tres días como en las semanas previas. Pero ha merecido la pena.

Porque hemos hablado de lo importante, de lo que verdaderamente preocupa a los españoles, de sus problemas reales, de las cosas que determinan el bienestar de hoy y preparan el bienestar del futuro.

Queridos amigos,

Siempre he dicho que un partido político que pretenda servir al interés general, debe fijar claramente sus objetivos. Debe saber con claridad qué propone para su país. Esta es una tarea que no se puede eludir, aunque algunos la eluden. Lo más importante de cualquier propuesta política es saber qué se pretende, qué se quiere conseguir, a dónde queremos llegar.

Después vendrá un proyecto, un programa y unas medidas concretas; pero no podemos renunciar al objetivo.

¿Qué pretendemos nosotros? Hace unos días presentábamos un estudio que reflejaba de una manera objetiva el avance de nuestro país durante los gobiernos del Partido Popular.

España se acercó, y mucho, durante esos años, al nivel de bienestar de los países más avanzados de Europa. Se crearon cinco millones de empleos, nos convertimos en una potencia económica, creció nuestro papel en Europa y en el mundo y millones de personas vinieron a un país que había sido de emigrantes, atraídos por la posibilidad de una vida digna.

España dio, en ocho años, un gran salto adelante. ¿Por qué? Porque todos —Gobierno, ciudadanos, empresas y trabajadores— nos empeñamos en ello: esa era la prioridad que nosotros señalamos y fue la prioridad que aceptó todo el mundo. Estaba claro qué es lo que se pretendía, cuáles eran las posibilidades y cuáles eran los medios. Por eso nos pusimos todos los españoles a trabajar y por eso tuvimos éxito.

Pero aquello se acabó. Aquella prioridad desapareció y no la ha sustituido nada. Desde hace dos años España carece de propósito conocido. El nuevo gobierno debiera haber continuado la línea de la modernización experimentada entre 1996 y 2004. Lo tenía muy fácil, pero no quiso. Prefirió hacer tabla rasa del pasado y establecer otras prioridades. ¿Cuáles? Básicamente tres: crear problemas donde no los había, revisar el pasado y debilitar las funciones del Estado. En estos dos años hemos hablado mucho de quiénes somos y de dónde venimos, pero nadie sabe a dónde vamos.

Este es, en sustancia, el principal reproche que podemos hacer al gobierno actual: que carezca de plan, que se equivoque a la hora de señalar las prioridades y que en lugar de convocar a los españoles a un esfuerzo positivo, acentúe las contradicciones- y encone la convivencia. La tarea del Gobierno no consiste en revisar la historia, resucitar la Guerra Civil, buscar líos con la Iglesia, descoyuntar las instituciones o replantearse el propio ser de España. Nuestros actuales gobernantes han olvidado que el Gobierno está para preocuparse de las personas y de sus problemas. Ese es su más grave error y su mayor irresponsabilidad.

El Gobierno debiera considerar prioritario el aumento de los niveles de bienestar y riqueza; el control del gasto público; las reformas tributarias, económicas y laborales; aplicar una ley de calidad de la Educación o mejorar en investigación, innovación y desarrollo. Lamentablemente, le importa más discutir de territorios que atender los problemas de la gente; prefiere engordar los intereses de sus socios que proteger el interés general.

Por ejemplo, ¿conoce alguien la política económica de este Gobierno? Hemos vivido de la herencia y de la inercia. No se ha producido en estos dos años ni una sola reforma económica importante, ni una sola, y eso que nuestra economía pierde competitividad cada día que pasa.

No existe nada a lo que pudiéramos llamar política educativa y que tenga que ver con el futuro de nuestros jóvenes y de nuestro país. Lo único que han ofrecido es el retorno al pasado, a la LOGSE y al fracaso, y una falta de liderazgo clamoroso en una de las políticas más importantes que tiene que abordar cualquier país que se precie de ser un país serio como es España.

