ENTREVISTA A MARIANO RAJOY

Por Ángel Expósito y Juan Carlos Martínez-Gauna. Madrid,  en “ABC” del 25 de mayo de 2008.

Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

«Soy partidario de dialogar sin abdicar de nuestros principios, como en 1996 con los nacionalistas»

 

Cuando se relaja, su discurso repica con un ligero acento gallego. Y Mariano Rajoy Brey (Santiago de Compostela, 1955), pese a la borrasca que le está calando hasta los huesos, parece sorprendentemente cómodo en su despacho de la séptima planta de Génova, el mismo despacho donde José María Aznar y Xabier Arzalluz, en 1996, sellaron su pacto con un apretón de manos. Eran aquellos días en los que el viejo líder nacionalista proclamaba a los cuatro vientos que lo hecho por Aznar en favor del autogobierno vasco «no lo hizo nadie en veinte años». Los tiempos han cambiado una barbaridad, y Rajoy —repite él con toda la intención— quiere que el PP «se adapte a la realidad». Para acabar de redondear la frase dice que, sin perder anclajes y principios, «no podemos ser estatuas de sal».

En plena convulsión, recibe el presidente del Partido Popular con un puro en la mano y traje gris sobre camisa blanca y corbata franjirroja. En las paredes cuelgan fotos familiares, un «maillot» oro firmado de la Vuelta a España y, enmarcada, una portada de ABC que recoge la derrota de Nadal en Wimbledon, la victoria de Italia en el Mundial de fútbol y una gran foto de la familia Rajoy al completo con Benedicto XVI durante la visita del Papa a Valencia en 2007. En las casi dos horas que dura la entrevista concedida a ABC y al resto de periódicos de Vocento, el líder popular fuerza o rebaja el tono de voz según salga el toro.

—Hay mucha gente en España, tanto votante del PP como no, que se pregunta si usted resistirá...

—¡Ni una duda tenga usted!

El mismo ímpetu le sale al asegurar que ahora menos que nunca está dispuesto a tirar la toalla, a renunciar a su reelección en el Congreso de Valencia, y que tiene posibilidades de ser presidente dentro de cuatro años. «Estoy absolutamente convencido de ello», replica muy tajante.

Sobre el espinoso asunto San Gil, «acontecimiento doloroso» lo llama él, responde, con palabras esforzadamente neutras, que no acierta a comprender lo ocurrido y que sus postulados sobre la nación española son inamovibles. Suena a forzado carpetazo a un desencuentro irremediable. Al preguntarle, una y otra vez, por su nuevo equipo y por qué ha licenciado al antiguo, Rajoy se escurre en los golosos detalles, pero recalca que pondrá en liza dirigentes que hagan política conciliando principios con —enfatiza otra vez— «adaptación a la realidad». ¿Y los reproches de Aznar? «La actitud del ex presidente es impecable», placa como un rayo.

Al terminar la sesión de fotos para la entrevista en un parque cercano a la sede del partido, el presidente nacional del PP se cruza con una joven madre que lleva de la mano a un niño pequeño. «Me ha dicho: “Mucho ánimo, señor Rajoy. Muy bien, muy bien...”». No todos los minutos de Mariano Rajoy son horribles.

—¿Aguantará usted hasta el mes de junio? ¿Se presentará al congreso?

—Yo presentaré mi candidatura en el congreso del 20, 21 y 22 de junio. No tenga usted la más mínima duda. Y la voy a presentar por varias razones: en primer lugar, porque me lo ha pedido una mayoría muy representativa de mi partido y yo a esa petición no voy a hacer oídos sordos. Llevo muchos años en este partido, lo conozco y lo quiero, sé cómo es por dentro y, por tanto, sé que atiendo a la petición de muchísima gente. En segundo lugar, porque me avalan unos buenos resultados electorales; es cierto que no hemos ganado, pero hemos tenido 154 diputados, el segundo mejor resultado de nuestra historia, nos hemos quedado a sólo 30.000 votos del año 2000. Y en tercer lugar, y esto es lo más importante, porque me siento capaz, preparado, con ganas y con ilusión para ganar las próximas elecciones generales. Voy a presentarme porque tengo un proyecto de partido y un proyecto para España, y fuerza para trabajar por ambos.

