UN AÑO PERDIDO

 

 Artículo de Mariano RAJOY, Presidente del Partido Popular,  en  “La Razón” del 17/04/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

  

Si de alguna manera puede resumirse el balance de la gestión del presidente Rodríguez Zapatero desde que  asumió la responsabilidad de gobernar España es que hemos perdido un año. Un año de oportunidades y de posibilidades para un país que progresaba en el orgullo de sí mismo y de su unidad en torno a la Constitución al tiempo que exhibía ante Europa y el resto del mundo una prosperidad económica y una estabilidad institucional envidiables.

Bastaría echar un vistazo rápido sobre cuál era el prestigio que tenía España en la primavera de 2004 para comprender que en tan sólo un año nuestra nación ha sufrido una erosión enorme en su respetabilidad.

De hecho, de aquel país que celebraba sus primeros veinticinco años de historia constitucional democrática, que estaba junto a los grandes del planeta y que miraba con cierto orgullo su crédito dentro de Europa debido a sus logros en política económica, creación de empleo y estabilidad presupuestaria, hemos pasado a otro bien distinto.

Ahora, España ve cómo se discute sobre su ser nacional y se cuestiona su unidad alegando conceptos tan  absurdos como el de comunidad nacional, al tiempo que se abre un proceso de reforma de su diseño territorial que no se sabe cómo ni hacia dónde se dirige. Ahora, España frecuenta con asiduidad el Caribe y el trato con personajes como Hugo Chávez. Ahora, carecemos de una posición propia dentro de la Unión Europea y  vemos cómo nuestra política se subordina a la que marcan otros desde París y Berlín, mientras nuestra economía pierde peso real, desfallece en su competitividad y se aleja de los niveles de convergencia logrados con tanto esfuerzo y sacrificio durante los gobiernos del Partido Popular.

En este sentido, el debate en el Congreso de los Diputados del Plan Ibarretxe, la  reciente cumbre europea celebrada en Bruselas y la visita de nuestro presidente Rodríguez Zapatero a Venezuela marcan las coordenadas económicas y políticas que delimitan el aquí y el ahora de un país que parece avanzar con paso firme hacia convertirse en la triste sombra de lo que fue hasta hace un año.

Por eso me permito afirmar que hemos perdido un año. Y lo digo con pesar, con el dolor de alguien que tiene ante sí la responsabilidad de decir a quienes nos gobiernan que se equivocan y que están conduciendo a España hacia un escenario que si no se endereza debidamente irá deteriorándose inexorablemente a lo largo de los próximos meses.

Lo sorprendente de la situación que nos ocupa es que nuestro gobierno no quiere realmente gobernar. Sigue instalado en los «tics» de la oposición que fue, en sus guiños y gestos demagógicos, en su permanente búsqueda de la crispación abriendo debates innecesarios que, incluso, tratan de hurgar torpemente en las heridas de un pasado que cerramos felizmente los españoles durante la Transición. En este sentido, su obsesión por retomar debates que estaban superados por la sociedad española es de una enorme  irresponsabilidad. Primero, porque un gobernante no está para crear problemas. Y segundo, porque no se pueden exhibir actitudes tan intolerantes y faltas de moderación y respeto institucional como las que ha mostrado nuestro gobierno con respecto a la Iglesia Católica o con relación a la terrible y dolorosa memoria que tiene para todos nosotros el pasado que encarna la Guerra Civil.

Gobernar significa hacerlo para todos y desde una actitud que no puede ser la de ideologizar –en el peor sentido de la palabra– ni moralizar la opinión pública. El revisionismo es malo y peor cuando, además, trata de demonizar a quienes tratamos de cumplir lo mejor posible con nuestra labor de oposición.

El Sr. Rodríguez Zapatero debería regañar menos a quienes tratamos de controlar legítimamente su acción de gobernar y, sobre todo, evitar ese gesto suyo de estar encantado de haberse conocido y de reprocharnos con indudable moralina que no pensemos como él. España no se merece un gobierno como el que tenemos. Sobre todo cuando sus decisiones se orientan a deshacer la gestión del anterior. Revisar una política educativa orientada hacia la calidad de la enseñanza es una torpeza que pagarán nuestros hijos. Revisar los planes de infraestructuras y una política hidrológica solidaria castigando a las Comunidades Autónomas en las que gobernamos los populares es insensato. Como es insensato apoyarse parlamentariamente en formaciones políticas como ERC o IU cuando el Partido Popular ha ofrecido a los socialistas su apoyo para tratar de sacar adelante las políticas de fondo que sostienen la unidad, la igualdad y la solidaridad de todos los españoles.

Según pasan los meses se pone de manifiesto que el presidente Rodríguez Zapatero vive obsesionado por la imagen y por mantenerse en La Moncloa como sea y al precio que sea. Rehúsa tomar decisiones. Pasa por encima de los problemas  de puntillas, más pendiente de la sonrisa que pondrá en la foto que le tomen los periodistas que en afrontar la difícil tarea de gobernar. En vez de aprovechar el buen legado económico que dejamos los populares y rentabilizarlo adoptando reformas económicas y fiscales capaces de mejorar nuestra competitividad, se enroca en un política que vive de las rentas y la inercia de nuestras reformas económicas, olvidando que en un mundo globalizado y que tiende a la deslocalización se requiere audacia y muchas dosis de imaginación. Y lo que se dice de la economía puede aplicarse a la inmigración –donde parecen ponerse las bases para que ésta se transforme con el tiempo en un problema mayúsculo– o la vivienda, donde la irrisión que producen las medidas que se proponen no evita el enfado que sienten millones de españoles al contemplar el espectáculo de una ministra Trujillo que parece tomarnos el pelo.

En fin, doce meses ya de gobierno de Rodríguez Zapatero y el balance que se nos ofrece es tan pobre que el mejor resumen que se puede hacer del mismo es que hemos perdido un año. Afortunadamente los españoles saben que en el Partido Popular existe una alternativa y un equipo de gobierno capaz de encauzar las cosas cuando la sociedad española nos devuelva la mayoría. Y aunque sé que este dato no sirve de consuelo por el momento, con todo, es la garantía de que España podrá recuperar su crédito y su orgullo de sí misma a las primeras de cambio. Los populares estamos aquí dispuestos a ello. Vamos a luchar para que sea así y vamos a seguir ejerciendo una oposición inteligente y firme que demuestre a los españoles que con nosotros se tomarán las decisiones que los socialistas eluden y que con nosotros la estabilidad institucional y las políticas de libertad, de reformas y de bienestar devolverán a nuestro país a la senda en la que se encontraba antes que el Sr. Rodríguez Zapatero asumiera la presidencia del gobierno.