LOS "EXTREMISMOS" DE IZQUIERDA Y DE DERECHA CONTAMINAN LA VIDA POLÍTICA ESPAÑOLA

Artículo de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del   04 de abril de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

¿Por qué no existen en España partidos políticos de extrema derecha y de extrema izquierda, como en el resto del mundo? ¿Dónde están los millones de fascistas españoles que apoyaban el régimen de Franco? ¿Donde están los extremistas de izquierda que, a las órdenes de Moscú, combatían el Franquismo? ¿Por qué ahora callan todos ante las injusticias y abusos de la "democracia" que gobierna España, cuyas fechorías y abusos son, en muchos aspectos, peores que los del Franquismo? ¿Donde están los hijos de unos y otros, que fueron educados y amamantados durante el Franquismo en el extremismo intransigente, dentro del más puro ambiente arrogante y elitista de partido único?

Muchos de los que hoy observan con estupor y miedo la crispación creciente de la sociedad española, la crisis de los valores, el peligro de ruptura del Estado y el duro enfrentamiento entre partidos y tendencias, alertan ante el temor de que los extremismos fascista y comunista estén resucitando en la España de nuestros días, vaticinando, incluso, el nacimiento de nuevos partidos como el francés que lidera J. M. Le Pen o el que sigue las consignas y ejemplos de rojos sangrientos como Fidel Castro o Hugo Chávez.

Sin embargo, aunque esas incógnitas parezcan profundas y difíciles de desentrañar, tienen en la realidad española una respuesta sencilla y contundente: los extremistas de izquierda y de derecha existen en España y constituyen una enorme multitud cuyo numero causaría espanto, pero están encuadrados, como cuadros, militantes o simpatizantes, en los grandes partidos políticos, donde han encontrado hace tiempo el caldo de cultivo óptimo para progresar. Esos extremistas son los que empujan la política española con mayor esfuerzo hacia el fanatismo, la ineficacia y el radicalismo descerebrado.

Tanto los fascistas como los extremistas rojos se sienten a gusto en ambientes autoritarios y verticales, como los que rigen la vida interna de los partidos políticos españoles, donde es difícil encontrar un sólo gramo de democracia, donde todo es sometimiento al líder y donde también satisfacen su otra gran pasión: el culto al poder del Estado y de sus representantes sobre el individuo y la sociedad.

Muchos de los actuales gobernantes socialistas españoles y no pocos de los dirigentes de la oposición de derecha son vástagos de altos jerarcas del Franquismo que se educaron en el autoritarismo y en el desprecio a la democracia.

Tuve un amigo argentino que decía que si rascas en cada español de más de 50 años, siempre encuentras a un fascista. Quizás tuviera razón en lo básico, pero ignoraba que el fascismo es una enfermedad del alma, que no tiene color político. Él, quizás porque es admirador del "Che" y de otros fachas rojos sanguinarios como Fidel Castro, cree que el fascismo siempre es de derechas, pero se equivoca porque el color del fascismo no es ni el rojo ni el azul, sino el negro del alma oscura.

El fascismo es una enfermedad cultural y política, lo que hace que haya fascistas de derechas y de izquierdas, porque existe en ellos elementos y rasgos grabados a fuego que están por encima de la filiación política: el afán de poder, su obsesión por anteponer el Estado y el Partido al individuo y a la sociedad, el desprecio al ser humano "inferior" y, sobre todo, su incapacidad patológica para distinguir entre el bien y el mal. Esos principios y rasgos les unen y les convierten en una tropa perniciosa, estén donde estén, militen donde militen.

Musolini, el forjador del "fascismo", procedía, cultural y políticamente, del socialismo, al igual que Hitler y otros muchos. Sus raíces filosóficas se entroncan con la izquierda hegeliana y son las mismas que las del marxismo leninismo, aunque su recorrido haya sido, en algunos aspectos, diferente.

Los extremistas españoles autoritarios y violentos siempre han sido multitud, tanto en los tiempos de Franco como en la actualidad, pero hoy se han hecho invisibles, se han adecuado al nuevo régimen de falsa democracia, donde viven a gusto, prosperan y medran en el interior de unos partidos políticos que desconocen la verdadera democracia, donde han encontrado un hábitat perfecto y un camuflaje envidiable que les permite actuar con impunidad, haciéndose pasar por demócratas.

Sin embargo, su labor caústica y dañina está generando estragos en la democracia española. Son ellos los que han impuesto el autoritarismo y el verticalismo en la vida interna de los partidos, los que han radicalizado la vida política española, los que han elevado hasta el rango de "primera obsesión" el culto y la lucha de los partidos por el poder, los culpables del enfrentamiento casi demente entre los dos grandes partidos políticos españoles, el PP y el PSOE, los que han llevado a los nacionalismos vasco, catalán y gallego hasta posiciones enfermizas de ruptura y de desprecio a las libertades y al Estado de Derecho, los que han expulsado al ciudadano de la democracia, olvidando que, sin ciudadanos, la democracia no existe, los que ejercen la política, desde los partidos, como un auténtico monopolio, los que han ocupado y casi aniquilando a la sociedad civil española, los que han empujado a los partidos hacia la corrupción y el pillaje y los culpables de que la política esté hoy tan desprestigiada en España que ha llegado a contaminar y devaluar hasta el mismo concepto de "democracia".


El espíritu "fascista", rojo y negro, que anida en los partidos políticos españoles es el que está siempre detrás de acontecimientos tan vergonzantes como los ataques a las sedes del Partido Popular después del 11 M, de la técnica de "demonizar" al adversario, tan querida por el PP, del uso de la mentira para gobernar, tan bien ejercida por Zapatero, de los abucheos a los adversarios, del boicot a las conferencias del contrario en universidades y foros y del inmenso odio que domina la vida política española.

Los fascistas españoles de uno y otro bando, a los que el ciudadano percibe a pesar de su camuflaje, son los culpables de que la sociedad española esté quebrada, empiece a odiar a los políticos y los señale ya en las encuestas como la tercera mayor preocupación del país, por delante, incluso, de los terroristas. Son tambien culpables de que el poder intente controlar la libertad de los medios de comunicación a toda costa y hasta de esa política nefasta que se mueve impulsada por el más fascista y antidemocrático de todos los principios, el que proclama que "el fin justifica los medios".

La contaminación "extremista" de los partidos políticos españoles es tan grave que ha convertido la democracia en una sucia oligocracia despreciable, indigna de respeto, ineficaz e incapaz de gobernar con dignidad y justicia, donde la regeneración ya es imposible y cuya única solución pasa por una purga drástica que elimine a los autoritarios camuflados y por una auténtica refundación de la democracia, que parta de cero y que incorpore al sistema a la gente honrada y decente que hoy no entra en la política porque siente repugnancia.