EL ERROR DE ZAPATERO Y LA HORA DEL GRAN CAMBIO

 

 Artículo de Francisco Rodríguez Adrados, de las Reales Academias Española y de la Historia,  en “ABC” del 19.04.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

No hablo más que de error, no de otra cosa. Error, más bien errores. En relación con el «proceso» y sus fases: bomba, muertos, liberación de De Juana, reacción ciudadana en la manifestación del sábado 11 de marzo, debate parlamentario el 13, exculpación de Otegui, mirar a otro lado en relación con Batasuna y adláteres, etc. Momentos diversos de lo mismo: de un error. El error de nuestro presidente, Sr. Zapatero.

Cuando el debate parlamentario yo estaba en Vitoria, en el tribunal de una tesis sobre debates de ese mismo tipo en la antigua Atenas: en la Asamblea, en el teatro, en mil lugares. Luego oí el debate de Rubalcaba y Zaplana en el taxi. Era lo mismo. Palabras cuando hacían falta soluciones, hechos.

Y más cuando comparaba tanta desgracia con el aire vital de la capital vasca y de toda España, que recorrí, en aquellos días, de Norte a Sur, hasta el Mediterráneo, desde coches de línea, que ofrecen la mejor perspectiva, las mejores vistas. España crece, como cualquier ser vivo, cualquier sociedad. Y más si sucesivos gobiernos ayudan o, al menos, no estorban demasiado. Pero uno, al que le abruman con el tal «proceso» y con tantas cosas más, desespera al ver la belleza y la tristeza de España, al mismo tiempo.

En fin, regreso ahora de estar quince días fuera de España, en el Congreso de las Academias de la Lengua Española en Cartagena de Indias y visitando, luego, la Antigüedad en Bulgaria y Rumanía. ¡Qué alivio no saber nada esos días de la política española (y antiespañola)! Vuelvo y pregunto: igual, el mismo tira y afloja, los mismos chantajes, me dicen.

Yo pensaba, en Vitoria y en todas partes, luego, en el famoso «proceso» que engorda a ETA. Y en tantos errores, que proyectan un futuro sombrío para España. Errores, sin duda, cometidos creyendo que eran la verdadera solución. Y apoyados en argumentos humanos y en argumentos legalistas.

Pero el problema para los ciudadanos era y es: ¿en qué medida tantos argumentos retóricos son algo más o son solamente eso, retórica que arrastra al ya convencido, pero no modifica los hechos?

En aquel debate Zaplana justificaba las antiguas excarcelaciones: eran legales. Rubalcaba justificaba la de Otegui: era legal. ¡Y continuaba con aquello de que antes el PP había hecho lo mismo!

Estamos todos cansados de los argumentos legalistas y retóricos, ya se ve que eso es puro envoltorio, como el de los regalos, quizá envenenados. En la maraña legalista que nos envuelve, yo no soy quien para decidir si las excarcelaciones y las no encarcelaciones y muchas acciones e inacciones más son o no legales. Lo que es importante es esto: son un error. Son cebo para ETA, para que cada vez exija más. La experiencia nos dice que en vez de aplacar a ETA, esta las recibe como victorias y exige más y más. Esta es una simple lectura de los hechos.

Es decir: las concesiones a través de fiscales o jueces amigos o amedrentados sólo han servido para estimular el apetito de ETA. El Gobierno está en las garras de Batasuna, Batasuna en las de ETA. Aquello de Zapatero de que él tenía información ha terminado en esto: tenía desinformación, ETA no ha abandonado ningún objetivo. Zapatero ha cometido un error. Y el «proceso» lo gobierna ETA, no él.

Zapatero había dado un giro de 180 grados a una política que habían seguido todos los gobiernos españoles. Algo genial, creía, de buena fe sin duda: pero ha fracasado. En esas circunstancias sólo queda una solución: abandonar el error. Él, si sigue, o quien sea. Sea legal o no lo que ha hecho, se ha convertido en un prisionero de Batasuna, o sea, de ETA. Discutir precedentes legales o no, a nada lleva: lo que hay que hacer es tomar decisiones. Ya. Los hechos mandan.

