INTERVENCIÓN DEL DIRECTOR DE EL MUNDO EN LA
PRESENTACIÓN DE 'TITADYN'
YO ACUSO (ESPAÑA 2009)
Por su interés
y relevancia he seleccionado la declaración que sigue para incluirla en este sitio
web
Bajo estas
líneas se reproduce íntegra la intervención del director de EL MUNDO ayer, en
la presentación del libro 'Titadyn'. Siguiendo el guión del célebre 'J'Accuse'
de Émile Zola, Pedro J. Ramírez acusa a los 18 cargos policiales y judiciales
cuya actuación ha impedido que se conozca lo que ocurrió el 11-M
El 10 de enero de 1898, el prestigioso biólogo Émile Duclaux, director
del Instituto Pasteur, publicó una carta en el diario parisino Le Siècle con la
que abría lo que podríamos llamar el frente científico del caso Dreyfus.
Sostenía que se había condenado a un inocente, denunciando la falta de rigor de
la instrucción sumarial, la ligereza de la sentencia y la actitud de las
autoridades, a las que presentaba encerradas en una cueva para no recibir la
luz que podían aportar las pruebas caligráficas, el análisis químico de los
documentos o el cálculo matemático de probabilidades.
Aunque sea imposible determinar cuál fue el impulso decisivo, esevidente que este gesto estuvo entre los detonantes de la mucho más extensa y célebre misiva que tres días después Émile Zola publicó en L' Aurore con el título de J'Accuse. Si la ciencia entraba en liza en pos de la verdad, ¿cómo no iban a hacerlo la literatura y el pensamiento crítico?
Ni
Antonio Iglesias está al frente de una gran institución pública -aunque méritos
no le faltarían para ello- ni yo soy el Pedro Zola que para bien o para mal
pintan algunos. Pero, a cambio, su aportación científica a la causa del
esclarecimiento de lo ocurrido en Madrid el 11 de marzo de 2004 es mucho más
concreta que la de monsieur Duclaux, y yo supliré con constancia y empeño mis
menores dones literarios.
En
todo caso, desde el momento en que conocí el minucioso trabajo de este químico
perfeccionista y abnegado, me pareció que era nuestro deber moral contribuir a
divulgarlo para que el mayor número posible de ciudadanos tengan elementos de
juicio tan decisivos como los que constituyen sus conclusiones.
Yo no
sé lo que ocurrió el 11-M y el trabajo de Antonio Iglesias tampoco lo desvela.
Pero sí demuestra que lo que no ocurrió es lo que dice la sentencia, porque en
todos los restos de los focos se halló dinitrotolueno y en el único que no
había sido lavado con agua y acetona se halló nitroglicerina, dos componentes
que están en el Titadyn y no en la Goma 2 ECO. Por lo tanto, es científicamente
imposible, químicamente imposible, molecularmente imposible por mucho que lo
afirmen la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo que «toda o gran parte de
la dinamita [que estalló en los trenes] procedía de Mina Conchita», porque en
Mina Conchita había Goma 2 ECO, pero no Titadyn.
La
otra gran aportación de este trabajo son los sólidos indicios de la
manipulación policial de la investigación, brillantemente realzados por el
texto de Casimiro García-Abadillo, que más que un prólogo es una auténtica hoja
de ruta del estado de la cuestión. Puede decirse, pues, que gracias a este
libro ya sabemos por culpa de quiénes no sabemos lo que ocurrió en el 11-M o,
al menos, por culpa de quiénes las posibilidades que un Estado democrático
tiene de averiguar la verdad sobre un atentado político de esa magnitud
quedaron infamemente disminuidas.
Poner
ahora a esas personas en la picota pública no sólo es un acto de justicia
compensatoria, sino que constituye posiblemente la última esperanza de
reactivar la maquinaria de las instituciones e intentar limpiar -como escribió
Zola- «la mancha de cieno» que ensucia nuestra dignidad nacional.
Por
eso, igual que hizo él hace 111 años -ojalá nos traiga suerte tan perfecto
capicúa-, yo acuso.
