TIEMPO DE REGENERACIÓN

Cuesta creer que, frente a la deriva actual que nos desgobierna, no se escuche una sola voz desde la orilla de la intelectualidad que clame por la regeneración moral del país

Artículo de Bieito Rubido  en “ABC” del 12 de octubre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Con un muy breve comentario al final:

PANIAGUADOS AL SERVICIO DEL POPULISMO Y LA DEMAGOGIA

Luis Bouza-Brey (12-10-10)

Deberíamos aspirar a dejar a nuestros hijos una España mejor. Si nadie lo remedia, les va a tocar ser una de las contadas generaciones que vivirá en peores condiciones que sus padres. Sin embargo, mucho antes que el legado económico o laboral, habría de preocuparnos el moral. Entregarles un país que les permita formarse plenamente como personas y consolidar su dimensión humana en una sociedad asentada sobre sólidos valores: más culta, más justa, más honesta, más libre, más próspera, más dichosa… Una sociedad, en suma, avanzada e impregnada de todas aquellas audacias que permiten al hombre progresar y perfeccionarse.

Me duele reconocer que llegamos tarde a esta aspiración. La hemos descuidado durante mucho tiempo, aunque me niego a aceptar que sea ya inalcanzable. En su edición del pasado domingo, ABC quiso proponer a sus lectores el reto intelectual de repensar la capacidad de regenerarse moralmente que aún puede albergar la sociedad española. Les invitó a hacer una vez más un ejercicio de responsabilidad que ha sido una constante en la historia de nuestro país.

No me refiero sólo a la iniciativa de Joaquín Costa a comienzos del siglo pasado, que le llevó a promover aquella fecunda encuesta en el Ateneo de Madrid entre intelectuales de su tiempo. Ahora pienso antes de nada en esa inercia tan extendida en España que lleva a la gente competente y de bien a dejar vía libre a los peores. No nos engañemos: todos tenemos una alta cuota de responsabilidad en el desazonador momento que vivimos. Cada uno de nosotros. Los que actúan y los que se desentienden. Los que mandan y los que lo esperan todo del Gobierno. Los que hablan mal y los que callan.

Tal ejemplo de dejadez e irresponsabilidad ha alimentado en el ciudadano medio un frustrante y desconocido anhelo de nivelación social sin mediar esfuerzo alguno. El conformismo, el desprecio al denuedo y al empuje y la renuncia a la conquista de cualquier mérito personal y colectivo. La España de hoy está habitada por un buen número de individuos escépticos, egoístas, pasotas, vagos, perezosos, alienados, indiferentes, descreídos.

El terreno se ha abonado para el abuso

Por eso recobra dramática actualidad y se revela imponente verdad aquella demanda de Miguel de Unamuno en la encuesta de Costa, donde advertía que era preferible formar hombres a engendrar leyes. Justo lo contrario a lo que se dedica la España de las autonomías, con diecisiete parlamentos pariendo leyes y decretos que, en nombre de un ridículo patriotismo constreñido, coartan cada día más la escasa parcela de libertad y oportunidades de prosperidad del español medio.

La corrupción, tan anclada en el devenir histórico de la Península ibérica, ha impregnado de nuevo la España presente hasta cubrirla de norte a sur de ponzoña y trapos sucios. El terreno se ha abonado convenientemente para el abuso: el modelo descentralizado ha multiplicado el número de oportunidades, a través de cientos y cientos de organismos públicos de todo tipo convertidos en incontrolables garitos feudales. Abandonado en un entorno privado de toda ejemplaridad, el español mediocre aspira a medrar rápido y sin sudor en ellos, mediante la trampa y el compadreo, en una moderna reedición del patio de Monipodio.

Me permito recordar en este punto la reflexión de Francisco Silvela. Dejó escrito que opera en España un Estado de derecho que encanta por su mecanismo regular, metódico y minucioso en garantías. A su lado, sin embargo, crece otro Estado de hecho que contrasta con el primero profundamente. Lo destruye hasta en sus más insignificantes pormenores.

Silvela, Unamuno, Costa, Giner de los Ríos, Gustavo de la Iglesia, Emilia Pardo Bazán, Pedro Dorado, Eduardo Sanz, Gumersindo de Azcárate y toda una pléyade de pensadores propusieron a España la necesidad de refundarse en sus bases morales. Cuesta creer que, frente a la deriva actual que nos desgobierna y hace fuertes los más bajos instintos humanos, no se escuche hoy una sola voz desde la orilla de la intelectualidad que clame por una regeneración moral del país.

Vivimos tiempos en que se teme menos a las cosas que a las palabras. Máxime cuando se lleva la progresía de bajo coste y se impone lo políticamente correcto. Por desgracia, el marasmo vigente participa de muchos de los vicios y carencias ya diagnosticados a principios del siglo XX. Por supuesto que hemos cambiado en muchos aspectos. Claro que hemos avanzado, sobre todo en bienestar material. Pero España respira hoy un insalubre tiempo de zozobra moral que sólo puede depurarse con educación y mediante la elevación del nivel espiritual, intelectual y cultural de sus ciudadanos. Casi nada.

El primer déficit de nuestra sociedad es el de la formación, el pilar maestro sobre el que debe apoyarse el crecimiento cultural y, sobre todo, ético y emocional de las personas. Sin educación no hay futuro. La regeneración de los españoles del siglo XXI pasa necesariamente por combatir la indigencia moral e intelectual. El mayor lastre que arrastra la nación no es la crisis económica por más brutal que se esté manifestando. Lo económico es resultado de lo espiritual. De la pobre catadura de una sociedad ventajista, acomodada en la mediocridad.

Llegamos tarde, pero queda tiempo. Ante una España embobada frente al televisor, convertido en la mayor caja de tedio que se ha conocido, cabe albergar todavía la esperanza de conquistar la herencia que merecen nuestros hijos: recuperar para ellos un sistema de valores que, aunque defectuoso y susceptible de ser mejorado, vale más que su ausencia total. El primer requisito es querer. O tal vez sea el único.

Muy breve comentario final:

PANIAGUADOS AL SERVICIO DEL POPULISMO Y LA DEMAGOGIA

Luis Bouza-Brey (12-10-10)

Lo que cuesta creer es que un gran país como podría ser España se haya dejado seducir por una secta de ineptos y corruptos que nos han conducido al desastre, apoyados por un conglomerado de pseudointelectuales y medios de comunicación, que se han decantado por disfrutar de las ventajas proporcionadas por el poder político de una izquierda desnortada y en crisis, populista, demagógica y sectaria. Una izquierda traidora a sus principios fundacionales que se ha conchabado con los enemigos del interés general de la patria para bloquear el funcionamiento de la democracia y la alternancia en el desempeño del poder.

Estos paniaguados al servicio del populismo autoritario seguirán disfrutando de sus prebendas hasta que el naufragio les obligue a abandonar el barco de un PSOE y un PCE que también resistirán apalancados en sus posiciones de poder, hasta que el desastre producido por un liderazgo nefasto haga peligrar sus intereses particulares.

Toda esta gente, medios de comunicación e intelectuales paniaguados, políticos sectarios, ineptos y corruptos, han demostrado hasta la saciedad su incompetencia e inmoralidad. No cabe esperar de ellos ningún impulso de Regeneración del país.