LOS EFECTOS DEL «PACTE DEL TINELL»

 

Dos años después de la firma, la exclusión del PP de cualquier acuerdo político sigue vigente

 

  Editorial de   “La Razón” del 10.12.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

El reciente y creciente malestar del PSOE con su socio ERC se funda, entre otros elementos, en los estrechos márgenes de actuación que el rigorismo nacionalista y progresista fija en torno a un Gobierno cuyo margen de maniobra queda reducido más por complejos frente a las reivindicaciones soberanistas que por los equilibrios parlamentarios. Si todas las negociaciones de relieve pasan por el acuerdo previo con

ERC es obvio que el Gobierno cede a un partido independentista y republicano una cuota de poder gratuita sin estar obligado a ello, salvo por la estructura de gobierno para Cataluña. Se entiende en los aledaños de la Moncloa que ERC se ha excedido en la «capitalización» de su importancia en el Congreso, en la Generalitat y, en general, en la escena pública. Pero tal vez se ha llegado un poco tarde a esta constatación, sobre todo porque el «Pacte del Tinell» va a cumplir dos años el próximo día 14. En ese acuerdo, además de fijar las bases del reparto del pospujolismo, se cometió el exceso de sentar por escrito las bases de la exclusión del PP de cualquier acuerdo en cualquier nivel de la Administración. Tal exageración obligaba (y obliga, pese a que en privado dirigentes socialistas catalanes reniegan de los excesos del «pacto») a todas

las fuerzas firmantes a renunciar a consensos que incluyan al PP, en Cataluña y, por si fuera poco, en el resto de España, mención que, obviamente, ata a los socialistas.

De ahí que la política del diálogo y el talante preconizada por el presidente del Gobierno carezca de credibilidad, suene a falsa y contribuya a restar eficacia a la campaña de atribuir al PP la crispación como arma de agitación electoral. Un partido y un Gobierno que no han denunciado o renunciado a ese punto del acuerdo del tripartito no puede reprochar al PP que presentar un proyecto alternativo de Estatuto sea poner palos en las ruedas a un proceso que carece del apoyo del segundo partido en las últimas elecciones generales. Ese desprecio público y notorio al PP descalifica

todo lo que en materia territorial se diga desde el PSOE o desde el Gobierno porque se parte de una exclusión que tiene más de ajuste de cuentas que de estrategia política. Hasta que no se corriga ese punto, cualquier acusación socialista al PP sobre pactos como el antiterrorista es papel mojado, mera retórica, una suerte de salir del trance tirando por elevación. En su momento, el «Pacte del Tinell» pretendió ser presentado como la expresión de un momento de catársis de una sociedad que había sido gobernada durante 23 años por Convergencia, que se sacudía los viejos tics de una administración que pese a no dar signos de agotamiento estaba demasiado vista. Eso impidió dar el verdadero valor a un documento que se extralimita, que es toda una declaración de intenciones de la que nadie, ni siquiera ERC, puede sentirse orgulloso. Su aceptación acrítica demuestra que en aquel momento conseguir el poder era lo más importante. Su mantenimiento quiere decir que, en cierto sentido, vale todo.