Se han paralizado las infraestructuras. No se ha dado una sola batalla en la Unión Europea, ninguna, no se ha defendido aquello que acordamos en su día: la estabilidad presupuestaria, la Agenda de Lisboa o, para España, los Fondos Europeos. Han sido incapaces de dar una batalla que nosotros dimos en 1999.

No se sabe que exista ninguna política energética, salvo que quieran presentar como tal un intervencionismo arbitrario y caprichoso que nos puede crear, además, un fenomenal problema con nuestros socios de la Unión Europea y que lamina nuestro crédito y nuestro prestigio internacional. Y así hay que decirlo, porque es verdad.

¿Qué es lo que se ha hecho? Legislar para minorías, revisar el pasado, dividir a los españoles, liquidar los consensos de la Transición, quebrar la política contra el terrorismo y debilitar al Estado.

No se trata de mejorar la educación, sino de suprimir las enseñanzas comunes. No se pretende que la Justicia sea mejor y más rápida, que es lo lógico, sino crear Tribunales Autonómicos. No se desea tener una Función Pública más eficiente, sino que desaparezca la legislación básica. No busca mejorar los Ayuntamientos y las prestaciones que deben prestar a los vecinos, sino lo que se quiere es hacerlos depender más de las Comunidades Autónomas. ¿Qué quiere decir todo esto? Que aquí no se legisla para resolver los problemas reales de la gente, sino para quitarle competencias al Estado. El señor Rodríguez Zapatero está muy preocupado con los territorios y no se acuerda de las personas.

Por eso hemos hecho este esfuerzo; por eso hemos hecho esta Convención: para prestar atención a las cosas que parecen olvidadas y de las que depende verdaderamente el bienestar y la seguridad de la gente. Durante tres días nos hemos ocupado de lo que interesa a España, de los verdaderos retos que España y los españoles hemos de afrontar en un futuro próximo.

De eso hemos hablado, del FUTURO. Porque un partido que se precie tiene que adelantarse a los acontecimientos y fijar horizontes. No ha variado nuestro objetivo prioritario: mejorar el nivel de bienestar y riqueza de los españoles. Esta es nuestra propuesta para los españoles. Pero los tiempos cambian y las cosas hay que prepararlas de acuerdo con las exigencias que la realidad impone.

Aquí podemos pasar el tiempo discutiendo sobre la nación y los estatutos, pero el mundo no se detiene y no piensa esperarnos. Están surgiendo nuevos gigantes económicos que irrumpen con enorme fuerza en los mercados. China, con más de 1.400 millones de habitantes. La India, con más de 1.000. EE.UU., primera potencia económica del mundo, sigue creciendo, mucho más que la Unión Europea. La competencia es cada vez mayor. Y lo será más en el futuro. El mundo será más libre, más grande, más global. No podemos quedarnos atrás.

Y la realidad cada vez será más distinta. Y habremos de afrontar nuevas realidades, nuevos problemas y nuevos retos. Nuestra tasa de natalidad, que es la más baja de Europa, precisa que tomemos en serio todo lo que ayude a conciliar la vida laboral y familiar.

El envejecimiento de nuestra población acentúa la necesidad de garantizar el futuro de la Seguridad Social. Y no todas las personas llegan a la edad avanzada en condiciones de valerse por sí mismas. Para esas personas, para las que necesitan apoyo y cuidados de forma permanente, tenemos que articular planes y programas que les permitan vivir con dignidad.

La emigración es una gran oportunidad pero también un gran desafío. Nos permite un mayor crecimiento económico pero nos exige facilitar la integración de los recién llegados y asegurarles los suficientes servicios públicos. No podemos consentir que la inmigración se asocie, como hemos visto en otros países, a marginalidad, fundamentalismo o tráfico de seres humanos. No lo vamos a consentir.