—¿Cuántas veces, desde el 9 de marzo, ha pensado tirar la toalla?

—Desde que les di mi palabra a los compañeros del partido que me lo pidieron, no he tenido ninguna duda.

—¿No ha llegado a pensarlo ni a meditarlo en ningún momento?

—No, ninguna duda. Dicho esto, insisto en que cualquier militante que desee presentarse lo puede hacer. Hasta el momento nadie ha anunciado su candidatura, pero cualquiera tiene derecho a hacerlo.

—Ha enfatizado que no va a tirar la toalla. De alguna manera, ¿esa expresión refleja que se siente acosado y asediado?

—No. Me siento muy apoyado por mi partido. Es cierto que estos días hemos presenciado algunos episodios que a mi juicio superan con creces la crítica legítima por dura que ésta pueda ser, pero yo ya he visto y vivido muchas cosas en los años que llevo en la política. Lo que más me duele es que este tipo de ataques no se dirijan contra mí, sino contra compañeros más indefensos cuyo único pecado es haberme apoyado.

—Las concentraciones del viernes en la calle Génova ofrecen una imagen de su partido un tanto extravagante. ¿Quién mueve los hilos?

—Lo ocurrido el pasado viernes fue un episodio muy triste para todos, especialmente para unos alcaldes que cuentan con el apoyo de sus vecinos, que llevan mucho tiempo defendiendo las posiciones del Partido Popular y que no se merecían el trato que se les dio. No hago juicios de intenciones, sólo que espero que esta situación se supere rápidamente. Insisto, no me cabe duda de que tras el Congreso de Valencia el PP saldrá unido y reforzado.

—Sinceramente, ¿cree que el PP con usted puede ganar en el año 2012, a la tercera?

—Sinceramente, sí lo creo, porque en una legislatura tan difícil como la pasada hemos logrado mantener al partido unido y recoger una parte muy importante del voto de la moderación española. Hemos arrebatado muchos miles de votantes al PSOE; ha ocurrido en Andalucía, en Castilla-La Mancha, Madrid, Valencia... Si eso fue posible ahora ¿por qué no va a ser posible mejorar esos resultados en el año 2012? Estoy absolutamente convencido de ello.

—¿El período precongresual se está convirtiendo en una pesadilla?

—No. Los debates precongresuales nunca son fáciles. Es normal que se produzcan tensiones, aunque también es verdad que la intensidad de este debate está siendo mucho mayor que la deseable; pero lo que quiero decir a todo el mundo, a mis compañeros de partido y a la opinión pública, a quienes hayan confiado en el PP y e incluso a quienes no lo hayan hecho, es que este partido saldrá reforzado del Congreso, que mi objetivo es integrar a todo el mundo que quiera trabajar lealmente y que me siento capacitado para conseguirlo.

—Dentro de esa integración, ¿formará parte de la dirección del partido Esperanza Aguirre?

—Como he dicho, pretendo integrar a todo el mundo, y por supuesto siempre intentaré contar con las personas más representativas de mi partido. A nosotros nos han votado diez millones y medio de españoles, es decir, gente de muy diversa condición, y yo quiero que todos ellos se puedan sentir representados en mi equipo. Todos nuestros votantes, y no sólo una parte de ellos, han de verse representados en el Partido Popular.

—¿Y eso cómo se hace?

—El partido tiene, en estos momentos, que adaptarse a la realidad sin perder sus anclajes o sus principios, y se puede hacer porque eso es lo que siempre ha hecho el PP: adaptarse a la realidad sin perder los principios ni los anclajes. Adaptarse a la realidad es imprescindible, lo contrario sería el inmovilismo, y así no estaríamos respondiendo a los intereses de los españoles… Hay problemas nuevos que antes no existían, como la inmigración o la conciliación de la vida laboral y la familiar. Vivimos en un mundo distinto donde la competencia es mayor, donde casi no hay fronteras. No podemos ser estatuas de sal. Debemos tener voluntad de representar a muchos millones de españoles que nos han votado y a muchos otros que aún no lo han hecho, para que lo hagan en el futuro.

