EL DISCURSO DEL REY

 

Las sombras proyectadas sobre el modelo de Estado y Ceuta y Melilla deben ser despejadas

 

 Editorial de   “La Razón” del 02.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

La aprobación en el Parlamento catalán del nuevo Estatut ha provocado un intenso temblor institucional y tres intervenciones de notable calado. En primer lugar, el Rey ha recordado su servicio a los españoles en el marco de nuestra Monarquía  Parlamentaria, amparada por una Constitución «que se fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española», mensaje relativo a la actualidad marcada por la reforma estatutaria. El significativo discurso se produjo en un acto castrense, en el que el Rey volvió a jurar bandera en la celebración del cincuenta aniversario de su ingreso en la Academia General Militar. La alusión del Monarca a la Constitución resulta inapelable.

En segundo lugar, hay que destacar la intervención del líder de la oposición y presidente del PP, Mariano Rajoy, que ha acusado a Zapatero de haber hecho una grave dejación de funciones. No es ningún secreto que el impulsor final del acuerdo entre CiU y el tripartito sobre el Estatut fue el presidente del Gobierno en sendas reuniones con Mas, a una de las cuales asistió el presidente de la Generalitat.

Tampoco es ninguna novedad que en el programa electoral del PSOE no constaban cambios constitucionales de la envergadura de los que obligaría el Estatut. Pero es que, en torno a la soberanía nacional, los sucesos de Ceuta y Melilla y la última cumbre con Marruecos proyectan sombras que no han sido convenientemente despejadas. Es especialmente relevante el hecho de que mientras los diputados nacionalistas de Cataluña han dado un paso que desborda las hechuras de la Constitución, los presidentes de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla claman en vano por un estatus jurídico y territorial que las encaje en el Estado de las Autonomías.

En tercer lugar, el presidente pretendió ayer «encauzar» un debate que ha disparado todas las alarmas respecto al modelo de Estado después de meses de frivolidades sobre lo que se ha dado en llamar «la segunda transición». El hecho de que no asuma «sin más» el texto proyectado por los diputados nacionalistas (entre los que no cabe menos que incluir a los del PSC-PSOE) es un golpe de timón a una promesa, la de aceptar lo que aprobara el Parlament sin tachaduras. Luego matizaría que se debía ajustar a la Constitución. Y ésa será una ardua tarea que provocará más fricciones. Al valorar estos tres discursos, que representan a la práctica totalidad de las sensibilidades políticas de los españoles, más que enmiendas lo que el Estatut necesita es una profunda reescritura.

El reto de España, dijo Maragall, es la paz en el País Vasco y el Estatut. El reto de Maragall será no recurrir al victimismo cuando las Cortes le devuelvan un texto ajustado a la Constitución, entre otras razones porque no se puede imponer un modelo de Estado desde una parte hacia el todo.