O deberían mandar. Lo inteligente es rectificar cuando uno se equivoca. Los hechos son verdades duras, que dijo Lenin.

Zapatero tenía una esperanza, una esperanza honesta (que incluía un triunfo electoral, es humano). Y cuando regreso a España veo que sigue alimentándola, contra la realidad. Sigue apoyándose en los varios nacionalismos en sus sectores extremos, socialistas o no. Y en Batasuna y en los mantras mágicos (el diálogo y todo eso) y en la credulidad y el deseo de paz de la gente. De la honesta gente, que mantiene una normalidad en el trato humano, procura no hablar de los horrores, mantener la esperanza.

En resumen: el Gobierno hace halagos y silencios, los otros ponen bombas, amenazan -y él cede-. Ya se ha visto que esto no lleva a la paz. Somos el hazmerreír de Europa. Ha fracasado, Sr. Zapatero, ojalá hubiera tenido éxito: saque las consecuencias.

Pero, ¿qué me cuentan de los socialistas? Un partido de raíces humanistas (con intermedios irracionales, como en 1917, en 1934 y 1936, ahora) en el que, cuando suceden los horrores, varios de sus oráculos dicen lo que pensamos los demás, pero luego callan. O introducen legalismos vanos, excusas vanas.

Señores -habría que decirles- es ya la hora del gran cambio. Vds. tienen el deber moral de impulsarlo. De sacar las consecuencias, repito. Deshagan ese giro erróneo.

El pueblo español, tan sumiso, tan a la espera, tan drogado por las santas palabras, ha comenzado a reaccionar. Se vio en las manifestaciones. Y lo hace, salvo excepciones, con buen tono, buen temple humano. No viene a pelo recordar reales o supuestos errores pasados, derivados de humanas esperanzas: salvo a los fanáticos, a nadie importa eso. Seamos objetivos. Esto no es partidismo, son simples hechos. Lo que importa es el presente. Dejémonos de querellas por el pasado, por lo que se hizo o dejó de hacerse.

En fin: yo comprendo el intento del Sr. Zapatero, su esperanza. Le engañaron. Desengáñese ya, yo le diría. Todos nos equivocamos.

Pero no es su único error. Todo parte de su alianza con la izquierda radical y los nacionalistas y grupos radicales. Esos que eran cuatro y medio y a los que el cultivo del resentimiento, una Ley Electoral injusta y el poder con sus recursos han hecho casi mayoría.

Mayoría sin casi serían si esa alianza hubiera derrotado a ETA. Habría merecido, a lo mejor, la pena, pese a todo. Pues no, han fracasado. Están triturando a España para nada.

En fin, uno ve a España, cuando está lejos de ella, casi como un paraíso. Lo sería si no hubiera nacionalistas y separatistas y esos pactos o transigencias con ellos.

Ni ciertas políticas. Entre ellas, la educativa. ¡Qué pendiente decadente desde el 70! En Vitoria, vuelvo a Vitoria, mis colegas en activo lloraban por el descenso de todos los niveles, por la ruina de la ESO y el Bachillerato. Contaban cómo los profesores de Instituto sufrían, se jubilaban, se deprimían. Se escandalizaban ante el proyecto de pedir tan solo unos papeles para ser catedrático de Universidad. Y yo recordaba cómo los tímidos intentos del PP de reaccionar restaurando la sensatez y la exigencia, habían sido rápidamente desmontados.

¡Habíamos construido o reconstruido, penosamente, desde el 39, a España! Pero frente al crecimiento y la belleza de España, toda esta capitulación ante ETA, todo este fraccionalismo, toda esta incultura, entristecen. Haría falta un verdadero golpe de timón. Y los socialistas deberían ayudar a hacer girar ese timón. Seamos serios, España es pesea todo un país importante. No merece esas desgracias.

Creo que son cada vez más los que sienten esto. Detengámonos, reflexionemos, cortemos esa deriva peligrosa. El punto final y definitivo del «proceso» podría ser el primer paso. Rectificar es de sabios.