La mayor riqueza de que dispone España para afrontar el futuro son los jóvenes. También a ellos les afectan los cambios. Nos importa mucho asegurar que serán capaces de adaptarse a las nuevas circunstancias y competir con éxito en un mercado laboral cada vez más exigente. Tenemos que asegurar su competitividad profesional. Lo que necesitan los jóvenes es formación, es enseñanza, es capacitación. Ellos sabrán desenvolverse, pero a nosotros corresponde asegurarles los instrumentos.

Todas estas cosas y otras muchas nos están esperando en el futuro, y debemos estar preparados para darles la mejor respuesta. Porque nadie nos va a regalar nada. Tendremos lo que seamos capaces de conseguir con nuestro esfuerzo y con nuestro acierto.

Porque el futuro no sale a buscar a aquel que se sienta a esperarlo. El futuro es algo que se conquista con trabajo, con constancia, con unidad de propósito, con determinación, y con liderazgo. Construir un futuro que valga la pena exige no sólo creer en él sino ponerse a trabajar para hacerlo realidad.

Hay algo que es muy importante. Las mejores páginas de la Historia de España se han construido cuando hemos sido capaces de aunar un futuro deseable, las ganas de hacerlo juntos y el liderazgo capaz de sacarlo adelante.

Y por referirme sólo a las más recientes, la Transición, el acuerdo constitucional, la construcción de la España de las Autonomías, la entrada en la Unión Europea, el ingreso en la Unión Económica y Monetaria, todas esas páginas que configuran los mejores logros de nuevo país en los últimos treinta años responden a ese diseño. Son páginas que se han escrito bajo Gobiernos de distinto signo.

Pero, al margen de quién estaba al timón en cada momento, todos esos proyectos han tenido detrás un amplio respaldo de los principales partidos y de la mayoría de los ciudadanos. El mérito del liderazgo fue canalizar esa energía y darle forma y dirección. Uniendo y no dividiendo.

En los últimos treinta años España ha dado un paso de gigante en su transformación política, económica, social y cultural. Esa transformación de España nos enorgullece a todos.

Pero esa transformación no es un punto de llegada. No lo es nunca. Pero no lo es especialmente en los momentos que nos ha tocado vivir, en el que los retos y las oportunidades que ofrecen un entorno tan cambiante como éste son de una magnitud jamás conocida. Por eso, diseñar el futuro que queremos y poner los medios para que llegue a ser realidad es la tarea más urgente e más importante que tenemos entre manos.

Voy a decir una verdad, y lo siento. Como país, hemos dilapidado estos dos últimos años. Justamente cuando los demás, los que saben de qué va esto, se afanan en buscar para su país la mejor posición competitiva. Justamente en ese momento, hemos dilapidado dos años.

Por eso, es hora de preguntarnos cuáles son los verdaderos problemas a los que nos enfrentamos, mirarlos de cara y plantearnos qué tenemos que hacer para dar una solución.

La globalización ha traído consigo una revolución competitiva. La más exigente que haya conocido la Historia. Una revolución en la que cambian las reglas del juego y las condiciones de la competencia entre países, entre grandes regiones geopolíticas, entre sectores productivos y entre empresas.

Una revolución de la que surgen oportunidades mayores que nunca y riesgos también de gran dimensión. Una revolución que produce todos los días ganadores y perdedores. Una revolución que exige de todos la mayor atención para no dejar pasar las oportunidades y para sortear los riesgos.

Yo soy optimista, y lo soy siempre que sepamos dedicar nuestras fuerzas a identificar y aprovechar las oportunidades y no nos esterilicemos en batallas perdedoras. Si es así, yo soy optimista.

Por eso hemos hecho esta Convención. Para comenzar a articular nuestra oferta a la sociedad española. Creemos que, por encima incluso de la tarea de control del Gobierno, nuestra principal responsabilidad como oposición, la más importante, es estar preparados para cuando los ciudadanos nos reclamen, que no han de tardar.

