EL SITIO DEL PARTIDO POPULAR

 

El partido de Rajoy queda como único garante de la estabilidad institucional

 

  Editorial de   “La Razón” del 07.11.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web

  

La estrategia del PSOE, el tripartito y CiU es tan indisimulada y clamorosa como arriesgada. Se trata de marginar al PP, de no llegar a ningún acuerdo con la formación conservadora, de crear un discurso único para extender la singular teoría de que el partido de Rajoy es la expresión contemporánea de una derecha dura, casi involucionista. El debate político ha dejado de lado las sutilezas, lo que no ayuda precisamente a determinar áreas de encuentro entre las dos grandes formaciones nacionales. En este preciso instante el país político carece de consensos básicos en el centro. Todo el aparataje pactista del PSOE y del presidente del Gobierno está orientado hacia un acuerdo sobre el Estatut bajo la premisa de que no participe el PP. Y en la misma medida en la que Rajoy trata de encontrar puntos de encuentro, el PSOE parece más decidido a imposibilitar que el PP contribuya a mejorar el documento del tripartito o que, al final del proceso, ese Estatut pueda incluir más rúbricas, como en el caso del resto de los Estatutos. Esta estrategia es jaleada por una parte de CiU y ERC, pero el giro radical y su traslación demoscópica preocupa a algunos ministros, a una parte del grupo parlamentario que dirige Rubalcaba y a la

dirigencia de Ferraz. En estos momentos, es más fácil que se desmorone la unidad socialista explícita en el debate del pasado día 2 a que el PP acuse el vértigo de ser el único partido que defiende una idea ortodoxa y rigurosa de Estado. Esto no es sólo el debate sobre la identidad nacional de Cataluña o la sustancia política y cultural

de España. Se trata también de la vertebración económica, del equilibrio fiscal, de la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos o de las raíces socio-religiosas necesarias para hacer de la inmigración y de la educación un éxito de convivencia y respeto, de ciudadanía. Pero más arriesgada parece la estrategia socialista en tanto que el Estatut no es el único asunto del orden del día. Zapatero aspira a hitos históricos para los que la implicación del PP es imprescindible. Se trata de la violencia terrorista, del fin de ETA, y romper los puentes políticos de la forma tan abrupta en que se está haciendo no parece muy inteligente.

El PSOE acusa al PP de no haber pasado página sobre el 14-M, pero hay actitudes socialistas que vendrían a demostrar que este partido no ha superado el 13 de ese aciago mes. Acusar al rival de practicar el tremendismo político puede funcionar durante periodos breves y en debates de intensidad ideológica, pero no es una descalificación sostenible. En el otro extremo, el PP queda como único garante de la estabilidad institucional y tan sólo se ve obligado a modular los mensajes para que no cale la teoría socialista del insulto constante. Está abierto al pacto, pero con unas condiciones casi leoninas, porque la responsabilidad de rescatar al PSOE del abrazo nacionalista no es del PP, sino de los dirigentes socialistas.