ESPAÑA,
APALEADA POR MERCENARIOS, FILIBUSTEROS Y SÁTRAPAS
Artículo de Francisco Rubiales
en “Voto en Blanco” del 22 de octubre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
El
reciente debate sobre los presupuestos generales del Estado es la más evidente
y dolorosa muestra del carácter mercenario de la actual política española,
comandada por un gobierno sin ideología al que su obsesión por mantenerse en el
poder le permite aliarse con partidos de ideología opuesta, sus adversarios
naturales, partidos mercenarios que exhiben su filibusterismo político al ser
capaces de votar cualquier cosa a cambio de dinero y privilegios. Sin
ideología, principios y valores, los partidos políticos y sus políticos
profesionales practican una política filibustera y sátrapa.
El esperpento del filibusterismo quedó consagrado en la jornada del 21 de
octubre, cuando los mismos partidos que apoyaron los presupuestos de Zapatero,
el PNV y Coalición Canaria, criticaban con énfasis esos presupuestos, reflejo
del trueque pirata vigente en una política española que ha dejado de ser digna
y presentable.
Al
apoyar los presupuestos de Zapatero, calificados unánimemente de técnicamente
malos, incongruentes e inapropiados para la España en crisis, el PNV y
Coalición Canaria contraen una deuda enorme con la España decente y con la
gente honrada que todavía milita en sus filas. Aprobar unos presupuestos
contrarios a lo que España necesita y apoyar a un gobierno que antepone su
propio poder al bien común, a cambio de dinero y concesiones, es filibusterismo
político y comportamiento propio de mercenarios sin alma.
El
gobierno de Zapatero acaba de escandalizar, una vez más, a los perplejos
ciudadanos demócratas españoles, incapaces de entender cómo pueden aprobarse
unos presupuestos nocivos para el país a través del trueque de favores, el
intercambio de intereses y a cambio de dinero. Para que esa salvajada política,
antidemocrática e indecente, pueda perpetrarse, hacen falta cuatro ingredientes
que son abundantes en la escena política española: antidemocracia, falta de
escrúpulos, falta de principios y avaricia.
La
política española hace aguas por doquier, inmersa en un caldo nauseabundo en el
que germinan la corrupción y la indecencia. Basta ver un telediario para
comprobar que el núcleo informativo está ya en los asesinatos y asaltos de
ciudadanos indefensos, en alcaldes y políticos implicados en corrupción y el
espectáculo indecente del poder público, ostentoso, arrogante, despilfarrador e
insensible ante la otra España, no menos verdadera, que nunca sale en la
televisión, la de las colas ante los comedores de caridad, las familias desahuciadas
de sus viviendas, la del cierre masivo de empresas pequeñas y comercios y la de
una pobreza que se extiende por la antes próspera España como una mancha de
aceite.
¿Donde
está aquel partido de Pablo Iglesias, que se atrevía a exhibir sus "cien
años de honradez", suplantados hoy por "años de pocilga? ¿No queda ya
gente honrada en el PSOE que sea capaz de expulsar de sus filas a los
corruptos, a los desalmados y a los que, desde la cúspide del partido y del
gobierno, imponen el filibusterismo y el alma mercenaria en la política
española?
La
cruda España política de los sátrapas, los mercenarios y los piratas fue
especialmente visible en la jornada del 20 de octubre: mientras los políticos
discutían en sede parlamentaria sobre unos presupuestos vergonzosos, destinados
a ensanchar la crisis, en los despachos se negociaba el precio del apoyo que el
gobierno necesitaba para aprobarlos con Coalición Canaria y el PNV, y la
policía, en la Andalucía sometida, la del dominio político y la corrupción
endémica, detenía al alcalde del municipio almeriense de El Ejido, del PAL, y
registraba el ayuntamiento socialista de Almogía en busca de pruebas que
confirmen las graves sospechas de corrupción.
Son
reflejos malolientes, por desgracia habituales, en una triste España donde la
democracia ha sido asesinada y sustituida por una sucia oligocracia corrupta y
en la que los sátrapas de la política, obsesionados por el poder y los
privilegios, han sumergido la nación en el filibusterismo político, mostrando
un desalmado espíritu mercenario que los ciudadanos jamás deberían tolerar.