Recogemos los retos, preparamos las respuestas y las convertimos en un programa de acción para el futuro. Me gustaría que el Gobierno rectificara y se sumara a este esfuerzo, es decir, decidiera ocuparse de los problemas reales, pero tengo que confesar que soy muy escéptico. Lo soy porque, si algo ha quedado claro en estos dos últimos años, es que este gobierno carece de planes. Ni tiene proyecto, ni lo ha tenido, ni piensa tenerlo. ¿En qué se nota?

1- En primer lugar en que nadie lo conoce y a nadie se lo cuenta. No se sabe qué piensa. No se moja. Disimula: ¿Qué pretende hacer con España? Nadie lo sabe. Es un misterio. Tal vez no sea confesable. ¿Somos una nación? No lo sabe. Solamente ha dicho que es un concepto discutido y discutible. No ha llevado su doctrina más lejos. ¿Qué se propone hacer con ETA? No se sabe.

Insisto que la mejor prueba de que no tiene ningún proyecto, es que no lo enseña. Un proyecto político, por definición, ha de ser público y contar con la aquiescencia de la gente. Si no es público, no estamos ante un proyecto político sino ante un propósito particular. Y si no cuenta con la aquiescencia de la gente, estamos ante una pura arbitrariedad al servicio de un interés privado.

2- Nuestro actual gobierno no tiene proyecto. Ni siquiera desea tenerlo. Los proyectos atan las manos, te crean compromisos y te cierran puertas. A Rodríguez Zapatero le gustan los espacios despejados y las vías de escape, para poder maniobrar y cambiar el rumbo según convenga.

Por eso su política carece de hilo conductor. No hemos conocido en España ningún Presidente tan errático. Nadie se atreve a asegurar que Rodríguez Zapatero hará esto o dejará de hacer aquello. ¿Por qué? Porque todo es posible: que lo haga y que no lo haga. Que defienda una cosa hoy y mañana su contraria. Tenemos un gobernante que es completamente imprevisible y lo peor es que quiere seguir siéndolo.

3-Ni tiene proyecto ni quiere tenerlo y, además, aunque quisiera no podría. Se conforma con ocupar el asiento, pero sabe que tiene que portarse bien. Se ha dejado condicionar de tal manera por sus socios parlamentarios que éstos le hacen imposible cualquier actuación independiente.

En resumen: disfrutamos de un Presidente de Gobierno que oculta sus intenciones en un pozo de sombras, no quiere comprometerse para no tener las manos atadas y depende de lo que dispongan sus aliados. ¿Cómo va a tener un proyecto? En estas condiciones es imposible y debemos comprenderlo. Reclamarle transparencia sería una forma de crueldad que yo no voy a hacer.

Hay algo que me parece especialmente importante y que se debate, y mucho, en la opinión pública y en los medios de comunicación. Quisiera hacer una afirmación y explicarlo. Cualquier persona sensata entiende que en estas condiciones es muy difícil alcanzar ninguna clase de consenso. ¿Cómo se pueden alcanzar acuerdos cuando la política es errática y contradictoria?

Nadie ha deseado el acuerdo como yo. Tengo ahí una trayectoria, que es pública y conocida. Nadie lo ha solicitado tanto. Nadie lo ha ofrecido tanto. Pero ha sido todo inútil.

Lo lamento, pero no me extraña. Porque todo acuerdo representa un compromiso y el señor Rodríguez Zapatero no quiere compromisos, al menos con nosotros; es decir, con media España.

Lo paradójico es que el señor Rodríguez Zapatero, es decir, una persona que no sabe a dónde va y que no quiere compromisos, nos reprocha que no le acompañemos.

No obstante, lo repito una vez más: yo estoy siempre dispuesto. Creo que estamos a tiempo de evitar comprometer el futuro del que vengo hablando esta mañana por dar hoy pasos que no deben darse. Le ofrezco al Gobierno, con toda sinceridad, la ayuda del PP para evitar que se cometan errores de difícil arreglo. Nunca me he negado a sentarme con nadie para buscar acuerdos. Sigo y seguiré sin negarme, porque creo que es mi obligación y lo que quieren la mayoría de los españoles. Ahora bien, con la mismas claridad con la que acabo de afirmar esto, quiero decir que si él prefiere otros acompañamientos que no se escude en mi falta de colaboración porque eso es engañar a los españoles. Y eso no lo voy a aceptar.

