DEMASIADAS VOCES EN EL PSOE
Editorial de “La Razón” del 07/01/2005
Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
La parte expositiva del excelente discurso que,
con motivo de la Pascua Militar, pronunció ayer ante Su Majestad el Rey nuestro
ministro de Defensa, José Bono, sería suscrita sin duda por la inmensa mayoría
de los ciudadanos españoles, quienes, como el político socialista manchego,
están convencidos de que la Constitución y las instituciones por ella amparadas
son la mejor garantía de la paz, la libertad y el progreso de esta vieja nación
llamada España. Sin embargo, no deja de ser pertinente la consideración
expresada por el secretario de Comunicación del Partido Popular, Gabriel
Elorriaga, que no encuentra la misma sintonía y claridad al abordar la cuestión
del modelo territorial del Estado en otros caracterizados dirigentes
socialistas, como Pascual Maragall o Patxi López. De hecho, buena parte de la
intranquilidad y preocupación que refleja estos días la ciudadanía hay que
atribuirla a la disonancia de los distintos portavoces del PSOE frente al
concepto de nación, que tan diáfanamente quedó instituido en nuestra Carta
Magna. Incluso, podríamos llevar más lejos el análisis si nos preguntáramos por
las verdaderas causas de un debate, el de la reforma de los Estatutos de
Autonomía, cuya urgente necesidad no acaba de percibirse en la opinión pública.
Pese a los esfuerzos del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez
Zapatero, por trasladar un mensaje de tranquilidad ante el desafío planteado por
el proyecto soberanista del lendakari Ibarreche, es imposible negar la sensación
instalada entre muchos españoles, y no sólo los votantes del PP, de que no hay
una idea clara, un proyecto lo suficientemente madurado, de lo que se pretende
hacer. Es, en cierto sentido, la interiorización general de la reiterada
advertencia del jefe de la oposición, Mariano Rajoy, sobre la imprudencia de
abrir el melón constitucional sin haber establecido a dónde se quiere llegar.
Porque, además, la intuición del ciudadano medio frente a la cuestión de los
nacionalismos abunda en la misma percepción intranquila. Así, basta con repasar
algunas de las reacciones al discurso del ministro de Defensa para constatar lo
que afirmamos. La visceralidad con que han recibido los portavoces nacionalistas
las palabras de José Bono es significativa de lo que algunas formaciones,
incluidos los socios del actual Gobierno, interpretan como «estado
plurinacional» o «nación de naciones». Y esto cuando el ministro se ha limitado
a expresar una verdad constitucional ante los encargados por la propia
Constitución de defenderla. Que ningún territorio podrá tener proyectos que
rompan la voluntad soberana de todos los españoles es el fundamento del Estado,
tal y como lo recoge el artículo 1 de nuestra Carta Magna, y en ningún caso
puede ser motivo de escándalo para quienes, se supone, forman parte de la nación
y están amparados por sus legítimas instituciones. Porque, como expresó ayer Su
Majestad, es desde el pleno respeto a la Constitución como la nación española,
es decir, todos sus ciudadanos, seguirá progresando unida, en democracia y en
libertad.