ZAPATERO ENTRA EN LA HISTORIA

 

 Artículo de PEDRO J. RAMIREZ  en “El Mundo” del 02.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Con un muy breve comentario al final:

 

YA ES HORA DE EXIGIR RESPONSABILIDADES (L. B.-B., 2-10-05, 23:30)

 

 Siento tener que escribir este artículo. Pero, culminando una semana de calamidades de toda índole, José Luis Rodríguez Zapatero ha conquistado anteayer el dudoso honor de ser recordado como el primer presidente de un gobierno constitucional que promueve y logra sacar adelante un texto legal -el Estatuto de Cataluña- destinado a dinamitar los fundamentos mismos de su poder político. Un poder político que recibió en depósito de los ciudadanos y cuya integridad juró solemnemente defender.

Lo ocurrido es lo más parecido al testarazo de Woodgate al fondo de su propia portería que hace 10 días dejó mudo al Bernabéu y provocó la risión de la prensa deportiva del mundo entero.¿Pero no decían que el chaval era un fenómeno? Pues a juzgar por la primera gran oportunidad de demostrarlo La diferencia es que aunque Guerra, Bono y algún otro se esfuercen en emular a Robinho y Raúl para darle la vuelta al partido, tal y como ocurrió contra el Athletic, incluso aunque el propio Zapatero se lanzara ahora al ataque para compensar su pifia, de forma menos alocada y bronca de como lo hizo Woodgate, el daño causado por este gol en propia meta a su equipo -que formamos todos los españoles- es ya irreversible.

Zapatero ha entrado en la Historia de la forma más lamentable que imaginarse pudiera, aunque quede por ver hasta qué extremo lo empeora. La alternativa es bien elocuente. Tenemos por un lado la opción directamente catastrófica de que el Congreso permita que este texto, más o menos maquillado por los presuntos «retoques» que sugirió anteayer Fernández de la Vega, se convierta en ley, destruyendo así el Estado constitucional del 78. Y nos queda por el otro la opción simplemente pésima de rechazar lo que el 85% del Parlamento catalán ha aprobado, siguiendo un procedimiento formalmente irreprochable. No hay término medio porque es obvio que ni Carod, ni menos aún Artur Mas tras su sacrificio final en el altar del patriotismo catalán, aceptarán las tropecientas enmiendas imprescindibles para convertir esa criatura elefantiásica, heterogénea y contrahecha en algo armónicamente constitucional, pues ello supondría que, tras el paso por la Comisión que no en vano preside Alfonso Guerra, a su Estatut no lo reconocería «ni la madre que lo parió».

Si el proyecto de ley decae, y no puedo imaginar otra cosa aunque sólo sea por el instinto de supervivencia del PSOE en el resto de España, el victimismo catalán estará servido durante varias generaciones. Dirán que los representantes democráticos del pueblo de Cataluña alcanzaron un consenso histórico pidiendo esto y lo otro y aquello y lo de más allá, que lo plantearon por los cauces establecidos, y que la bota de Madrid aplastó sus ilusiones, acreditando una vez más la incomprensión secular de los españoles hacia sus aspiraciones. Así escribirán la Historia y no habrá quien les apee de tal punto de referencia cada vez que tengan la posibilidad de condicionar una mayoría parlamentaria: no germinará un nuevo Pacto del Majestic con CiU o un nuevo enjuague semioculto con el Rovireche de turno que no pase por la exigencia de aplicar el Estatut del 2005.

Así escribirán la Historia, pero en lo sustantivo estarán falsificándola pues, naturalmente, omitirán cuánto ha tenido de artificial, falso e impostado este psicodrama autoinducido por una elite política, empresarial y periodística, enervada por el opiáceo del nacionalismo. Lo que se ha vivido en los últimos días en Cataluña sólo puede comprenderse en ese clima de embriaguez colectiva que caracteriza la exaltación patriótica de unos mitos y unas metas largamente soñados por unos pocos, cuando se ponen por fin al aparente alcance de la mano de todos.