Creo que sería preciso que llegáramos a acuerdos razonables en las dos cuestiones en las que siempre hemos estado de acuerdo todos, y que ahora se nos presentan como más apremiantes: la política antiterrorista y la organización territorial del Estado, y en particular, el Estatuto de Cataluña.

El Estatuto Catalán ha sido un error. No había ninguna demanda social que lo exigiese. Todos lo sabemos, todos lo saben. Llevamos con él más de dos años y medio de debates. Han dividido a la sociedad y a los partidos. No se ponen de acuerdo sobre su contenido. Han acordado una cosa, otra y la contraria. No sabemos cuando caduca, no sabemos cuándo habrá que debatir otro estatuto y no sabemos a dónde vamos y qué nos tienen planteado para el futuro.

Es la primera vez en la Historia que el Gobierno de España no pacta un estatuto de autonomía con el principal partido de la oposición. Esto no había ocurrido nunca.

El Gobierno, de acuerdo con sus socios, ha defendido y ha bendecido un despropósito que no satisface a nadie y ahora nos pide que lo aprobemos. ¿Qué parte quiere que aprobemos? ¿Nos pide que digamos que España no es una nación, o que todos los españoles no tienen los mismos derechos y obligaciones? Lo siento mucho, pero eso no puedo apoyarlo y no lo haré.

Voy a hacer una pregunta, que voy a hacer mucho en Cataluña a lo largo de los próximos meses. ¿Pretende que afirmemos que el Estatuto es bueno para Cataluña? Eso sería mentir y yo no miento. Los que no lo vean hoy lo verán más adelante: cualquier catalán que no sea un nacionalista fervoroso, lamentará que se apruebe un Estatuto que recorta su libertad, limita sus iniciativas, restringe sus derechos y, aunque en principio parezca lo contrario, reduce su capacidad económica porque lo van a pagar ellos, los contribuyentes, los de Cataluña y los de toda España. Yo no estoy dispuesto a engañar a la gente.

Este Estatuto es malo para España, es malo para los españoles y, especialmente, para los catalanes. Tengo la obligación de defender los derechos y los intereses de los españoles y, por tanto, los derechos y los intereses de los catalanes. Lo voy a hacer y por eso, para empezar, me manifiesto en contra de este proyecto.

A todos aquellos que no han votado al Partido Popular y que no entienden nada de lo que está haciendo su partido, a todos aquellos socialistas de buena fe, que tienen sentimientos, que tienen creencias, que creen en su país, yo me brindo como cauce de expresión política de esas inquietudes y de esos principios que otros no han defendido y no están dispuestos a defender.

Si hemos de alcanzar un acuerdo deberá ser para rectificar el error, no para bendecirlo porque eso sería un error aún mucho mayor del que ya algunos han cometido.

Se nos recrimina porque no respaldamos la política antiterrorista del Gobierno. ¿A qué política se refieren? ¿La conoce alguien? ¿La de qué día? El señor Rodríguez Zapatero cambia de discurso cada mañana, en cada pueblo y ante cada individuo para poder decirle a todo el mundo lo que quiere oír.

Además, diga lo que diga hoy, nadie sabe lo que dirá mañana. ¿Cuál es su postura? Nunca he conseguido que me exponga sus intenciones. Además, si de verdad quiere consenso con nosotros, yo pregunto y pido respuesta, ¿por qué rompe el que ya existía? Si quieres consenso, ¿por qué rompes el que ya existía?.

