LA TRAMPA DE NEGOCIAR CON ETA

 

 Editorial de  “La Razón” del 21/01/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

El titular de Defensa, José Bono, ha expresado con la contundencia que le es propia la posición de un sector del PSOE ante la posibilidad de abrir, una vez más, el capítulo de la negociación con los terroristas de ETA. Mantiene el ministro, y en ello coincide con la mayor parte de la sociedad española, que cuando escucha a ETA hablar de paz lo que siente es repugnancia porque, a veces, podría dar la impresión de que cuando los pistoleros hablan de un determinado modo dejan de ser lo que son: asesinos.

Y es que resulta curioso y sintomático que ETA siempre abra la puerta a una presumible negociación sobre el final del terrorismo en momentos de debilidad extrema, y cuando se acerca una consulta electoral a la que no puede concurrir su brazo político. Por eso, los contactos del Ejecutivo con la banda para sondear una supuesta entrega de las armas, que hoy adelanta en exclusiva LA RAZÓN, suenan a historia vieja, ya conocida, y de desenlace previsible. Los terroristas han manejado con suma habilidad la ansiedad de los demócratas por acelerar el epílogo de la violencia criminal, y ver así la luz al final de un túnel interminable, para entablar conversaciones-trampa, que ha aprovechado para tomar protagonismo y recuperar el aliento asesino. Debiera, por tanto, el Gobierno aprender de errores pretéritos y dirigirse con prudencia y paciencia sin dejarse engañar por los cantos de sirena de quienes, como los terroristas, son los únicos responsables de poner punto y final a su criminal carrera. ¿Por qué cuestionar ahora una estrategia, como la del Pacto Antiterrorista, que ha logrado colocar a ETA en una situación agonizante? ¿Por qué dar balones de oxígeno a quien merece la aplicación estricta de la Justicia? El Estado de Derecho sólo debe esperar el comunicado final de la banda y la entrega de las armas sin ninguna contraprestación. La paz no puede tener precio, la memoria de las víctimas no puede sacrificarse a intereses de partido, por muy legítimos que sean.