ESPAÑA: EL DESCARO Y EL MAL EJEMPLO DE LA
"CASTA" NO MERECEN PERDÓN
Artículo
de Francisco Rubiales en “Voto
en Blanco” del 19 de diciembre
de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Han
olvidado que el liderazgo les obliga a ser ejemplares. Son cada día más
altivos, injustos y traidores. Han convertido la democracia española en un
caldo nauseabundo. Están provocando y escandalizando a unos ciudadanos que, por
ahora, siguen siendo pacíficos, pero que un día, hartos de descaro y
sinvergonzonería, saldrán a las calles para exigir que esos déspotas que abusan
del poder se marchen a sus casas cargados de desprecio. Algunos de ellos, los
más corruptos, deberán ingresar en la cárcel. La "casta" está
llegando demasiado lejos. El pueblo cada día está más predispuesto a acoger con
los brazos abiertos a quien enarbole en España la espada y la escoba para
limpiar este país de cochambre. El pueblo está ya preparado para aplaudir hasta
rabiar, cuando vea humillados a los políticos arrogantes e ineptos que nos han
llevado hasta la pobreza y el fracaso.
España se parece cada día más a la corte de Versalles en vísperas de la
decapitación del rey Luis. El descaro con que hacen las cosas y la arrogancia
que exhiben los políticos son merecedoras de castigo y de oprobio. El mismo día
que se plantean bajarnos las pensiones y alargarnos el periodo de cotización,
ellos, "la casta", se aprueban pensiones de oro con tan solo 7 años
de ejercer el "duro" trabajo político. Un trabajo que consiste,
básicamente, en decirle siempre "sí" al líder y en pulsar el botón
del voto en el Congreso y en el Senado. El mismo día en que nos recortan otro
derecho y liquidan otra conquista, permiten a los bancos prejubilar a los suyos
a los 52 años, con el dinero de nuestros ya agobiantes impuestos, con el 80% de
la pensión. Pocos días antes eliminaron los 420 euros que cobraban los que ya
están al borde del suicidio o la delincuencia. Son auténticos déspotas y
tiranos en acción, una "casta" que es incapaz de dar ejemplo,
merecedora del desprecio de los demócratas y del oprobio ciudadano.
Se sienten seguros, bien custodiados por sus jaurías armadas y por los aparatos
mediáticos de propaganda, expertos en el engaño y la tergiversación. Sin
embargo, ahí están las imágenes del pasado que demuestran que no están tan
seguros: Carlos I de Inglaterra, Luis XVI, el Zar Alejandro, Nicolae Ceaucescu y otros muchos.
El pueblo español es pacífico y sufrido, pero todo tiene un límite. La
desvergüenza de nuestros políticos es provocadora y nauseabunda, tan injusta
que es capaz de convertir en fieras a los tranquilos y sufridores españoles, cansados
de ver como la austeridad, el sacrificio y las privaciones son para los
ciudadanos, mientras que la odiosa casta política es incapaz de renunciar a sus
privilegios.
Han perdido la decencia, han perdido el norte, han abandonado la ética en la
cuneta y se han convertido en indignos. Ya no tienen la altura suficiente para
dirigir a un pueblo.
Durante años lo han invadido todo, lo han comprado todo y han arruinado casi
todo lo que han tocado. Han comprado, con dinero público, voluntades y
doblegado dignidades; han entrado en las cajas de ahorros, perlas de gran
prosperidad en el pasado, y las han arruinado; han entrado en las universidades
y dominado la enseñanza, convirtiendo la educación y la formación en España en
una de las más deleznables del planeta; han invadido la sociedad civil y la han
dejado al borde del coma; han comprado con subvenciones y contratos a los
sindicatos, a los medios de comunicación y a miles de asociaciones, fundaciones
y empresas, dejando al país sin fuelle; han utilizado el dinero público para
corromper; han repartido ayudas y subvenciones a los amigos y las han negado a
los adversarios; han trucado concursos públicos; han colocado a los amigos del
partido y a sus familiares en el Estado; se han enriquecido sin poder
explicarlo, acumulando mucho más dinero del que ganaban oficialmente.
La casta política española es digna de desprecio y merecedora de castigo, sin
que los ciudadanos jamás les perdonemos.
Como no hay Justicia, ni poder ciudadano, quizás sólo tengan que pagarlo en las
urnas. Pero ahí debemos esperarles y hacerles pagar los daños causados, las
amarguras ocasionadas, la inmensa tristeza y desesperación que han esparcido
por las tierras y pueblos de España. Debería acabarse ese juego siniestro de
premiar a la oposición para castigar al gobierno. Un ciudadano español decente
jamás debe dar su voto a un sinvergüenza, ni a un injusto, ni a un arrogante,
ni a un político que no sea ejemplar.
Nuestro deber de ciudadanos libres y demócratas es coger la escoba y barrer la
inmundicia... lo antes posible, antes que la inmundicia nos sepulte a todos.