ECHAR A ZAPATERO ES CUESTIÓN DE JUSTICIA Y DE DIGNIDAD
PARA ESPAÑA
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 13
de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Me
dicen algunos lectores que Voto en Blanco se ha convertido, en las últimas
semanas, en un blog monotemático, hostil a Zapatero. Es cierto, pero su
insistente ataque al sátrapa está más que justificado por los inmensos daños
que causa a España, a nuestra dignidad presente de demócratas y a nuestro
futuro como pueblo. Él es el gran problema de España y ahora también lo es de
Europa y de la economía mundial. Sólo una vez cada varios siglos, un inepto
peligroso y dañino llega al poder para arruinar todo lo que toca. A esta España
nuestra, a nuestra desgraciada generación le ha tocado lidiar con esa terrible
lacra. Y tenemos que erradicarla. Nos va en ello la vida y el futuro.
Cuando nos libremos de este drama, podremos regresar a los textos tradicionales
de este blog, dedicados al pensamiento político, la democracia, la ciudadanía y
la libertad.
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¿Cómo
van a solucionar el problema los mismos que lo han provocado? Soportar a
Zapatero y a sus sátrapas en el poder es indignante para todo español decente.
El suyo es un gobierno fracasado y sin respeto, fiel reflejo de una etapa de la
historia de España que es necesario enterrar con urgencia. Si dejamos que
continúe al mando, habremos perdido la poca dignidad que nos resta. Ni siquiera
ha pensado en dimitir, a pesar de los estragos que ha causado. Zapatero no
tiene derecho alguno a continuar con el timón en sus manos, manchadas de
oprobio. Su presencia al frente de la España que él ha destrozado nos humilla y
degrada como hombres y mujeres libres. Echarlo es ya una cuestión de dignidad y
decencia para los españoles. Hay que salir a las calles, practicar el boicot,
demostrar al mundo que en España quedan todavía ciudadanos.
Zapatero es un pobre diablo sin un sólo gramo de decencia, un tipo sin dignidad
que ni siquiera ha pensado en dimitir a pesar de que él mismo nos ha conducido
hasta la miseria y el fracaso. Es tan pobre de espíritu que no le importa ser
el presidente de esa España postrada que él mismo ha convertido en un
vergonzoso protectorado.
Si permitimos que esa sabandija siga gobernándonos, habremos perdido el derecho
a la libertad y nunca seremos respetados por las futuras generaciones.
Pasaremos a la historia como un pueblo de esclavos que soportó el dominio de un
personaje detestable. Como recordaba Martín Luther King a sus discípulos,
"Para que alguien se te suba encima, has tenido previamente que doblar tu
espalda". El pueblo español debe demostrar a su verdugo que todavía
conserva bravura, dignidad y decencia en su alma.
El cóctel que Zapatero ha ideado para imponer austeridad en una España que,
hace pocos años era próspera y envidiada en todo el mundo, es injusto y
perverso. Los que no tienen culpa del desastre, los más débiles e indefensos
tendrán que pagar la factura de los despilfarradores, de los malos gobernantes
y de los sinvergüenzas. Su receta para paliar la crisis ha sido mezquina,
miserable y profundamente injusta. Ha preferido sacrificar a los pensionistas,
a los funcionarios y a los ciudadanos en general antes que mermar los grandes
privilegios y abusos de la casta política. Ni siquiera ha eliminado el sucio
fondo de reptiles que nutre a los sindicatos cómplices, a las organizaciones
patronales domesticadas y a los falsos empresarios, expertos en subvenciones y
regalías. Ni siquiera está dispuesto a eliminar esos ministerios inútiles,
convertidos en nido de políticos amortizados y acostumbrados al lujo, a pesar
de que el Congreso, por mayoría, le ha odenado su cierre.
Zapatero no tiene el más mínimo derecho a continuar en el poder. Ningún mérito
avala su podrido mandato, plagado de fracasos, cuyos frutos son el desempleo
masivo, la pobreza, la destrucción del tejido productivo, la pérdida del
prestigio internacional de España, la ruptura de la esperanza, el hundimiento
de la confianza y la humillación lacerante de haber convertido a la vieja
patria de Cervantes, de Gonzalo Fernández de Córdoba y de otros hombres y
mujeres dignos en un protectorado internacionalmente enfermo, con sus valores
arruinados y arrodillado ante Alemania, Francia y Estados Unidos.
Nadie ha caído tan bajo. Ningún gobernante de España ha sido tan sátrapa,
injusto y dañino. Ningún otro mandatario podrá superar su repugnante miseria
durante los próximos siglos. Nadie nos tendrá el más mínimo respeto en el
futuro si consentimos que un tipo así siga rigiendo los destinos de España.
Echarlo es una misión que debemos a nuestra patria, a nuestros hijos y, sobre
todo, a nosotros mismos.
Ha
congelado las pensiones, ha bajado el sueldo de los funcionarios, ha suprimido
el cheque bebé y se dispone a esquilmarnos con una lluvia impuestos, tasas y
sanciones, pero el miserable se niega a cerrar las televisiones autonómicas,
que son el más ruinoso e inútil instrumento del Estado, cuyos principales fines
son adoctrinar al ciudadano, aborregarlo y contribuir al dominio de la
"casta" política. Ni siquiera ha pensado en limpiar de parásitos esa
teta del Estado, que agotan a diario los miles de asesores inútiles que él ha
contratado, las decenas de miles de zánganos que cobran del erario público sin
más méritos que ser militantes del partido, cómplices, familiares o amigos del
poder. Ha dejado intacta esa viscosa y babosa red de empresas públicas innecesarias,
fundaciones públicas truculentas, instituciones subvencionables y ONGS cercanas
al poder, creadas por la casta política para disponer de más poder y más
dinero, cuyo mantenimiento nos cuesta una fortuna.
La simple presencia de Zapatero al frente de España es un insulto a la
ciudadanía y una vergüenza nacional.