EL SINDICALISMO SALVAJE SE SIENTE IMPUNE EN ESPAÑA
Artículo de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 02 de julio de
2010
Por su interés y relevancia he seleccionado
el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Los
líderes sindicalistas del Metro Madrid aseguran que están dispuestos a llegar
hasta las últimas consecuencias y que son capaces de "reventar" la
capital de España, mientras muchos ciudadanos nos preguntamos qué consecuencias
son para ellos las "últimas" ¿Se refieren a la violencia? ¿Piensan
derrocar el gobierno de la comunidad de Madrid? ¿Pretender impedir el derecho
ciudadano a trabajar y a circular libremente? Por el momento, sintiéndose
protegidos por el poder socialista e impunes, dicen
que "Si nos tocan los cojones somos capaces de cualquier cosa" y
también que "Si tenemos que entrar a matar, vamos a matar". Lo de
"matar" suponemos que es en sentido figurado. El del sindicalismo montaraz
es otro espectáculo bochornoso de la España forjada por Zapatero y el PSOE,
cada día más africana, más inmoral, más mafiosa, más corrupta y menos limpia,
democrática y decente.
Más de
dos millones de usuarios del transporte público madrileño se sienten
secuestrados por los trabajadores del Metro y ni siquiera pueden mirar al
gobierno de Zapatero en busca de una solución, un gobierno que en lugar de
aplicar la ley y garantizar los derechos ciudadanos, se mantiene al margen,
mientras media España sospecha que Zapatero y los suyos disfrutan porque la
huelga se hace contra un pueblo madrileño que vota a la derecha.
El
sindicalismo salvaje, pandillero y violento se niega a cumplir los servicios
mínimos y se siente impune en España y protegido por el gobierno de Zapatero,
que le llena las alforjas con dinero público, incluso en tiempos de crisis,
cuando muchos millones de españoles ya nadan en la pobreza y el miedo, y por
una justicia politizada que permite que los matones violen la ley e impongan su
dominio.
Cuando
los controladores aéreos plantaron cara, el gobierno los fulminó con un decreto
que redujo sus sueldos y que tiene todas las sospechas de ser abusivo e
inconstitucional, pero ese mismo gobierno mira hacia otro lado cuando estalla
el salvajismo de los trabajadores del metro de Madrid, quizás porque el
gobierno madrileño es de derechas, mientras la irresponsable vicepresidenta de
la Vega tiene la osadía de dar alas a los matones recordando a Esperanza
Aguirre sus "responsabilidades".
Es la España inmoral y antidemocrática, forjada por Zapatero, en plena acción,
con unos sindicatos convertidos en un obstáculo para el verdadero progreso, que
reciben cataratas de dinero público del gobierno y que, en agradecimiento, no
solo soportan sin rechistar el desmantelamiento de la política social y del
Estado de Bienestar, sino que, además, están dispuestos a actuar como
pandilleros del poder, intimidando a la ciudadanía y golpeando a todo el que
pretenda ejercer su derecho a trabajar, un derecho tan sagrado como el derecho
a la huelga.
La
fiscalía se mantiene al pairo y la ley vuelve a incumplirse en esta España
mafiosa, forjada por un Zapatero que acumula más de una docena de razones
poderosas para dimitir, la primera de las cuales es el uso de la mentira como
política de gobierno y la última, impulsar leyes anticonstitucionales desde la
Moncloa (el Estatuto de Cataluña).
¿Hasta cuando los demócratas y la gente honrada de España van a seguir
permitiendo la actividad destructiva de esa casta política que, además de
arruinar la economía española, ha hundido también la moral, los valores, la
confianza y la esperanza?
El grito de rechazo que pide a Zapatero que dimita y que convoque elecciones
anticipadas es ya un clamor terapéutico, una llamada ciudadana de auxilio que,
para vergüenza de la sociedad española, nadie que pertenezca a la cofradía del
poder quiere oír, ni siquiera las grandes instituciones de la nación, como la
Jefatura del Estado, el Consejo General del Poder Judicial, los dos grandes
tribunales de Justicia y las Cortes, todas ellas ideadas precisamente para
defender al pueblo y a la sociedad contra sátrapas e incapaces que logren
apalancarse en el poder.
España
es una nación secuestrada, no solo por su gobierno y por aquellos que lo
sostienen, como son los nacionalistas "sobrecogedores", siempre
dispuestos a "cobrar" sus favores y apoyos en euros sonantes, los
sindicatos, subvencionados con el dinero de todos, y el PSOE, un partido
destruido por la cobardía, la omertá y el abandono de
los principios de la izquierda, sino también por los grandes poderes, que
permanecen al margen de la gran tragedia y que contemplan sin mover un dedo la
injusticia, la arbitrariedad, la corrupción y la impunidad, entre los que
destacan, de manera triste y frustrante, los medios de comunicación, muchos de
los cuales han renunciado a la verdad y a la defensa de la democracia a cambio
de dinero público y de otras concesiones arbitrarias del poder.