SE ACABÓ LA LUNA DE MIEL

 

 Editorial de   “La Razón” del 08.06.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

El Gobierno llegó al poder cuando nadie lo esperaba, a lomos de la peor matanza de nuestra historia y de una operación de agitación y propaganda que funcionó como una afinada orquesta, aunque fuera a costa de que los responsables se dejaran mechones de dignidad en la gatera de la legitimidad política. Con la euforia de

una victoria inesperada, el PSOE, que se presentó a las elecciones generales con un programa pensado

para ejercer la oposición, se instaló en la política del talante, de la imagen, de la retórica y, en

definitiva, del cartón piedra. En un hecho casi sin precedentes en nuestra democracia, el Gobierno de Rodríguez Zapatero ha tardado poco más de un año en dilapidar la mayor parte del apoyo ciudadano

que un suceso excepcional y algunos deméritos ajenos le brindaron en bandeja. Porque la experiencia ha demostrado que los primeros 365 días de administración suelen suponer una etapa de entusiasmo, cuya inercia empuja a una progresión ascendente al partido gobernante de turno, con máximos porcentajes de intención de

voto y de valoración de sus líderes. Históricamente, ha sido siempre un primer año triunfal.

Pues bien, esa incuestionada secuencia se ha quebrado con el Gobierno Zapatero con datos incontestables

en la mano. Ayer, la Prensa internacional recogía un contundente y sintomático comentario: «La luna de miel de Zapatero (con la sociedad) parece haber terminado».

Era un epílogo que se veía venir. Las encuestas del CIS habían pronosticado la tormenta. Primero, con aquel desmoronamiento de los índices de confianza ciudadana en el presidente del Gobierno y, después, con el declive de la intención de voto socialista y el crecimiento del popular hasta reducir la diferencia a niveles prácticamente de empate técnico. La manifestación de las víctimas del terrorismo, con casi un millón de personas en la calle contra la política antiterrorista del Ejecutivo, supuso un mazazo prácticamente imposible

de digerir para un Gobierno al que sus propios errores le han situado ya a la defensiva. Zapatero haría mal en buscar las razones de esa mayoritaria contestación ciudadana lejos de los límites de su propia responsabilidad. Atizar fantasmas ajenos sería una artimaña de política menor y de corto alcance. Porque los motivos residen única y exclusivamente en la acción y ejecución de una política global desnortada. Una política que ha  debilitado la España constitucional y ha cuestionado la solidaridad y la cohesión territorial sólo para

favorecer a los particularismos etnicistas representados porsus socios independentistas, que ha generado una contrarreforma laicista y anticlerical en el ámbito educativo, cultural y social, que ha laminado nuestro papel internacional con una incompetente política exterior o que ha reanimado a una ETA agonizante y ha dinamitado una estrategia antiterrorista de probada eficacia. Con este panorama, el divorcio con la sociedad era inevitable, aunque el Gobierno prefiera seguir ciego y sordo, con un despliegue de pirotecnia e imagen,

pero ayuno en hechos positivos.