ENTREVISTA A ALBERT RIVERA,
Por Alberto L. Marín en “El Imparcial” del 16 de octubre de 2008
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
"Hay una Cataluña
real que no confía en esta clase política"
El presidente de Ciudadanos desayuna junto a su jefe de prensa en un céntrico hotel de Madrid. Han venido a la capital para quedarse, aunque de momento la visitarán tan sólo una vez por semana. El mensaje es nacional, abierto, limpio de doble intención. Se sorprende cuando alguien le comenta que vende más lo altisonante y vacío que lo profundo. No le importa. Y eso que pretenden entrar en las grandes instituciones del Estado. "Valiente ingenuo", pensarán muchos. Incomoda, es mirado de reojo, con desconfianza, con desprecio hacia sus 28 años. Él se sabe vencedor, los que hablan ya no campan a sus anchas por el Parlament. Ahora pretende hacer lo mismo en la Carrera de San Jerónimo, quizá en la Cámara Alta, tal vez en Bruselas. No esquiva las preguntas, las responde con afán. Mira a los ojos.
A diario, los medios recibimos varios comunicados con propuestas de Ciudadanos. Reitero, propuestas. Una simple frase “subida de tono” de cualquier otro líder político tendrá más peso en prensa e informativos. ¿No piensan darnos ningún titular?
Sabemos cuál es la realidad
mediática y no vamos a entrar en ese juego. Hemos conseguido cosas dentro de
una utopía, hemos logrado cambios de situación en ayuntamientos y parlamentos,
pero sabemos que jugamos en un terreno muy complicado, donde somos un enemigo a
batir, somos incómodos. Somos la voz discrepante en un sistema que funcionaba
de carrerilla. Esa es nuestra vía de entrada a un determinado público, aunque
sepamos que no es mayoritario.
Incómodos… ¿Por qué no peligrosos? Electoralmente, claro.
El día en el que quisimos dar el
salto a la política, necesariamente nos planteamos buscar resultados
electorales, pero eso no quiere decir que sean inmediatos. Nuestro objetivo es
meternos en todas las instituciones del Estado y ser una voz que pueda
condicionar y marcar a los partidos para un cambio de mentalidad. Para mí,
plantear que se congelen los sueldos de los diputados ya es un logro.
¿Cuál es su estrategia? Al fin y al cabo son un partido.
Nuestra única estrategia es que
nos vean como un partido que surge en la sociedad civil, es la diferencia entre
Ciudadanos y los demás. En política nacional, la regeneración democrática en
España es fundamental, así como abordar el problema de elegir por cuotas a
nuestros cargos, una verdadera separación de poderes o derrotar al nacionalismo
como principal enemigo de la igualdad entre ciudadanos y de las libertades
individuales. No son problemas catalanes ni vascos, son nacionales. En España
hay una visión demasiado fragmentada de las cosas.
Hábleme del nacionalismo.
Es una ideología caduca, puesto
que vamos a un mundo en el que el ciudadano toma mayor protagonismo y las
libertades individuales deben primar sobre los intereses patrióticos. Creo que
no ha habido ningún nacionalismo en el siglo XX en Europa que haya sido
positivo, todos llevan a una sociedad monolítica. Creo que es una inflamación
de la nación, y una nación lo es en tanto en cuanto se trata de un grupo de
ciudadanos que se ha puesto de acuerdo.
¿Qué tiene que ver Montilla en todo esto?
El problema que tiene Montilla
es que tiene poco componente ideológico y mucho componente de poder. Es un
presidente que algunos esperaban que supusiera un cambio respecto a Maragall, y
también algunos nos engañamos pensando que Maragall supondría un cambio
respecto a Pujol. La realidad es que todo aquel que toca la presidencia de la
Generalitat cree que debe asumir las tesis del nacionalismo. Lo más grave de
Montilla es que parte supuestamente del socialismo, y parte también
supuestamente de votantes que no son nacionalistas. Con su voto, contribuye a
construir una nación inventada. Hay una Cataluña real que se aleja, que no
confía en esa clase política.
En las últimas semanas, su partido se ha volcado en el problema lingüístico en Cataluña, pero no se han sumado a demandar un “complot” contra el castellano, cuando esa vía les habría abierto muchas simpatías. Ustedes defienden el bilingüismo.
Debemos hacer lo que creemos y
somos, y si tenemos un modelo de sociedad abierta en la cabeza, de ninguna
manera podemos entender que las lenguas se conviertan en instrumentos
políticos. No queremos fronteras dentro de España. No es una cuestión sólo
lingüística, es un modelo de sociedad de cierre, y el bilingüismo es la única
opción de convivencia lógica.
¿Y qué piensa la Cataluña real?
En Cataluña, el nacionalismo se
caracteriza por la creación de mitos y enemigos, y el enemigo catalán es
España. Por eso, que la mayoría de la sociedad hable castellano, que se usen
indistintamente catalán y castellano, y que la mayoría de ciudadanos catalanes
se sientan tan españoles como catalanes, es como una gota que cada día les
recuerda que esa ingeniería social que están construyendo no les funciona. Su
tesis es que la lengua oficial es el catalán, y quien tenga el “defecto” de
hablar castellano, que lo haga en casa.