Así, empresarios habitualmente lúcidos y responsables como Fainé, Lara o Rosell firmaron una carta-manifiesto -¡dicen ellos que porque Maragall se lo pidió «como favor personal»!- en pro de un texto enfermizamente intervencionista que encorseta la actividad económica y ata aún más corto a las Cajas de Ahorro a la argolla del control político. Así el arzobispo de Barcelona bendijo, con la intermediación de la Virgen de las Mercedes, una Carta Magna catalana que abre el camino a la eutanasia y al aborto libre y que en el momento de recibir tal hisopazo poco menos que proscribía la enseñanza religiosa, lo cual a mucha gente le puede parecer bien, pero no a él. Así los principales diarios catalanes han actuado no ya como animadores de este proceso de autodeterminación, sino como intransigentes forofos prestos a descalificar a quienes se salieran del guión establecido por el tripartito. La coacción final a Convergencia i Unió podría explicarse en las Escuelas de Periodismo como ejemplo de aquel tipo de prácticas que, anteponiendo un supuesto derecho a la construcción nacional al propio derecho a la información, se propugnaban desde la Unesco de los años 80 en nombre del Nuevo Orden Informativo Internacional. ¿O no es tercermundismo puro que los periodistas aplaudan a los políticos a los que tienen el deber de controlar?

Pero lo extraño no es que algunos de estos catalanes, arrebatados por los fervores del momento, hayan actuado con la insensatez de aquellos aristócratas franceses que en una noche de borrachera republicana abolieron todos los privilegios y proclamaron todos los derechos del hombre imaginables, pavimentando así su propio camino hacia la guillotina. Lo inaudito es que desde la propia Corte de Versalles -es decir desde la presidencia del Gobierno de España- se haya alentado e incluso liderado esa dinámica tan meliflua en la forma como implacablemente rupturista en el fondo.

Cotejar la morfología de esta aterradora criatura legislativa con los esfuerzos públicos y ocultos realizados desde La Moncloa para darle la vida obliga a frotarse los ojos con incredulidad.Aconsejo vivamente tal salto de trampolín hacia el más insondable de los pasmos. Anímense, pasen y lean. La autodeterminación de Cataluña como «nación», la imposición unilateral de un falso federalismo a España, la obligatoriedad del uso del catalán, la sustitución de los valores constitucionales por un nuevo catálogo de derechos y deberes «catalanistas», la creación de un sistema judicial propio, el hurto y posterior blindaje de una serie de competencias exclusivas del Estado o la confiscación de los tributos destinados a financiar políticas de cohesión, solidaridad o simple desarrollo territorial, sustituyéndolos por el magro óbolo de la «cuota de retorno» -por citar sólo las barbaridades más notables, absolutamente inimaginables hace sólo un lustro- no son sino el resultado de las siguientes circunstancias políticas:

1) La apuradísima elección de Zapatero como líder del PSOE con el decisivo apoyo del PSC de Maragall y Montilla. 2) La promesa de sustituir el satisfactorio Estatuto en vigor por uno nuevo, formulada por Maragall como arma de confrontación con el PP, cuando daba por hecho que sería el partido de Aznar el que seguiría en La Moncloa. 3) El compromiso de Zapatero de aceptar y respaldar el texto que viniera de Cataluña, cuando -como bien acaba de apuntar el propio Guerra- nada indicaba que fuera a encontrarse en la tesitura de tener que cumplirlo. 4) El respaldo de Zapatero, contra el criterio de la opinión mayoritaria en el PSOE, a que Maragall formara Gobierno con Esquerra Republicana y a que mantuviera dicha coalición a pesar del encuentro clandestino y desleal de Carod con la cúpula de ETA. 5) El estímulo de Zapatero a las pretensiones más extremistas incubadas tanto en el tripartito como en CiU, admitiendo una y otra vez que Cataluña pueda autodenominarse «nación» y sembrando constantes dudas -incluso en sede parlamentaria- sobre la identidad y unidad de España. 6) Los ímprobos esfuerzos finales de Zapatero por ayudar a Maragall a llevarse al huerto al pobre Mas, reuniéndose con él reiteradamente en La Moncloa para cambiarle el discurso del requisito de la constitucionalidad por el del mandadme el Estatut que os dé la gana que luego ya veremos cómo nos las arreglamos entre todos. Estos son los hechos, con el 11-M -ahí es nada- actuando como cooperador necesario, como catalizador incluso, de tal cadena de fatalidades y disparates.