—La pregunta era si junto con Gallardón, González Pons o Soraya Sáenz de Santamaría usted quería también contar con otras personas, como Esperanza Aguirre.

—Sí, quiero contar con todos. En el partido hay personas que defienden una posición y otros que pueden tener otra forma diferente de ver las cosas, pero lo importante son los principios que nos unen a todos, en los que todos estamos de acuerdo. Esos principios son la libertad, la igualdad, la solidaridad, la unidad de la Nación española y la lucha contra el terrorismo. Hay personas que ponen más énfasis en unos, y otras en otros, pero yo quiero contar con todos.

—Hay quien resta legitimidad al resultado previsible del Congreso de Valencia...

—El Congreso se celebrará de acuerdo con las normas que ha aprobado el partido y nadie cuestionó nunca hasta ahora. A partir de ahí, pido respeto para los tres mil compromisarios que han sido elegidos por los militantes y que van a representar su voluntad libre y responsablemente. Lo que no me parece serio es que desde fuera del partido se intente imponer unas normas distintas de las que todos hemos aprobado.

—¿Está la renovación de cargos mostrando su insatisfacción con el anterior equipo?

—En absoluto. Yo estoy muy agradecido a las personas que me han acompañado en estos cuatro años, que han sido difíciles y duros. En política, como en la vida misma, se trabaja al servicio de un proyecto desde distintas responsabilidades, y cambiar de responsabilidad no significa cambiar de proyecto. Yo, desde luego, no quiero prescindir de nadie y les estoy muy agradecido a todos.

—Como aficionado al fútbol, permítame un símil: ¿está buscando una alineación más para tocar, un poco jugones, diferentes a la antigua alineación, o más física y de patadón?

—En un equipo se necesita a todos; cada uno desempeña una función, pero lo importante es el trabajo colectivo y el proyecto común. Para mí todos los compañeros del partido son iguales, pero —por seguir con su símil futbolístico— la alineación siempre es discutible, la anterior y la nueva.

—¿Son los mejores, como reclama Aznar?

—Yo intentaré que sean los mejores, claro.

—¿Le gustaría repetir en este despacho la foto de Aznar con Arzalluz o el Pacto del Majestic?

—Fue un momento muy importante de la historia de nuestro partido, nos permitió formar un Gobierno que hoy nadie duda que fue bueno para España.

—Fue aquí la foto con Arzalluz, ¿no?

—Sí. Y después de hacerlo ganamos las elecciones con mayoría absoluta. Yo soy partidario de dialogar con todo el mundo, lo cual no significa abdicar de ningún principio; pero creo que el diálogo de por sí es bueno. Luego, los resultados ya se verán. Soy partidario de dialogar sin abdicar de principios, que fue lo que se hizo en la legislatura 1996-2000. Ahora, si el objetivo político, por ejemplo, del Partido Nacionalista Vasco es hacer un referéndum o la autodeterminación del País Vasco, es evidente que no es posible llegar a acuerdos. En este momento, la deriva que ha tomado el Partido Nacionalista Vasco hace imposible llegar a ningún entendimiento. Ahora, ¿diálogo manteniendo los principios? Yo creo que eso es posible. Eso es la política.

—¿Con un PNV en otras tesituras, como usted acaba de recordar, se puede llegar a acuerdos?

—Hoy no lo veo. En el año 96 sí fue posible, pero la situación hoy del PNV es una huida hacia ninguna parte.

—¿El perfil del secretario general ha de ser alguien que se dedique «full time» al cargo? ¿Cuáles deben ser sus características?

—Tiene que ser una persona que se dedique «full time» al partido. Es una actividad que requiere mucho tiempo y mucha entrega. No se puede ser secretario general si uno no se dedica a ello, no hay precedente en este partido de que eso no haya sido así. A la vez ha de ser una persona que tenga el respeto y el respaldo mayoritario en el partido.

—¿Qué supone la marcha de María San Gil o de Ortega Lara? ¿Un fracaso personal de Mariano Rajoy? ¿Es el inevitable precio del cambio de estrategia que usted está diseñando para el PP?