YO
ACUSO al entonces comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, de
mantener una línea de conducta supuestamente orientada a la ocultación y
manipulación de pruebas con flagrante incumplimiento de sus deberes
profesionales, al transgredir los protocolos sobre recogida y almacenamiento de
restos, al asumir unos análisis que no le habría correspondido realizar, al no
poner a disposición de la Policía Científica los fragmentos obtenidos en los
focos de los trenes, al predeterminar la investigación con la muestra patrón de
la Goma 2 ECO de la que presuntamente salió también el explosivo colocado en la
Kangoo y al proporcionar al juez Del Olmo, a la Comisión de Investigación
parlamentaria y al propio tribunal del 11-M información falsa o gravemente
errónea, perjudicando una y otra vez la búsqueda de la verdad de lo ocurrido.
YO
ACUSO a la perito química de los Tedax con carné profesional 17.682 de mantener
una línea de conducta supuestamente orientada a la ocultación y manipulación de
pruebas con flagrante incumplimiento de sus deberes profesionales, al no
redactar y entregar a sus superiores un informe por escrito especificando los
componentes de la dinamita que identificó en los análisis realizados en el
laboratorio de los Tedax durante el mediodía del 11 de marzo de 2004 y al
destruir la disolución en agua y acetona de los restos empleados, impidiendo
así toda posterior verificación.
YO
ACUSO al entonces comisario jefe de la Policía Científica, Carlos Corrales, de
incumplimiento de sus deberes profesionales al no reclamar de forma fehaciente
la entrega de los restos de los focos de los trenes para su análisis en su
laboratorio tal y como era preceptivo.
YO
ACUSO al entonces subdirector general de la Policía, Pedro Díaz Pintado, y al
entonces comisario general de Información, Jesús de la Morena, de
incumplimiento de sus deberes profesionales al consentir expresa o tácitamente
que el jefe de los Tedax no entregara a la Policía Científica los restos de los
focos de los trenes.
YO
ACUSO al general Félix Hernando, responsable de la UCO de la Guardia Civil, de
mantener una línea de conducta supuestamente orientada a la ocultación y
manipulación de pruebas con incumplimiento de sus deberes profesionales, al
transmitir a la Comisión de Investigación parlamentaria, al juez instructor y
al propio tribunal del 11-M información falsa o gravemente errónea sobre la
investigación de la trama de explosivos en Asturias y el papel de sus
confidentes en la misma, y al dar presuntamente instrucciones a su subordinado
el alférez Jaime Trigo para que tratara de destruir la nota informativa que
demostraba esa falsedad.
YO
ACUSO al alférez de la UCO Jaime Trigo de mantener una línea de conducta
supuestamente orientada a la ocultación y manipulación de pruebas al dirigirse
al entonces segundo jefe de la Comandancia de Oviedo, Francisco Javier
Jambrina, y pedirle, según su testimonio judicial, la destrucción de la nota
que dejaba en evidencia a su superior Félix Hernando.
YO
ACUSO al actual comisario jefe de la Policía Científica, Miguel Ángel Santano,
y a sus subordinados Pedro Mélida, José Andradas y Francisco Ramírez de
mantener una línea de conducta supuestamente orientada a la manipulación y
ocultación de pruebas al «alterar» de «forma inveraz» -tal y como ha
establecido la Justicia- un informe pericial que podía contradecir la versión
oficial de lo ocurrido, dejando patente que -al margen de la propia
trascendencia de dicho informe- existía una consigna política para orientar la
investigación en una única dirección.
YO
ACUSO al mando de la Policía Científica Alfonso Vega, jefe de la pericia
ordenada por el tribunal del 11-M, de entorpecer la acción de la Justicia al
poner trabas al trabajo de sus compañeros y al alentar en su propio informe al
tribunal las más extravagantes teorías para tratar de justificar la aparición
en los análisis de componentes químicos que echaban por tierra la versión
oficial de los hechos.