Pero los catalanes han votado y han sentado en sus instituciones a esos representantes y no a otros. ¿Se han olvidado de ellos?
Sin duda. El ejemplo es la
financiación. El debate se centra en cuánto me llevo, quién se lleva el dinero,
por qué soy diferente a la Comunidad Autónoma de al lado… Pero, al final, ¿esto
no debería ir acompañado de un presupuesto que diga en que se va a invertir ese
dinero? El problema es que se pide dinero pero no se dice para qué. Si nos
vamos a gastar 156 millones de euros en política lingüística anualmente, cuando
con ese dinero se podría pagar un ordenador a todos los niños de primaria de
Cataluña, cosa que no tenemos, yo, de entre esas dos prioridades, escojo la
segunda.
Dando por bueno que no son ingenieros de estrategias mediáticas y que prefieren el escrúpulo al voto, concréteme los pilares básicos sobre los que se sustenta el proyecto político de Ciudadanos.
Hablaría de tres ideas fuerza.
La primera de ellas es la igualdad de derechos en toda España. España ha
sufrido una descentralización a base de pactos con los nacionalistas, no ha
sido una descentralización pausada, calculada, sino en función del poder, y eso
ha provocado desajustes en el sistema. El segundo punto es la regeneración
democrática, y van en el paquete una ley electoral más justa y una separación
de poderes efectiva, porque tenemos el sistema más presidencialista de facto de
Europa. El poder de un presidente del Gobierno en España es ilimitado. Y
tercero: la sociedad civil española está muerta, porque los partidos se han
dedicado a ahogarla. Van demasiado lejos. Es una labor muy dura, pero es
nuestra labor defender que exista una sociedad civil viva.
¿Cómo caen en el Parlament?
(Albert mira a su jefe de
prensa, Daniel, y sonríen) Como partido, mal. Somos incómodos, y a nadie le
gusta que le saquen los colores, que hurguen en sus cuentas o que denuncien los
abusos. No entramos en el Parlamento para gustar a nadie. Entramos para
representar a una parte de la sociedad que no tenía voz. Hemos dicho cosas que
nunca se habían escuchado en ese Parlamento. Creo que los que hayan votado a
Ciudadanos saben que lo que dijimos en campaña lo estamos cumpliendo a
rajatabla.
¿Y el joven político Albert Rivera?
Todavía, desgraciadamente, ser
joven en política es un handicap. No sólo soy joven sino que no soy político
profesional…
¿Quién lo es?
Para mi es el que lleva desde
los 15 años y no se le conoce una profesión. Esa es mi tesis, la política debe
ser temporal, se ha convertido en una profesión y eso lo que ha hecho es
empobrecer el nivel de la política. Cuando alguien se queda en política es
porque no tiene otra cosa en la que trabajar. Por fortuna, debo reconocer que
hay una parte de la sociedad que sí quiere ver a gente joven implicada en la
vida pública.
¿Disfruta?
Hay momentos muy difíciles, más
de los que se puede imaginar, pero es una experiencia muy bonita, el poder
defender tus ideas, decir lo que piensas en una tribuna pública. Es para mí una
de las labores más bonitas que se pueden hacer. Hay que recuperar el estilo de
la antigua Grecia, recuperar una labor no meramente mercantil, sino una labor
de honor. Esa es mi forma de entenderlo. Hay que tener una visión vocacional de
servicio público temporal. Sin duda, es una experiencia que poca gente de mi
edad habrá podido vivir.
¿Cuáles son sus referentes?
Me gusta el perfil del
estadista, pero todos los perfiles tienen su parte más buena y su parte más
mezquina. Los grandes políticos son los que piensan en todo su país, y no sólo
en los que han votado por ellos. Me gusta leer discursos de grandes luchadores
de los derechos civiles americanos, como Abraham Lincoln, y lo que representa
el enfrentrarse a una guerra por la unión de su país frente a los que defendían
la esclavitud y la falta de libertad por el hecho de ser negro.
Ahora que habla de EEUU, ¿Obama o McCain?
Me parece muy interesante la
campaña, porque gane quien gane habrá cambio. Creo que McCain no es el típico
republicano, me ha sorprendido gratamente. Obama representa un cambio en todo,
sobre todo, por qué no decirlo, es importante que un negro pueda llegar a ser
presidente, pero se le haría un flaco favor si sólo se le juzgara por eso.
¿Qué le trae por Madrid?
En esta ocasión, los medios de
comunicación. Vengo prácticamente una vez por semana porque la política
nacional está en Madrid. Puedo anunciar que, probablemente antes de finales de
año, pondremos en marcha una fundación del partido nacional y queremos que
tenga sede en Madrid, que sea un centro de pensamiento cívico dentro de la
sociedad española. Será nuestro granito de arena a introducir el componente
ético a la política.
¿Le gusta la capital?
Estoy muy a gusto. Es una ciudad
que ha pegado un cambio en los últimos 15-20 años y ha superado a otras
ciudades españolas, entre otras Barcelona, en
apertura. Es una ciudad viva y no te preguntan de dónde eres.
¿En Barcelona, sí?
Eso es. No me gustan las
ciudades en las que te preguntan de dónde eres. Me gusta el lema de la
Comunidad de Madrid, “La suma de todos”, y me gustaría que Barcelona recuperase
el espíritu de los años 70.