Fijaos lo que hay que recordar, pero es bueno recordarlo. Había un acuerdo entre los dos grandes partidos nacionales, según el cual, gobernarse quien gobernase, la política antiterrorista no cambiaría. El mensaje para los terroristas era muy claro: ningún gobierno pagaría un precio político ni a ETA ni a sus representantes. Era un acuerdo muy eficaz. Fortaleció al Estado de Derecho, a los Jueces y a las fuerzas de seguridad. Debilitó a los terroristas y a sus secuaces porque les dejó fuera de las instituciones democráticas, les aisló en el plano internacional y, sobre todo, les apagó el horizonte. Desbarató el empeño de sostener sus crímenes con la esperanza de alcanzar un final dialogado. Nunca habría un final dialogado.

¿Por qué rompió este acuerdo el señor Rodríguez Zapatero? ¿Por qué ha sustituido el objetivo de la derrota de ETA por el de la negociación? ¿Qué tiene que negociar? Y, sobre todo, ¿cuál es precio?

A mí me gustaría saber qué es lo que se nos reprocha, qué se me reprocha. ¿Qué es lo que yo estorbo? ¿Acaso impedimos que se derrote a ETA? No. ¿Impedimos que la policía persiga a los terroristas? No. ¿Impedimos que los jueces los encierren? No. ¿Qué impedimos? ¿De qué se queja?

¿Tal vez de que no renunciamos a la derrota de los asesinos? ¿Se queja tal vez porque no nos gusta que rompa el Pacto Antiterrorista, que se burle de la Ley de Partidos, que permita el regreso de Batasuna, que esté desde hace un año haciendo guiños a ETA? Sintiéndolo mucho, pero es que no puedo hacer otra cosa porque no me podría mirar a la cara a mí mismo, si se queja de esto, yo le aseguro que va a tener queja para rato. Creo en el acuerdo, como cuando hablamos de España, el acuerdo es para rectificar el error y no para bendecirlo.

Desde luego, lo que no podrá ser de ninguna manera es un acuerdo cuyo precio sean las víctimas de la barbarie terrorista. Eso no puede ser. Cometeríamos una indignidad. No lo digo por lo que han sufrido, que es mucho. El señor Rodríguez Zapatero no entiende que el principal problema de las víctimas no es de dinero (que está bien) ni de compasión (que está muy bien). Es una cuestión de dignidad. Y no hablo sólo de la dignidad de las víctimas.

Hablo de la nuestra, porque las víctimas representan a todos los españoles que podríamos estar en su lugar. Permitidme que diga una cosa y que tengo la sensación de que el señor presidente del Gobierno todavía no se ha dado cuenta. ¿Sabéis lo que representan las víctimas? La agresión que ha sufrido la Nación española, que ha sido y sigue y seguirá siendo en el futuro el objetivo de los asesinos. Eso es lo que no ha comprendido el Gobierno de España.

Si el Gobierno rectifica, nos tendrá a su lado. Bastarían dos cosas. Y las dos son muy fáciles. La primera, que cumpliera el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo que, en presencia del Gobierno, firmaron solemnemente el PP, don Javier Arenas, y el PSOE el año 2001.

Un acuerdo en el que se señala, como no podía ser de otra forma, que corresponde al Gobierno de la Nación el desarrollo y la ejecución de la política antiterrorista, pero también que ningún gobierno, sea el que sea, negociará nunca cuestiones políticas con los terroristas a cambio del fin de la violencia.

La segunda, que se cumpla la Ley de Partidos Políticos aprobada en el Parlamento en el año 2002, con el apoyo tanto del PP como del PSOE. Es decir, que quien defienda, ampare o no condene las prácticas del terror, estará excluido de la legalidad y no podrá concurrir a proceso electoral alguno.

Esto representaría reafirmar el mensaje de que el Gobierno de España no está dispuesto a pagar ninguna clase de precio para que nos perdonen la vida. Así de sencillo. Y así de eficaz. Porque este es el único camino que ha demostrado ser útil para acabar con el terrorismo. Con este y con cualquier otro.