Zapatero podrá decir ahora la misa que considere más conveniente para tratar de controlar el descomunal incendio que él mismo ha engendrado y propagado. Pero cinco años de condescendencias, cuando no de complicidades, hacia un Maragall del que lo más suave que dicen propios y extraños es, directamente, que está grillado, le contemplan ya desde las colinas de las hemerotecas.Si este artefacto legislativo es mucho más peligroso y grave que el propio plan Ibarretxe es, entre otras razones, porque sus derechos de autor los devenga, como mínimo al 50%, el mismísimo presidente del Gobierno. Y eso, además de una fuente de confusión inenarrable, supone una irresponsabilidad tan descomunal que no es de extrañar que dispare las más esotéricas especulaciones.

Desde que todo está ya pactado con la ETA, hasta que el verdadero objetivo a no muy corto plazo es echar al Rey e instaurar la Tercera República, la incomprensible conducta de Zapatero da pie a las cábalas más inquietantes en ámbitos que a menudo engloban el propio espacio sociológico del Partido Socialista. Aunque lleva unos días pasándolo peor que mal, él mantiene la compostura, apela a la confianza en sus valores democráticos e incluso invoca la última ratio de que está dispuesto a dar la vida por el bien de este país. La magia de su magnetismo continúa poco menos que intacta en su entorno personal y mantiene a raya los conatos de discrepancia en un Gabinete que hoy por hoy se divide entre quienes abominan del texto del Estatuto catalán y quienes aún no se han dado cuenta -básicamente las chicas- de que su entrada en vigor conllevaría la amortización de sus cargos y funciones.¿Para qué tratar de concertar políticas comunes en materia de Cultura, Educación, Vivienda o Sanidad si el principal de los interlocutores autonómicos ya advierte que no se sentirá concernido por aquello que no respalde -artículo 167. 2 del Estatut-, sea cual sea la mayoría por la que se apruebe?

Que María Teresa Fernández de los Retoques no nos engañe, ni se autoengañe. La entrada en vigor de algo remotamente parecido a esto que el Parlamento catalán enviará a las Cortes mañana o pasado, mientras los ujieres barren en sus pasillos las serpentinas, el confeti y los demás restos de la bacanal del viernes, supondría el final del régimen constitucional del 78 del que tan orgullosos nos habíamos sentido hasta antes de ayer la inmensa mayoría de los españoles, lo cual engloba a la inmensa mayoría de los catalanes. Y eso significa que para que nuestra democracia sobreviva ha de perecer este delirio soberanista que balcanizaría hasta las últimas consecuencias -aquí, hoy, ni una sola palabra es gratuita- las vidas y los corazones de 45 millones de ciudadanos que de ninguna manera merecemos esto.

