DEFENSA DE LA UNIDAD

 Editorial de  “La Razón” del 26/12/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Si nunca se han caracterizado las palabras navideñas de Su Majestad por ser un discurso protocolario o vacío de contenido, las de este año tienen una especial significación, precisamente, porque han sido pronunciadas en un momento en el que desde diversos sectores políticos se impulsa una arriesgada reforma de la Constitución, cuyo objetivo final ni siquiera ha sido claramente definido.
   El Rey, dentro de la concepción formal irreprochable de su discurso, como no podía ser de otra forma, no ha querido eludir el fondo de la cuestión que se ventila y que no es otra que la puesta en revisión de la naturaleza de la Nación española, tal y como la contempla nuestra Carta Magna. Para Don Juan Carlos, no hay, no debe haber, contradicción posible entre la diversidad y pluralidad de las regiones que integran España y su carácter de Nación, «labrada durante siglos por nuestros antepasados», «tierra a la que pertenecemos» y «hogar común que, progresivamente, hemos ido mejorando». Son palabras textuales del Rey, que dejan poco lugar a las interpretaciones. La Nación concebida como un hecho diacrónico a lo largo de la historia y que, por lo tanto, no puede ser patrimonio exclusivo de una generación determinada.
   No podía pasar inadvertido el fondo de apelación a la unidad, al ser de España como patria común, del discurso, tal y como atestiguan las escasas, pero significativas, críticas procedentes de algunos sectores del nacionalismo vasco y, más sorprendentemente, de Izquierda Unida. Pero Su Majestad, sin ambages, no ha hecho más que recordar que la historia de un éxito, el de la Transición, que ha supuesto que en poco más de una generación los españoles hayamos forjado el más largo período de convivencia democrática y de crecimiento de los últimos siglos, no podrá seguir adelante si olvidamos cómo se forjó.
   Porque, en palabras del Rey, las profundas transformaciones vividas por España no hubieran sido posibles, ni tampoco lo serían hoy en día, sin la estabilidad política, social y económica que asegura la vigencia y el respeto de nuestra Constitución. Frente a la retórica tan al uso de la «segunda transición» y similares, Don Juan Carlos nos recordó que estos veintiséis años de prosperidad y estabilidad en democracia es, sin embargo, un período corto, comparado con los vividos por las naciones más avanzadas de nuestro entorno.
   Prudencia, concordia y defensa de los intereses colectivos son, pues, los principios que deben inspirar cualquier modificación de un texto, como la Carta Magna, que ha sido artífice principal del gran salto adelante dado por nuestro país. Y, por supuesto, respetando el consenso con el que fue redactada. En definitiva, palabras del Rey para una reflexión sobre lo qué se quiere hacer y qué finalidades se buscan en un proceso de reforma constitucional que, por otra parte, no se ve urgente ni necesario por la mayoría de los españoles.