Artículo de Josep Ramoneda en “El País” del 08 de junio de 2008
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
Puesto que al PP, entretenido en tareas
de mudanza, le quedan pocas energías para dedicarse a hacer oposición, hablemos
del Gobierno. El presidente, fiel a su idea del carácter extremadamente
presidencialista del régimen, confeccionó un gobierno a su medida que destaca
por tres cosas: la desaparición de los zapateristas
de la primera hora, con la liquidación casi al completo de Nueva Vía (el núcleo
que acompañó a Zapatero en la breve marcha hacia el poder); la predominancia de
los independientes sobre los militantes socialistas, poniendo en duda la
utilidad del partido como vía de selección de altos dirigentes; y los golpes de
efecto mediáticos, que se resumen en uno: Chacón, mujer y embarazada, al frente
de un ejército forjado en el franquismo.
Con este Gobierno, Zapatero tiene que
afrontar una legislatura engañosa, llena de trampas en su recorrido. El
presidente está fortalecido por la desaparición de cualquier sombra sobre la
legitimidad de su liderazgo y por el estado de guerra interno en la oposición.
Tiene la mayoría absoluta más cerca, por tanto necesita menos aliados para
ganar las votaciones parlamentarias. Y tiene un calendario político menos
complicado en comparación con la legislatura anterior, en que el orden del día
estaba cargado de temas en que las pasiones identitarias
y los rencores anulan a menudo la razón: los efectos políticos del 11-M, las
reformas estatutarias, algunas leyes rupturistas en materia derechos civiles y
costumbres, la frustrada tregua. Pero bajo esta apariencia de placidez, de la
que el Gobierno parece haberse contagiado con una lenta entrada en acción, se
esconden serios escollos. Y, por mucho que ahora se hable de moderación y
consenso, el mismo PP, cuando complete su terapia, volverá estar ahí sembrando
el terreno de minas.
Evidentemente, domina la crisis
económica, que siempre es una prueba de humildad para cualquier gobierno
nacional, porque muchas de sus causas están fuera de su alcance. El Gobierno se
ve, por un lado, obligado a tratar de contrarrestar cualquier sensación de
pánico, lo que le sitúa en el terreno de los eufemismos y las medias verdades.
Por otro lado, su impotencia le lleva a un discurso que tiene algo de fatalismo,
ante la obviedad de que su capacidad para actuar sobre la crisis es limitada. Y
finalmente las medidas que se toman o son precipitadas, condicionadas
electoralmente y de efecto dudoso, como los famosos 400 euros, o tardan en
producir efectos que la ciudadanía pueda notar. Todo esto compone un retablo
que no favorece la confianza, que es la única virtud que sirve como salvavidas
en estas coyunturas.
Pero, además, esta legislatura tiene alguna paradoja de calado. Es cierto
que al PSOE le faltan menos escaños que en la anterior para cuadrar mayorías.
Y, sin embargo, puede que le sea más difícil encontrar aliados. ¿Por qué?
Porque los partidos minoritarios, los que viven de completar mayorías, han
salido tocados de las elecciones y están en recomposición interna. Porque las
relaciones con los dos socios preferidos -PNV y CiU- están muy condicionadas
por lo que ocurre en sus comunidades: el Plan Ibarretxe
y el tripartito. Y porque los 27 diputados del PSC podrían dar algún disgusto
si las relaciones se enconaran en materia de financiación autonómica o
reconocimiento del Estatuto. La confección del presupuesto para el año próximo,
con la recaudación a la baja, puede dar más de un disgusto al Gobierno. El
debate de la financiación autonómica no tiene la componente pasional del debate
estatutario pero algunos jirones de confianza se dejarán por el camino. Y es
difícil encontrar un tono de firmeza frente al PNV, por el desafío del
referéndum, que no impida gobernar juntos Euskadi dentro de un año.
El peso de la crisis en la escena limita las posibilidades de tomar
iniciativas en otros terrenos. Los dineros escasean y es mucho más difícil
obtener rendimiento mediático de algunas iniciativas, y ya se sabe que hoy en
día las propuestas políticas son función directa de la política de imagen. En
este contexto, Zapatero empieza, por fin, a mirar al exterior. Energía e
inmigración son, como acaba de explicar en el Financial
Times, los dos temas prioritarios de su agenda europea. Ha habido en el
hacer de Zapatero una tendencia peligrosa al doble juego: incomodó a la Iglesia
con leyes como la de matrimonios homosexuales y después le dio más dinero que
nadie; declaró una regulación masiva de inmigrantes ilegales, que ha dado un
excelente resultado, y presionado, desde dentro y desde fuera, giró hacia
posiciones más conservadoras; lanzó la reforma de los estatutos y se arrugó a
medida que el proceso se le iba de las manos. En tiempos difíciles, si quiere
navegar con seguridad hará bien en aprender la principal lección de la
legislatura anterior: cuando se toma una iniciativa se tienen que tener muy
medidas todas las variables para llevarla hasta el final. De lo contrario se
genera confusión y desconfianza. -