EL "CRACK" DE ESPAÑA YA HA ESTALLADO
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto
en Blanco” del 24 de noviembre
de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Me encontré hace pocos días, en un duelo, con un viejo
socialista, conocido en Sevilla por su fanatismo, su sectarismo a prueba de
balas y por su enconado odio a la derecha. Como yo sabía que, además de todo
eso, también es honrado y fiel a los viejos principios de la izquierda, le dije
de todo, le acosé con argumentos y le demostré hasta la saciedad que su partido
había traicionado a la izquierda y a España hasta más allá de la decencia.
Sorprendentemente, lo admitió todo, pero, al final, como único recurso de
defensa, me dijo: "Pero Zapatero, con sus medidas, aunque tardías e
injustas, quizás logre evitar el "crack" de España.
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Le
dije que el temido "crack" de España ya había estallado y que España
es un protectorado europeo, acosado por los mercados, intervenido y bajo un
gobierno no fiable. Pero le expliqué que la explosión del "crack"
comenzó mucho antes, el mismo día en que Zapatero empezó a mentir y a gastar
dinero como un poseso, mientras maquinaba arrojar injustamente, sobre las espaldas
de los funcionarios, de los trabajadores y de las clases medias, todo el peso
del futuro drama español, que él ya sabía que, tarde o temprano, tendría que
llegar.
Y le expliqué que "algunos ingenuos creen que el crack se produciría
cuando estallara la violencia en las calles y las masas, insatisfechas e
indignadas, apedrearan los bancos, saquearan los comercios, insultaran a los
políticos y se enfrentaran a un Zapatero convertido ya en el blanco del odio
popular por su injusticia y mal gobierno. Pero esa modalidad de explosión
quizás nunca la veamos en España porque el pueblo, aunque hundido y
desmoralizado, todavía conserva respeto por la democracia y la autoridad y no
será capaz de salir a las calles para reclamar lo que injustamente le han arrebatado.
Probablemente, el español prefiera morir de pobreza antes que rebelarse y
recurrir a la violencia".
Y agregué: "¿Que más crack quieres, siendo socialista, que ver como tu
partido mantiene en el poder a un inepto que destruye nuestra nación y que ha preferido
aplastar a los desposeídos antes que tocar los privilegios de la casta política
y de sus padrinos, los dueños de las grandes fortunas de España? ¿Lo que está
haciendo tu partido hoy es socialismo o mafia?"
Fue increíble, pero, de nuevo, me concedió la razón y descubrí entonces que el
crack era tan grande que hasta había logrado demoler la resistencia de los
socialistas más viejos, baluartes de la izquierda y defensores, a toda costa,
de su partido, al que le perdonaban durante años sus abusos, traiciones y
corrupciones, quizás porque todavía mantenía cierto aliento de política social
y de justicia distributiva, orientada a beneficiar a los más débiles.
"Tienes razón -me dijo-, porque si el socialismo español pierde el único
valor que le quedaba, su dimensión social, sólo quedará como residuo una
peligrosa banda totalitaria con demasiado poder".
Les cuento esta anécdota no tanto para demostrar que el Zapaterismo
no sólo ha destruido los pilares de la nación, sino que ha diluido también todo
lo bueno que quedaba en el socialismo español, hasta transformarlo en una banda
integrada por cobardes que toleran los abusos, por parásitos que cierran los
ojos para seguir viviendo del Estado y por una peligrosa élite de totalitarios
sin ideología ni principios, demasiado peligrosa para que merezca tocar el
poder público.
El crack ha estallado con toda su crudeza en España, aunque los medios de
comunicación sometidos al poder lo oculten y la propaganda gubernamental lo
silencie. Las empresas se cierran, crece el número de parados, los pobres cada
día son más, la corrupción ya ha sembrado de lepra el alma del poder, los
valores han sido dinamitados y los canallas y sinvergüenzas son los únicos que
se libran del drama, únicamente porque se han atrincherado en el poder público
y en las imponentes estructuras de los partidos políticos, transformados en
mafias insensibles y antidemocráticas, incapaces de percibir y de reaccionar
ante el drama de la sociedad española, sobre todo de los humildes desposeídos.
¿Es posible imaginar un "crack" mayor que el de casi cinco millones
de ciudadanos sin trabajo, muchos de ellos, con la dignidad perdida, viviendo
de los subsidios públicos, verdaderas limosnas que ahora reparten no los
caciques rurales de antaño, sino los nuevos señoritos instalados en el poder?
¿No son todo un "crack" deleznable las colas en los comedores de
caridad y el enjambre de los sin techo que cada noche se refugian para dormir
en nuestras calles y plazas, envueltos en cartones y plásticos? ¿No es todo un
"crack" de dimensiones dramáticas los miles de empresas que cierran y
las muchas que todavía tendrán que cerrar, arrojando así por la borda un
valioso tejido productivo que fue construido con el esfuerzo de las últimas
generaciones de españoles? ¿No es todo un "crack" cargado de
indecencia el que un gobierno plagado de sátrapas insensibles obligue a los
funcionarios, pensionistas y madres a que soporten todo el peso de la crisis
económica, mientras ellos, cual casta reprobable de opresores, mantienen intactos
sus ministerios superfluos, sus televisiones autonómicas inútiles y sus miles
de empresas públicas, ONGs amigas, fundaciones
públicas y otras muchas instituciones inútiles, utilizadas para beneficiar a
los amigos, para colocar a los familiares y enchufados del partido y para
burlar los controles de los tribunales de cuentas y poder endeudarse al margen
de la ley?
El verdadero "crack" de España es su corrupción desenfrenada, no
tanto la que se dedica a robar, que es la menos nociva, sino la que gobierna al
margen de la democracia, la que legisla en contra de las mayorías, la que
compra los votos que necesita para mantenerse en el poder con dinero público y
la que se niega a dimitir a pesar de los fracasos y del rechazo del pueblo
soberano. El "crack" más maligno es el que permite a los gobernantes
catalanes abrir embajadas por medio mundo mientras que el gobierno, sin respeto
a la Constitución y a la democracia, ignora y permite ese abuso, El más
rastrero crack es el que hace posible que Manuel Chaves entregue a la empresa
donde trabaja su hija una subvención de 10 millones de euros, sin otra
explicación que la arbitrariedad, sin que le ocurra nada, o que el presidente
del Congreso, José Bono, se enriquezca inexplicablemente, mientras la Fiscalía
mira para otro lado y persigue con saña a otro presunto chorizo, de menor
calado, aunque del partido contrario, que ha aceptado el regalo de nada menos
que tres trajes.
En España ya ha estallado el peor de los "crakcs",
que es el silencioso, el inmoral, el que mata sin ruido, el que conduce a la ruina
mientras que los responsables del desastre conservan
sus privilegios y mantienen su nauseabunda impunidad.