ZAPATERO, UN "DONTANCREDO" FOSILIZADO AL QUE
YA NADIE QUIERE
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 02
de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Me
aseguran mis fuentes socialistas que Zapatero está acabado, que está tan
paralizado por el miedo a equivocarse y perder votos que no es capaz de tomar
decisiones, que ya resta votos al PSOE y que en el partido quieren quitárselo
de en medio con la mayor prisa posible y con el mínimo escándalo. El consejo de
los responsables de la campaña electoral catalana de que no se presente en
Cataluña para que no reste votos ha terminado de apuntillarle.
Zapatero es un activo amortizado que pasará a la historia como el peor
gobernante de la democracia española y uno de los peores de todos los tiempos.
Ciertamente,
la lucha por suceder a Zapatero al frente del PSOE ya ha comenzado y la mejor
prueba es que las denuncias contra Bono por su inexplicable patrimonio proceden
del mismo partido socialista, donde sus muchos enemigos pretenden eliminarlo de
la competición. Otro síntoma evidente de que está "acabado" es que le
han aconsejado que no haga acto de presencia en Cataluña durante la próxima
campaña electoral.
Nadie quiere ya a Zapatero, que es ya un estorbo para todos, tanto en España
como en Europa, donde el dirigente español es considerado un "peligro"
por Sarkozy, Ángela Merkel, Berlusconi y hasta su
correligionario Gordon Brown. En España ya no le quieren ni sus grandes aliados
empresariales, ni siquiera la cúpula financiera, que le presiona inútilmente
para que tome decisiones audaces contra la crisis y donde ya se habla ya habla
abiertamente del "fracaso" del gobierno y de la necesidad urgente de
elecciones anticipadas. Ha costado demasiado asumir la evidencia de que un
inepto estaba al mando, pero la evidencia ha terminado por imponerse, aunque el
retraso haya costado a España un enorme retroceso en su prosperidad y en su
posicionamiento internacional.
Pero, a pesar de que los grandes poderes le rechazan, el peligro de un Zapatero
tercamente aferrado al poder y acogiéndose a las grandes déficits de la
legislación española, que permite que un mal dirigente lleve al país hasta la ruina
de manera impune, sigue latente. Su guardia de corps, integrada por gente
mediocre que sabe que sin Zapatero no tendrán futuro, y los sindicatos
mayoritarios, a los que Zapatero no sólo ha comprado con dinero, sino que
también los ha insertado en el corazón del poder, son sus únicos apoyos de
cierta entidad. En uno y otro caso, son apoyos desesperados de gente que sabe
que la "caída" de Zapatero les arrastraría al abismo.
Los
barones socialistas autonómicos están asustados porque saben que la marca
Zapatero no funciona y que, por primera vez en la democracia, el liderazgo
nacional del partido resta votos a toda la periferia.
El antiguo líder optimista, de mirada azul, ha envejecido en la Moncloa y se le
ve demacrado y con el sufrimiento marcado en el rostro. Pero sigue firme en su
terquedad insensata, afirmando que él está tocado por la fortuna y que no puede
perder. A sus más íntimos les repite como un iluminado que se guarda cartas en
la manga y que al final ganará la partida.
Pero ya nadie cree en él y muchos de los que le acompañan lo hacen por inercia,
por miedo a abandonar el barco o, incluso, por lástima. Algunos afirman que
toma pastillas para combatir la depresión, pero otros lo niegan y dicen que
Zapatero tiene tanta capacidad de autoconvencerse que
no necesita ayuda química para vivir en las nubes.
Pero los hechos son tozudos y demuestran que no sólo no es un portador de
fortuna sino que más bien parece un gafe. De un análisis sensato y
desapasionado de su mandato emana un balance aterrador: ha dañado la unidad, la
economía, la convivencia, la confianza, la esperanza, el prestigio de los
políticos e, incluso, el prestigio del sistema democrático. No sólo ha hecho a
los españoles más pobres, sino que también ha conseguido que sean más
infelices, que pierdan la esperanza en el futuro y que desconfíen de sus
dirigentes y del mismo sistema democrático.
No ha solucionado ni uno sólo de los grandes problemas de España y su fracaso
como líder de izquierdas es estruendoso si se tiene en cuenta que, durante su
mandato, los ricos se han hecho más ricos y los pobres, más pobres. El
desempleo, que ha crecido hasta niveles inéditos, es su peor lacra, pero le
siguen a corta distancia la destrucción del tejido productivo español, con el
cierre de cientos de miles de empresas, el hundimiento de la economía, el
desprestigio de la "casta" política, el hedor a corrupción que inunda
el sector público, el fracaso escolar, el endeudamiento salvaje, el despilfarro
indecente y el crecimiento desproporcionado de una burocracia pagada con el
erario público, que se ha convertido en refugio de familiares, amigos,
militantes del partidos y enchufados de todo género y especie.
¿Donde están sus éxitos? Él menciona que los subsidios a los desempleados han
salvado a España de una catástrofe social, pero olvida que es mil veces más
digno y humano tener trabajo que vivir de la caridad del Estado. Esgrime
también como logro que ha ampliado los derechos de las minorías, pero lo ha
hecho a costa de los derechos de las mayorías, que se sienten olvidadas y hasta
ninguneadas por un gobernante al que no le tiembla el pulso al adoptar medidas
contra la opinión pública mayoritaria, como la negociación con ETA, la
pasividad ante la crisis, la subida de impuestos, la ampliación de la ley del
aborto y el anticonstitucional Estatuto de Cataluña, impulsado por él mismo de
manera irresponsable, sólo para conseguir apoyos nacionalistas catalanes.
Pero, a
pesar de todos sus inmensos errores y fallos, su peor lacra histórica quizás
será su demostrada facilidad para comprar votos en el Congreso con dinero
público, su falta de escrúpulos y de firmeza ideológica, que le permite cerrar
pactos "contra natura" con partidos políticos que están en las
antípodas ideológicas del PSOE, incluso con nacionalistas dominados por el
interés de destruir España.
Su
balance no es el de un ganador, sino el de un pobre diablo al que el poder le
viene grande. Sin embargo, sí hay que reconocerle un logro: su virtuosismo a la
hora de manejar la propaganda, la mentira y el engaño, gracias a los cuales
ganó las elecciones de 2004, a pesar de que España ya se hundía bajo su mal
gobierno, y ha podido ocultar, durante más de cinco años, su torpeza,
pasividad, ineptitud y escasa capacidad para gobernar un país libre y moderno.
Domingo
2 Mayo 2010