YO
ACUSO al juez Juan del Olmo de grave negligencia e incompetencia profesional al
permitir la destrucción de pruebas esenciales como los propios trenes, al no
asegurarse de que la Policía hubiera cumplido los protocolos establecidos para
el análisis de explosivos, al concluir la instrucción sin tan siquiera contar
con una prueba pericial de lo que estalló en los trenes, al permitir el
incumplimiento de las normas de custodia de las pruebas, al orientar
unidireccionalmente las investigaciones y al perseguir con saña sin
«ponderación, mesura ni equilibrio» a los dos policías que podían poner en
evidencia algunos aspectos irregulares de las mismas, tal y como acaba de
establecerlo la Justicia.
YO
ACUSO al juez Javier Gómez Bermúdez de negligencia profesional, al incluir en
la sentencia graves errores materiales de carácter fáctico en relación al
resultado de la pericia de explosivos; de inconsistencia intelectual, al no
reflejar en la sentencia las consecuencias lógicas del resultado de la prueba
pericial por él mismo encargada; de incoherencia personal, al defraudar las
expectativas por él mismo alentadas cuando comunicó a las víctimas que algunos
policías irían «caminito de Jerez»; de frivolidad, imprudencia y posible
revelación de secretos, al colaborar en el libro de su esposa sobre el juicio,
y de manipulación política, al hacer una presentación sesgada, tendenciosa y
distorsionada de la sentencia. Vergüenza sobre vergüenza.
YO
ACUSO a los jueces Alfonso Guevara y Fernando García Nicolás de negligencia
profesional, al suscribir los graves errores materiales de carácter fáctico
incluidos en la sentencia, al respaldar las inconsecuencias del ponente en
relación al resultado de la pericia de explosivos y al respaldar pasivamente su
presentación sesgada, tendenciosa y distorsionada de la sentencia.
YO
ACUSO a la fiscal del caso, Olga Sánchez, y a su superior directo, el fiscal
jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, de negligencia profesional e
incumplimiento de las obligaciones que se derivan del Estatuto del Ministerio
Público al impulsar una investigación unidireccional, ceñida a la conveniencia
del Gobierno, y desdeñar el valor probatorio de la evidencia científica
mediante expresiones como: «En los trenes estalló Goma 2 ECO y vale ya» o «Da
igual el explosivo que se utilizara».
No,
no da igual el explosivo que se utilizara porque si, tal y como se deduce del
riguroso trabajo del químico Antonio Iglesias, lo que estalló fue Titadyn, es
muy probable que algunos inocentes hayan sido condenados y no cabe duda de que
hay grandes culpables en libertad, pues nadie ha sido juzgado y condenado por
suministrar este explosivo.
No,
no vale ya. Por seguir ciñéndome a la estructura e incluso a las palabras
literales de aquel artículo de Zola, en cuanto a estos 18 funcionarios públicos
a los que acuso, «debo decir que ni les conozco, ni les he visto nunca, ni
siento particularmente por ellos rencor ni odio. Les considero como entidades,
como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí no es más que
un medio revolucionario [yo elegiría un adjetivo más modesto, pues, no en vano,
la democracia ha progresado en los 111 años transcurridos] de activar la
explosión de la verdad y de la justicia».
Zola
concluía de forma impactante y melodramática: «Sólo un sentimiento me mueve, sólo
deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad que ha sufrido
tanto y tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito
de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los tribunales y que me juzguen
públicamente».
Yo suscribo
ese mismo espíritu de lucha por la verdad y, por supuesto, como siempre, asumo
las consecuencias de la libre expresión de estas opiniones. Pero, dicho sea con
toda franqueza, aspiro a que los juzgados sean ellos.
Yo
sólo puedo acusarles ante el tribunal de la opinión pública pero confío en que
todos estos indicios, pruebas y argumentos estimulen a quienes están
legitimados para ello a iniciar las acciones pertinentes para que todas o al
menos algunas de estas 18 personas deban rendir cuentas de sus actos en el
plano profesional, administrativo o eventualmente penal. Sólo procediendo
contra ellos podremos ahora recorrer el camino inverso de las piedras de
Pulgarcito hacia el origen de los hechos y las fuentes de la verdad.
«Así
lo espero».