Por lo tanto, que los terroristas no esperen de nosotros más que la derrota. No es sólo cuestión de dignidad, que no sería poco. Es, también, cuestión de eficacia. No estamos escogiendo entre el fin del terror y la dignidad. Escogemos entre lo que es eficaz para acabar con el terrorismo y lo que no sirve para nada... y, además, es indigno.

No es mucho pedir. Le pido que haga honor a su palabra cuando firmó y le pido que cumpla la Ley. A lo mejor es difícil, porque quienes son ahora sus socios fueron los que combatieron con mayor intensidad el Pacto Antiterrorista y la Ley de Partidos. Pero a mí eso no me importa. Nosotros firmamos, con el apoyo del 90 por ciento de los españoles, un pacto y el presidente del Gobierno tiene la obligación de cumplirlo y yo de exigir que lo cumpla.

No quiero hablar hoy mucho más del Gobierno. Lo he traído a colación como ejemplo de lo que no queremos hacer y de lo que no se debe hacer. Hace dos años, con ocasión de la investidura del actual Presidente del Gobierno, manifesté que íbamos a tener un gobierno débil e inestable. Desgraciadamente no sólo acerté sino que me quedé corto a la hora de anticipar lo que se nos venía encima.

Hoy tenemos un gobierno que es débil e inestable, pero, sobre todo, incompetente. Un gobierno incapaz de gestionar los propios frentes que gratuita e irresponsablemente abre.

Por eso no deseamos imitarle. Todo lo contrario. Queremos trabajar para resolver los problemas, encontrar las mejores respuestas y compartirlas con los ciudadanos. Nosotros necesitamos un proyecto. Tal vez Rodríguez Zapatero, para lo que piensa hacer, no lo necesita. España, sí, y nosotros se lo vamos a ofrecer.

La política no consiste en cerrar las puertas, repartir cargos y atornillarse al asiento. La política consiste en crear las condiciones que permitan avanzar, asegurar el futuro, hacernos más competitivos, fomentar la convivencia y conseguir un país más habitable para todos, sin más exclusiones que las de quienes no sepan convivir en paz.

Esta no es tarea para un taumaturgo ni para un visionario metido a redentor. Es un afán colectivo. Es la tarea de una nación; de un gobierno y de unos ciudadanos que comparten los objetivos, las ilusiones y los esfuerzos; que se proponen unas metas y luchan juntos por conquistarlas.

Queridos amigos

No estamos aquí ni para transmitir una nostalgia del pasado, ni para lamentar el presente: estamos aquí para adelantarnos al futuro. Hemos venido para preparar el trabajo que España necesita; para asegurar a los españoles que cuentan con una alternativa sólida, preparada y dispuesta que se llama Partido Popular.

Habéis realizado un gran trabajo y habéis facilitado mucho, que era de lo que se trataba, la tarea de quienes han de transformar todas las reflexiones de hoy en el proyecto político de mañana, en ese programa que tenemos que ofrecer cada día a los españoles. Un proyecto sólido y ambicioso en el que habrá sitio para todos, y al que todos podrán arrimar el hombro.

Tenemos las personas, los programas, los instrumentos. El Partido Popular no pretende ser otra cosa sino el cauce político que permita articular una voluntad española mayoritaria para salir de este marasmo de aventuras improvisadas.

No es la primera vez que nos preparamos para afrontar con éxito los retos del futuro. No será la primera vez que se nos reclame para hacer progresar a la sociedad española. Ya lo hicimos cuando gobernamos. Aquel trabajo es nuestro mejor aval. Pudimos hacerlo porque no acudimos al Gobierno con las manos vacías; no improvisábamos a la buena de Dios; no carecíamos de criterio; no embarcamos a los españoles en pleitos arcaicos; no desenterramos rencores rancios. No hicimos nada de eso, que ya se ve a dónde conduce.

Tuvimos éxito porque acudimos al gobierno con las ideas claras, con todo un armazón de propuestas pensadas para que los españoles confiaran en sus propias posibilidades de iniciativa y desarrollaran al máximo toda su creatividad individual. Los españoles respondieron y volverán a responder.