—Para mí son acontecimientos muy dolorosos, y para mucha gente del Partido Popular también. En fin, si usted me pregunta si es como consecuencia de un cambio de estrategia, sólo puedo decirle que yo no he cambiado. Mi posición en relación con la lucha contra el terrorismo es la misma, no he cambiado ni una coma. Mi posición sobre la unidad de la Nación española es exactamente la misma. Mi posición sobre las reformas estatutarias es exactamente la misma, o mi posición sobre las pretensiones de Ibarretxe...

—Da la sensación de que María San Gil dice cosas sobre el PNV que usted modula...

—Le pido que lea el debate sobre el plan Ibarretxe que yo hice en las Cortes en el año 2005, le pido que lo lea. Esa era mi posición entonces y hoy, mi posición es exactamente la misma, no la he cambiado

—María San Gil, Ortega Lara, Regina Otaola... Se queda usted sin símbolos muy notables. Ante la opinión pública, ¿su marcha debilita la imagen del PP?

—Sería absurdo, injusto y mezquino negar la importancia de estas personas. Son referentes de unos valores que nos unen a todos y un ejemplo de coraje cívico. Lo único que espero es que pronto disipen sus dudas. Haré todo lo que esté en mi mano para que así sea.

—Los tres coinciden en que desconfían de usted y de una nueva estrategia del partido. ¿No teme que su figura esté quemada?

—Siento que la mayoría de militantes de Partido Popular en el País Vasco y en el resto de España me apoyan, y eso me reconforta y me da fuerzas para el futuro. Lo más importante ahora es que el Congreso se cierre bien y que la atención se traslade a nuestra labor de oposición y a las soluciones que podemos plantear a los problemas de los españoles.

—¿Qué efectos puede tener entre el electorado del PP vasco que San Gil abandone el escaño?

—María es un enorme activo. Por fortuna, en el Partido Popular del País Vasco también hay mucha gente que lleva mucho tiempo, que ha defendido sus mismas posiciones y que lo ha hecho muy bien… Yo tengo confianza en ellos y creo que podemos tener un buen resultado en las próximas elecciones al Parlamento vasco.

—No obstante, el clima en el PP vasco no parece el más adecuado para afrontar unas elecciones...

—Ahora mismo tenemos convocados un congreso a nivel nacional y otro en el País Vasco. Estoy convencido de que una vez que hayan pasado estaremos en mejores condiciones que ahora para presentarnos ante los ciudadanos como el partido unido y fuerte que siempre hemos sido. El PP ha sabido sobreponerse a más circunstancias difíciles y complicadas. Y esta vez también lo hará. Estoy convencido.

—En el País Vasco dicen que usted apuesta por Alfonso Alonso.

—No, yo no apuesto por nadie. Por fortuna hay personas muy brillantes en el Partido Popular del País Vasco, y serán ellas los que tengan que hacer una reflexión y decidir en el Congreso quién es su candidato.

—El 9-M su partido perdió por 17 diputados de diferencia en Cataluña y por 6 en el País Vasco. Si descontáramos estas dos comunidades, sería presidente del Gobierno. Usted mantiene que hay que hacer algo, ¿en concreto, qué?

—Desde luego, lo primero es mantener las posiciones, los principios y aquello en lo que crees. A partir de ahí, hemos demostrado que somos capaces en muchas comunidades de mejorar muy claramente los resultados, y lo hemos hecho fundamentalmente a costa del Partido Socialista. Claro que tenemos que mejorar; tenemos que reforzarnos, tenemos que trabajar más, explicarnos mejor, romper algunos estereotipos falsos que nos han aplicado nuestros adversarios, etcétera. Es evidente que la solución no es no hacer nada, y desde luego la solución tampoco es cambiar de principios.

—¿Ustedes van a variar la política de confrontación para hacer más políticas de acuerdos en comunidades como el País Vasco?

—Si se repiten las circunstancias como las que han sucedido en esta legislatura, es inevitable la confrontación. Si el Gobierno pretende negociar con ETA o si el señor Ibarretxe pretende hacer un referéndum de autodeterminación saltándose la Constitución, es evidente que vamos a defender que se cumpla la ley, la España constitucional, y que no se negocie con ETA. Si, por el contrario, la lucha contra el terrorismo se hace como se decía en el Pacto Antiterrorista, estaremos apoyando al Gobierno. En este momento la prioridad en el País Vasco es la recuperación de la libertad, y eso pasa por la derrota de la banda terrorista.

