GOBIERNO DE EMERGENCIA PSOE-PP

Artículo de Francisco Rubiales en “Voto en Blanco” del 9-3-09

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

La única salida que tiene Zapatero para pasar a la Historia como un estadista y no como el gobernante que más daño causó a España desde Fernando VII es sentarse a negociar con el PP para gobernar juntos esta España que se hunde, adelantar las elecciones y, desde un "Gobierno de Emergencia", corregir los errores y emprender con urgencia las grandes reformas que España necesita para evitar su ruína como país.

Algunos de sus asesores ya están recomendando a Zapatero esa salida desde el convencimiento, cada día más firme, de que las elecciones de 2012 serán un infierno porque, al celebrarse en plena crisis, con más de cinco millones de parados, con la clase media española postrada, con las arcas del Estado vacías y con el país arruinado y desprestigiado, sirvirán para que los ciudadanos, cargados de desconfianza y rencor, ejerzan una venganza cruel contra el gobierno que los ha llevado hasta el precipicio.

Los defensores de esa salida, entre los que se encuentra Voto en Blanco por pura responsabilidad política, creemos que los problemas que tiene que solucionar con urgencia España son de tal envergadura que sólo pueden resolverse tras un pacto entre los dos grandes partidos políticos. Pero la principal razón para crear con urgencia ese gobierno especial es que el colapso de la economía española ya no es una posibilidad remota sino una eventualidad cada día más real, cercana, incluso, si el gobierno sigue endeudándose de manera irresponsable o si el sistema financiero deja de resistir.

El futuro gobierno de emergencia tendrá que reformar el Estado de las Autonomías, restando muchos poderes a los gobiernos autonómicos; deberá someter al Estado a un plan severo e implacable de adelgazamiento; crear un mercado único que elimine el actual caos; y reformar la Constitución y la Ley Electoral. Además, tendrá que restablecer la confianza de los españoles en su futuro como pueblo, en el sistema democrático, degradado y desprestigiado, en sus instituciones y en sus dirigentes políticos, hoy por los suelos.

Hay muchos peperos y socialistas preocupados por la deriva actual de España y por la forma torpe y temeraria como se está gestionando la crisis desde el gobierno, y mucho temor a que, después de Zapatero, se resienta el mismo sistema democrático y que la izquierda, al ser responsabilizada por el pueblo de la catástrofe, quede alejada del poder durante muchas décadas.

La idea de que la España actual no está preparada para salir de la crisis cobra firmeza entre los pensadores, analistas y expertos. Con un Estado que ha sido diseñado para vivir en la opulencia, las instituciones y el mismo Estado parecen incapaces de funcionar en la crisis y en la austeridad que la crisis requiere.

Recientemente, Joaquín Almunia dijo en Sevilla que en Europa se duda de que España pueda salir de su actual crisis con 17 gobiernos regionales disgregados y en competencia.

El gobierno de Zapatero, aunque siga disimulando y sonriendo ante las cámaras de televisión, cada día se siente más impotente y confundido, pero, temerariamente, se niega a reconocer que no sabe como afrontar los problemas de España. Zapatero, con su optimismo enfermo y su soberbia irrenunciable, se ha convertido en el principal obstáculo para la regeneración y la resurrección. A pesar de que la realidad lo aconseja cada día con más fuerza, ZP se niega con tozudez peligrosa a adoptar tres medidas de urgencia extrema: imponer una austeridad severa en el gasto público, bajar los impuestos para reactivar la economía y rearmar éticamente al sector público para restaurar la confianza y eliminar la creciente y terrible sensación de que España está en manos de ineptos, corruptos y despilfarradores.

Muchas de las medidas urgentes que el país necesita son imposibles sin un gobierno de concentración, en el que los dos grandes partidos pongan sobre la mesa todo su poder. Entre las medidas urgentes están las de restaurar la confianza, dignificar la democracia, demasiado degradada, reforzar la competencia y el vigor en sectores estratégicos como la energía, las finanzas, los transportes y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, crear un mercado único que impida el actual caos y la competencia absurda entre regiones, frenar el gasto público desbocado del gobierno, afrontar el drama del endeudamiento y cambiar la política actual de subvencionar el desempleo por otra que impida que se produzca el desempleo, entre otras.

Si la crisis se prolonga, como cada día parece más posible, hasta más allá del 2012, las elecciones generales de ese año van a ser una "masacre" para el actual gobierno, con unos ciudadanos que se acercarán a las urnas cabreados y deseosos de venganza, depositando sus papeletas con una insana carga de pasión y odio que podría causar al país daños irreparables.