LOS MERCADOS YA NO CREEN EN ZAPATERO
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 05 de mayo de 2010
Por
su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en
este sitio web.
Daba
pena ver a Zapatero en Bruselas esforzándose en desmentir los rumores sobre la
ruina de España, pero sus gestos teatrales y engaños no funcionan con los
curtidos periodistas internacionales. Mientras tanto, los españoles de bien se
avergüenzan de su líder y se preparan para resistir años de penuria y de
humillaciones. No hay duda: Zapatero es el cáncer de España y tiene que ser
extirpado pronto. Él marca la senda del desastre. Entre nosotros y el resurgir
de España, el único gran obstáculo se llama ZP.
Los mercados se han dado cuenta de la gran tragedia de España, un país en
crisis que necesita un líder firme, capaz de unir voluntades y de conducir a su
pueblo por los caminos del esfuerzo, del sacrificio y de la regeneración, pero
que sólo cuenta, por desgracia, con un patético actor gesticulante, experto en
dividir, truculento, sonriente y asustado, que no tiene otra meta que ganar
aplausos y votos, mientras su pueblo se arruina y se hunde.
Ha mentido tantas veces que ahora nadie le cree. Se esforzó en desmentir con
fuerza y dramatismo el rumor de que España necesita también un rescate "a
la Griega", pero de nada menos que 240.000 millones de euros, más dinero
del disponible en esta Europa en crisis. Casi ha suplicado ante la prensa
internacional, pero nadie le ha creído y la bolsa española ha perdido más del 5
por ciento.
La única verdad sin fisuras y creíble es que Zapatero es el cáncer de España y
que el país no podrá salir adelante hasta que no dimita y deje el timón a
cualquier otro, aunque sea un mediocre. Los mercados recibirían el cambio con
una explosión de júbilo, aunque quien le sustituya sea alguien tan poco
atractivo como Rajoy.
Zapatero es ya un estorbo, no sólo para España sino también para Europa y el
mundo desarrollado. Su partido, si es que quiere tener futuro, debería darse
cuenta y tener el arrojo de obligarle a dimitir. Su simple permanencia en el
poder desprestigia a Europa, daña sus finanzas, provoca cotizaciones a la baja
del euro y de las bolsas europeas y genera vergüenza y estupor.
¿Por qué nadie cree en Zapatero? ¿Por qué los rumores se ceban con España y
hunden el Ibex 35? ¿Qué ha hecho el inquilino de la Moncloa para caer tan bajo?
Nadie sabe dónde está la verdad, pero, en economía, la verdad que importa es la
que creen los mercados. Y los mercados, implacables, creen que Zapatero es un
mentiroso consumado, un ególatra obsesionado con el poder que ha gastado más
dinero del que la economía española podía soportar y que ha preferido hundir a
España antes que ver como su poder político se esfumaba. Ahora, los mercados
parecen creer que, si nadie lo remedia, también hundirá al euro y a la misma
Unión Europea.
Los mercados sospechan que Zapatero ha podido falsificar las cuentas españolas,
al igual que hicieron los gobernantes griegos, y que la economía de España está
mucho peor de lo que aparenta. Los mercados no soportan la actitud arrogante de
un Zapatero que se niega a emprender las reformas que, desde hace dos años, los
expertos y las grandes instituciones mundiales le aconsejan. Los mercados no le
perdonan su falta de liderazgo y su negativa a adoptar medidas impopulares como
la reforma del mercado laboral, por miedo a perder votos. Los mercados no
soportan a los irresponsables y, cuando miran a los ojos de Zapatero
experimentan terribles sospechas y temen que, mientras el paro aumentaba y las
empresas cerraban, él incrementaba el número de funcionarios, una medida que en
economía equivale a cavar la fosa para enterrar a su propio país. Saben que, no
contento con eso, Zapatero aumentó el salario de los funcionarios en plena
crisis. Es cierto que el hombre buscaba votos, pero los mercados no perdonan
esas frivolidades. Mientras los sindicatos perdían afiliados y prestigio,
Zapatero inyectaba dinero de los presupuestos en las arcas sindicales, buscando
apoyos, obsesionado por la caza de votos. Los mercados odian la frivolidad de los
mandatarios y terminan por hacerles pagar sus abusos y errores. Lo malo es que
la factura de los malos gobernantes suelen pagarlas los pueblos que han
cometido el error de elegir a ineptos para que les gobiernen.
Los mercados han decidido que a Zapatero (y a España) les ha llegado la hora de
pagar la factura de sus derroches, despilfarros, endeudamientos y abusos. Los
ríos de dinero que Zapatero repartía en plena crisis, llenando los bolsillos de
sus colegas socialistas en el poder, de las comunidades autónomas estratégicas,
de las ONGs y fundaciones amigas, de los artistas y
cineastas, de los sindicalistas y de todo aquel que pudiera aportarle
popularidad y votos, tienen que pagarse ahora con sangre sudor y lágrimas.
Y ahora la gran pregunta: ¿Qué hacemos con Zapatero? Porque él, sólo él, es el
gran culpable del desastre de España y del drama que ya nos envuelve con su
manto de dolor.