—El otro día dijo usted que el PP debe ser un partido de centro reformista. ¿Qué diferencia hay entre el centro reformista, el liberalconservadurismo, el centro-derecha o el reformismo liberal?

—Nosotros celebramos el congreso de la refundación del partido en 1989. Ahí se creó el Partido Popular. El PP era una operación para hacer el partido que tenemos en este momento. Ahí se incorporaron el Partido Demócrata Cristiano, los liberales, Alianza Popular como el grueso y otras fuerzas. A partir de ahí se tomaron otras decisiones, como pasarnos al Grupo Popular Europeo, donde estamos con Angela Merkel y con Nicolás Sarkozy. El nuestro es un partido de centro y reformista, donde defendemos la libertad como fundamento de la dignidad de la persona, la igualdad de derechos y oportunidades, un estado de bienestar, la solidaridad, la atención a los más débiles, la unidad nacional y la lucha contra el terrorismo. Ser reformista es ser capaz de adaptarse a los cambios que se producen en el mundo, en la sociedad, e incluso a las circunstancias. En este partido tienen que sentirse cómodos todos los que nos han votado, y más porque el partido tiene que intentar representar a todos.

—Partamos de la base de que gana el Congreso de junio. ¿Usted se la juega de verdad en las elecciones europeas y, más en concreto, en las gallegas?

—Esa misma pregunta me la hicieron en 2004. También había elecciones vascas, elecciones gallegas, teníamos el Gobierno, dejamos de tenerlo, y había elecciones europeas. Yo, si gano el Congreso, lo que habré conseguido es la confianza de mi partido, y mientras mi partido me mantenga la confianza yo, lógicamente, seguiré siendo el presidente. En cuanto deje de producirse, no lo seré. Trabajaremos para que las cosas vayan de la mejor manera posible, pero yo no puedo plantearme otro horizonte distinto del de hacer las cosas bien pensando en las elecciones de 2012.

—¿Entendió, señor Rajoy, las palabras de Aznar en su reciente intervención como un reproche hacia su gestión de la actual situación?

—No, creo que el comportamiento de Aznar está siendo impecable. Aznar vivió algo parecido a lo que estoy viviendo yo, en 1993. Yo estaba aquí, era el vicesecretario general de Organización y lo vi muy de cerca.

—¿Qué pasó entonces? Refrésqueme la memoria, por favor.

—Le invito a que repase las hemerotecas.

 

«NO MUEVO NI UNA COMA DE MI POSICIÓN CONTRA LA NEGOCIACIÓN CON ETA»

-¿Ha rectificado tanto el Gobierno que se ha acercado a los postulados que mantuvo el PP durante la tregua?

-En este momento, lo único que hemos visto es que el Gobierno, la Policía y la Guardia Civil están funcionando y, por tanto, deteniendo etarras. Yo juzgaré siempre al Gobierno por sus hechos; si lo hace bien, lo apoyaré; si no, denunciaré sus errores como hice en la última legislatura. Lo que da valor a un «no» es saber decir que «sí» cuando corresponde.

-¿Qué ocurrió el 9-M, en este capítulo en concreto? ¿La gente perdonó la negociación?

-Yo no creo que los españoles apuesten por una negociación política con ETA. En cualquier caso, yo no la defenderé nunca. Yo no muevo ni una coma de todas las intervenciones que tuve en el Congreso de los Diputados en contra de la negociación política con ETA. Son las posiciones que llevo defendiendo a lo largo de toda mi vida y que se plasmaron en el año 2000 en el Pacto Antiterrorista.

-¿Usted hubiera recibido a Ibarretxe después del espectáculo en el Parlamento vasco con el tema de las torturas de la Guardia Civil?

-La resolución del Parlamento vasco sobre las torturas me pareció absolutamente lamentable, y desde aquí manifiesto mi solidaridad con la Guardia Civil. El presidente del Gobierno debe mantener relaciones institucionales con todos, pero a mí me gustaría que hubiera recibido a los presidentes autonómicos para hablar de la financiación autonómica, del agua o de otros problemas reales de las personas. Porque, además de reunirse con los señores de su partido para hablar de financiación autonómica, el presidente sólo ha recibido hasta el momento al señor Ibarretxe, y puede transmitir la sensación de que aquí, para que lo reciban a uno en La Moncloa, hay que plantear un plan soberanista o ser del partido del Gobierno.