Tenemos un enorme caudal de confianza en los españoles, en su dinamismo, en su espíritu emprendedor, en su disposición para el trabajo y para la innovación. Vamos a proponerles que recuperemos el ritmo de avance, de desarrollo, de prestigio y de bienestar que ya hemos conocido.

Vamos a convocarles a una gran tarea hecha de sensatez, de compromiso y de dignidad. Vamos a recordarles que cuando España cuenta con un Gobierno que le sirve de acicate, que le impulsa a mejorar, España se supera a sí misma.

Queridos amigos, el futuro nos espera. Cumplamos todos con nuestro deber que los electores sabrán correspondernos. Somos su esperanza. Lo que desean es vernos unidos, dispuestos a trabajar, defendiendo sin desmayo lo que es de razón y de justicia, y preparando el terreno para un mañana previsible en el que ni corramos aventuras, ni demos palos al agua, ni despilfarremos nuestras oportunidades.

Nosotros no pretendemos ser más listos que nadie, no ejercemos de salvadores. Ni arrastramos ideas preconcebidas ni hacemos ingeniería social. Lo nuestro es mucho más sencillo: estamos al servicio de la sociedad y nuestro único norte lo marcan las necesidades de la gente. Recogemos las demandas de las personas y procuramos atenderlas de la mejor manera posible. Para eso no hacen falta dogmas sociales sino saber escuchar. Escuchar y trabajar. Lo que nos pide la gente es que trabajemos para solucionar sus problemas, no que inventemos complicaciones nuevas que nadie reclamaba.

Eso os pido: que trabajéis. Que abráis los oídos a los ciudadanos y que trabajéis. Frente a un Gobierno que revisa el pasado, enfrenta a la gente y debilita el Estado, nuestro propósito es no enfrentar, sino reunir; no retrasar, sino avanzar; y no crear problemas, sino resolverlos. Ese es mi camino y ese es mi mensaje.

Alguien dijo ayer aquí una cosa, que no es teoría del Estado ni es teoría constitucional, pero me pareció una frase afortunada y la copio. A mí me ocupa el futuro porque en el futuro es donde vamos a vivir todos el resto de nuestras vidas. Por eso me preocupa el futuro, porque es donde vamos a vivir todos.

Dejadme que dedique mis dos últimas palabras a los que ya no están y a los cuales he prometido no olvidar jamás. Quiero que conste que nosotros no los olvidamos; que nos acompañan en nuestro corazón; que más allá del dolor de su ausencia, nos mueve la deuda que tenemos contraída. Una deuda que nunca podremos pagar como se merecen pero que, en lo que dependa de nuestra voluntad, nunca dejaremos de atender para que nunca llegue el día en que alguien pueda pensar que murieron en vano.

Y termino ya, queridas amigas y amigos, como empecé: hablando del futuro. Yo os convoco a todos a la tarea apasionante de escribirlo. De escribirlo desde la plataforma de las libertades, el pluralismo, la tolerancia y la concordia.

De escribirlo desde la ambición, la voluntad de construir un espacio de progreso y oportunidades para todos nuestros compatriotas.

De escribirlo desde el afán de recuperar para España, para nuestro país, un lugar importante en el mundo.

De escribirlo pensando en los ciudadanos de hoy y en los de mañana, desde la solidaridad entre generaciones.

Os aseguro que vale la pena comprometer nuestros mejores esfuerzos en esta tarea. A mí, desde luego, me tendréis siempre a vuestro lado para este empeño apasionante.

Nada me hace más feliz que decir lo que pienso y que hacer lo que creo. Y todos los españoles, los que nos han votado, los que no nos han votado, los que a lo mejor nos van a votar, todos los españoles deben saber que aquí hay una persona que, acertado o equivocado, les va a decir la verdad, su verdad, aquello en lo que cree.

Lo prometo, lo juro.

Gracias.