PATRIOTISMO

Artículo de Martín-Miguel Rubio Esteban en “El Imparcial” del 18 de septiembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Aunque sin duda más patriota la derecha que la izquierda en el vasto mundo, siempre, sin embargo, ha disparado con mayor frecuencia y gusto sobre sus propios compatriotas que sobre los invasores de la patria. Bien es verdad que los distintos comunismos del siglo XX (Stalin, Mao, Castro, Pol Pot) han compensado con creces esa paradójica inclinación de la derecha clásica. Si Adolphe Thiers, republicano y, sin embargo, monárquico latente acuñador de la expresión “El Rey reina, pero no gobierna”, se hubiera empleado en matar alemanes en Sedán con el mismo afán que mataba obreros de la Comuna de París, el conde Helmut von Moltke hubiera tenido muchas dificultades en su tercera campaña. Ciertamente es extraño el patriotismo de la derecha. El gobierno de Engelbert Dolfuss mataba a los obreros socialistas vieneses con mayor entusiasmo y dedicación que los tímidos movimientos que llevaba el ejército austríaco en sus fronteras frente a italianos y alemanes. Y es que es más seguro y entretenido matar a los díscolos obreros de casa que a los soldados extranjeros. El patriotismo bien entendido comienza por uno mismo; es decir, por la autodefensa del patrón frente a sus obreros.

Del mismo modo, en España, la derecha civilizada, las clases altas y mesocráticas, abrazaron la monarquía instaurada por Napoleón, la monarquía josefina, no demostrando desde luego un especial sentido de dignidad o decoro hacia la patria mancillada. Y a muchos de ellos no les importó después, tras la venida de los Cien Mil Hijos de San Luis, introducir en jaulas, como a animales de feria que iban de pueblo en pueblo , a algunos patriotas, antiguos “galóctonos” que se habían jugado la vida por España, así como masacrar en cuatro ocasiones a “la plebe ignara” sin contemplaciones. ¡Qué extraño sentido del patriotismo ha tenido también la derecha española!

Por el contrario a la izquierda se le fue enfriando el patriotismo a partir de la Iª y IIª Internacionales, sustituyendo a la patria y al hombre concretado por un gentilicio por el Mundo y el Hombre con mayúscula, el género humano en cuanto transcendental metafísico, en cuanto absoluto incircunstanciado. Y eso cuando no traicionó abiertamente a la patria, como cuando durante diez meses los comunistas franceses perseguían a golistas favoreciendo con ello el pacto germano-soviético, el pacto entre nazis y comunistas. Es una lástima que De Gaulle no escribiera sobre la docena de comunistas franceses que recibieron medallas del IIIª Reich por traicionar a la patria a favor del citado pacto. La izquierda dio el gran salto desde la religión nacional — Fustel de Coulanges demostró cómo la religión constituye la primera organización y argamasa de las sociedades — a la mística universalista incontestable de los Derechos del Hombre, olvidándose como de homúnculos de los hombres con minúscula y de los derechos con minúscula de sus patrias. En la marcha imparable hacia el Hombre no importa aplastar a los hombres. Ya Marx había dicho que el hombre común debería liberarse de sí mismo. En el fondo la izquierda no hizo otra cosa que sustituir la vieja religión de Europa por una nueva. Y en aras de su Cielo universal se olvidó de los territorios nacionales. Suele pasar. Es ese mismo pudor o sentimiento vergonzante hacia la patria el que le hace decir cosas como que los soldados muertos en tierras afganas lo fueron en un conflicto, y no en una guerra que defiende los intereses de Occidente y, por tanto, de la patria.

Entre las farisaicas procesiones derechistas de trapos tremolantes hostiles y la indiferencia petulante y pedante ironía de la izquierda llena de suficiencia dogmática hacia la patria, están los liberales, que han participado siempre de los nobles sentimientos del pueblo sencillo hacia la entrañable identidad esencial de la patria y la nación, sin cerrarse jamás por ello a una solidaridad universal y fraterna. Desde el siglo XVIII los grandes patriotas han sido liberales, bien liberales puros, o gentes de izquierda o de derecha conectadas a la corriente liberal, que creen firmemente que no puede ser honesto lo que no es libre. Desde John Adams a Ronald W. Reagan los grandes presidentes patriotas americanos han sido liberales. Grandes patriotas liberales fueron el Conde de Cavour, Clemenceu, Winston Churchill, Charles De Gaulle, Lester B. Pearson, Alcide De Gasperi, Julius Raab, Paul-Henri Spaak, Konrad Adenauer, Ben Gurion, Alexander Dubcek (su patriotismo lo hizo liberal), o el gran escritor Vaclav Havel. Patria y libertad han llegado a ser términos complementarios. Mala patria o antipatria es la que amordaza a sus hijos, y les priva de su libertad de hijos legítimos, y malos hijos son aquellos que no defienden la libertad e independencia de su patria, que asegura la libertad e independencia de ellos mismos. Los liberales de raza, siguiendo a Séneca, no han luchado tanto para vivir libres como para vivir entre libres. No han luchado por su libertad, sino por la de su patria.