Comprendo la indignación del PP y desde ahora suscribo los grandes remedios que para estos grandes males va a proponer mañana mismo Rajoy. Pero aquí tiene que funcionar la legendaria regla de la tienda de porcelana que la vieja Europa sigue aplicando implacablemente al estropicio de Bush en Irak: el que rompe algo o lo arregla o lo paga. Señor Rodríguez Zapatero, muy bonito lo suyo de ayer por la mañana en su terruño leonés; pero no vamos a prestar ya más atención a esos ejercicios de funambulismo retórico mientras que no ahuyente al elefante -lo de la trompa no va con segundas- que ha metido en nuestra sección de cristalería, recoja cada una de las piezas dañadas y reponga su integridad con el pegamento del consenso constitucional. Y no se le ocurra ni siquiera hablarnos de elecciones anticipadas -a menos que en vez de arreglar el estropicio pretenda seguir amplificándolo y entonces no quepa sino coincidir con la demanda del PP- antes de que cada parte del inventario vuelva a estar en su sitio.

Porque, hablando con franqueza, las cosas que han pasado aquí esta semana no son propias de un Estado miembro de la Unión Europea, sino de un lugar parecido a ese Irak del que lleva usted varios años sin dejar de hablarnos. Lo de Cataluña se parece bastante a la autodeterminación del Kurdistán; las avalanchas sobre las vallas de Melilla y Ceuta, con su reguero de cadáveres desafinando sobre la espiral de púas que allí llaman «concertina», son cosas de suníes y chiíes en sus peregrinaciones, autoflagelaciones y demás raptos de locura; y la única diferencia -no pequeña desde luego- es que, en la fase actual, los coches bomba aquí estallan después de que los que los ponen nos avisen por teléfono, al modo en que lo hacía Gila, para subrayar en cuán diversos lugares -Avila, Tarazona- pueden surgir «oportunidades para la paz».Sólo Cataluña queda, por cierto, excluida de esta nueva forma de evangelización terrorista desde que el viaje a Perpiñán dio sus frutos e inició este proceso que ahora ha permitido a Maragall vincular su Estatut con lo que toque pactar en el País Vasco con los asesinos de cientos de personas.

No se extrañe, señor presidente, si en los próximos sondeos su popularidad sufre un brusco retroceso. De repente, usted que estaba merodeando alrededor de una de las contracubiertas del último tomo de la Historia contemporánea por el mérito de haber sacado a nuestras tropas del avispero de Irak en un sagaz ejercicio de retirada preventiva, se ha metido de lleno en su peor capítulo por el demérito de estar iraquizando -sí, sí, ríase, ríase - parcelas decisivas de la vida pública española.

 

Muy breve comentario final:

 

YA ES HORA DE EXIGIR RESPONSABILIDADES (L. B.-B., 2-10-05, 23:30)

 

Ahora que ya ha llegado el engendro inconstitucional a las Cortes Generales, después de que el PSC le diera impulso en alianza con los independentistas y soberanistas, es ya imprescindible que los socialistas que queden en el PSC y en el PSOE planteen la exigencia de responsabilidades políticas por traición a la Constitución y  al socialismo. No es posible que la cúpula del PSC golpee brutal e indignamente la estabilidad de Cataluña y de España sin que se levante ni una sola voz en el interior del partido para depurar la situación. No es posible que en el PSOE los socialistas que hace tiempo que manifiestan su descontento con la situación se queden paralíticos, limitándose a rezongar sin tomar medidas de exigencia de responsabilidades y cambio de rumbo, en el PSC y en el PSOE.

Es el momento de plantearse si el PSC no ha resultado un engendro para controlar a la izquierda por parte de una élite pseudosocialista en Cataluña. Es el momento de refundar la federación catalana del PSOE y rescatar a los votantes socialistas catalanes del secuestro y al PSOE de la degeneración en el resto de España.

O los que se consideren socialistas se plantan, en Cataluña y en el resto de España, o el PSOE va a pasar a la Historia como el enterrador de la Patria. Y morirá con ella.

No se puede seguir tascando el freno por consideraciones tácticas o miedos garbanceros: el país exige valentía y abnegación, sin medias tintas ni pasteleos melifluos. O emergen políticos dignos y con principios o la democracia y España corren un peligro letal. Uno no puede dejar de decir lo que cree ante tanta demencia, estupidez e indignidad.