-¿Zapatero se niega a negociar con Ibarretxe asuntos que sí negoció con ETA en Loyola?

-Yo no sé lo que negoció Zapatero con ETA en Loyola porque no me lo ha dicho, pero lo que es evidente, y ya nadie discute, es que negoció cosas que no podía negociar. En cuanto a la reunión con Ibarretxe, si el señor Rodríguez Zapatero lo que le dijo fue que no podía celebrar un referéndum, yo estoy de acuerdo. Yo creo que no se puede celebrar un referéndum porque es ilegal, pero creo además que no hay ninguna necesidad de modificar el estatuto jurídico y político del País Vasco y que la prioridad absoluta es la recuperación de la libertad, es decir, la derrota de ETA.

-¿Una de las batallas políticas para esta legislatura será la reforma del Estatuto vasco?

-Insisto en que no me parece necesario; la prioridad debe ser derrotar a ETA y ocuparse de necesidades reales de la gente. Espero que no se repitan los errores que se cometieron con el Estatuto catalán durante la pasada legislatura.

-¿Está usted resignado, por decirlo así, a que el Tribunal Constitucional falle a favor del Estatuto catalán tal y como está?

-No, no estoy resignado. Yo tengo confianza en que el Tribunal Constitucional atienda nuestros argumentos, especialmente en un asunto tan importante como es el de la relación bilateral que se establece en ese Estatuto y que, de llevarse a la práctica, supondría cambiar el modelo de Estado y que España pasase a ser una confederación, algo que, como es natural, yo no puedo aceptar de ninguna manera. Yo defiendo el modelo constitucional, el del Estado de las Autonomías, que es el que los españoles aprobamos en 1978.

 

«SOLBES SE COMPORTA MÁS COMO COMENTARISTA QUE COMO GOBERNANTE. ESTAMOS PAGANDO LA PASIVIDAD DEL GOBIERNO»

-¿Nos acercamos a la supresión de la disciplina presupuestaria?

-Uno de los pocos asuntos en los que el Gobierno podía presentar un balance razonable en política económica era el mantenimiento del superávit, pero tengo la sensación de que ha tirado la toalla. No me gusta que se permita a las comunidades autónomas aumentar su déficit en estas circunstancias; le recuerdo que la devolución de los 400 euros puede costar a las arcas del Estado cerca de 6.000 millones de euros. Tampoco me parece correcto que no se esté haciendo un esfuerzo para reducir el gasto público. En cualquier caso, lo más preocupante de todo es la absoluta inacción en materia económica, que no contribuye a generar la credibilidad y confianza que la sociedad necesita para salir pronto de esta crisis. El ministro de Economía se está comportando más como un comentarista de los acontecimientos que como un gobernante dispuesto a tomar medidas necesarias para hacer frente a los mismos.

-¿Cuáles son las previsiones de aumento del paro que hace el Partido Popular?

-Los datos de crecimiento económico y las previsiones para lo que queda de año son muy alarmantes, y no lo dice Partido Popular, sino todos los informes económicos, como el último de la Fundación de Cajas de Ahorro. En los dos últimos trimestres se ha venido destruyendo empleo, y hay otros problemas de fondo, como el endeudamiento de las familias y de las empresas españolas, un enorme déficit exterior y dificultades por la crisis internacional para acceder al crédito. Pero, insisto, lo más negativo es la falta de respuesta del Gobierno a esta situación. Ya advertimos en la pasada legislatura que había que tomar medidas y no se nos hizo caso; ahora todos estamos pagando las consecuencias de aquella pasividad. Tengo la sensación de que el Gobierno sigue instalado en el mismo error.

-¿Crisis o desaceleración?

-Crecemos cada vez menos, se está destruyendo empleo, la inflación no está controlada, el déficit exterior es del 10% del PIB... Llámelo como quiera, pero es evidente que esta situación la están sufriendo los españoles, aunque el Gobierno no quiera darse por enterado.