A ARCADI ESPADA "SE LA SUDAN" ESPAÑA Y CATALUÑA

 

 Artículo de Javier Ruiz Portella  en “El Semanal Digital” del 22.11.05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Con un muy breve comentario al final:

PIDAMOSLE QUE SE EXPLIQUEN (L. B.-B., 22-11-05, 19:00)

 

22 de noviembre de 2005.  ¡Cuánto se sudó el pasado martes en el madrileño Hotel Suecia! Gracias a los excelentes artículos de Santiago Abascal y Pascual Tamburri ya conocen los lectores de este periódico el aserto filosófico que, enjugándose las sienes tras ardua meditación, pronunció el filósofo don Fernando Savater. "España me la suda", declaró entre improperios y abucheos. A su lado, el periodista catalán Arcadi Espada duplicó los sudores: "A mí, Cataluña me la suda igual", pronunció antes de informarnos de que España sólo existe -"sólo es algo"- desde hace… treinta años. "España no es nada fuera de la democracia o del Estado de derecho", declaró sin pestañear quien se expresaba en la lengua que, según tal afirmación, Adolfo Suárez y el Rey debieron de traer bajo su liberal brazo hace treinta años.

Habría que reír a mandíbula batiente ante tales despropósitos. Pero se impone tomarlos en serio. Por una razón: porque tal es el discurso que ha marcado durante treinta años toda la resistencia de Cataluña y España a quienes quieren acabar con ellas. Y ahí están los resultados. Cuando se desprecia la tradición, la historia, la identidad de España y, dentro de ella, la de Cataluña; cuando se considera que el hombre arraigado en su comunidad es incompatible con el hombre democrático; cuando, basándose en tan absurda oposición, se intenta combatir el fervor comunitario de los separatistas con la glacial idea del individuo-masa, amorfo, abstracto…, ¿qué pasa entonces? Pasa lo que vemos: que una nación milenaria está al borde de la desintegración, mientras su pueblo -desarbolados sus sentimientos, atacada su identidad por sus enemigos, menospreciada por sus "amigos"- es incapaz de hacer oír el clamor que cualquier otro pueblo alzaría en tales circunstancias.

¿Cómo comprender esta ansia de suicidio colectivo, este desprecio de nuestros muertos, esta negación de nuestro futuro? ¿Cómo entender esta manía de oponer la democracia y la identidad nacional? Semejante fenómeno (mentís suplementario a los defensores del hombre-masa uniformemente globalizado) es específicamente español. Nada parecido ocurre en ningún otro país democrático. ¿Por qué? Sólo un fantasma parece explicarlo: el del franquismo. Un fantasma desaparecido hace treinta años, pero vivísimo entre los "curas progres" que, casposos y sudorosos, rigen nuestro pensamiento.

Un fantasma, una construcción fantasmagórica, en efecto. Nada tiene que ver con lo que somos o dejamos de ser el que el franquismo defendiera la unidad de España (con insoportable pomposidad, es cierto, y con culpable desprecio de identidades tan específicas como la catalana o la vasca). También el franquismo defendió muchas otras cosas; también, por ejemplo, promovió desde los años sesenta el materialismo a ultranza, también empezó a arrasar las costas y ciudades de España…, desmanes ante todos los cuales nuestros progres ni se inmutan.

"Tanto Cataluña como España me la sudan", decía Arcadi Espada. Tal es el sentimiento con el que durante treinta años se ha intentado defender a Cataluña y a España de los ataques separatistas. Los resultados están, por supuesto, a la altura de tan enardecedora idea. Hora es de que, afirmando el más auténtico de los fervores democráticos, surja algo, se desarrollen ideas, aparezcan iniciativas, se concierten gentes… a quienes les importe en el alma tanto la identidad de España como, dentro de ella, la específica de Cataluña.

 

Muy breve comentario final:

PIDAMOSLE QUE SE EXPLIQUEN (L. B.-B., 22-11-05, 19:00)

 

No creo que Savater esté jugándose la vida por la democracia en el Antártico sur  o en territorio inuit, ni que Espada se busque complicaciones  por defender la democracia para la región andina. Así que pidámosle que se expliquen, que busquen el sentido de lo particular en el contexto de lo humano universal. Ellos pueden y deben explicarse mejor que solamente con efluvios de las glándulas sudoríparas. Pero es necesario y urgente que destilen algo más que sudores.

 

Permítanme una hipótesis: lo absoluto es lo que tenemos de común y universal, la humanidad, la lucha por la libertad y por la racionalidad, que compartimos con todos, pero que se desenvuelve y ejercita en un marco o contexto, el de la Historia y el amor a nuestros afines. ¡Es que, a ver si nos entendemos! ¡Nuestros padres, mujer e hijos son de aquí! ¡Y aquí está nuestro taller de humanidad! ¡Yo no me trabajo en la Antártida, o en los Andes, o en el  norte del Canadá, sino aquí, en la Cataluña y la España de hoy, que son producto de las de ayer y producirán las de mañana!

Pero sucede que existen afines en todo el planeta, cuya fortuna o infortunio nos afectan más o menos inmediatamente, que además a veces vienen a parar aquí, y a ellos nos unen rasgos y problemas comunes a todos, que nos hacen humanos. Eso es lo absoluto, lo universal, y no lo particular , que por obra de algunos  se intenta absolutizar, inmovilizar y bloquear en una imagen fija, que en un momento determinado comienza a transformarse en delirio, al que quieren que sacrifiquemos nuestra humanidad y a los que vienen de más allá del ombligo y del sudor asfixiante de la proximidad.

Conclusión: entreguémonos a la construcción y defensa de sociedades abiertas y plurales, no de sociedades cerradas, inmóviles y muertas en efluvios marasmáticos. Pero entreguémonos con pasión a su construcción y defensa, pues nuestra suerte, la de los nuestros y la de los que vengan a ella atraídos por su dinamismo y vitalidad dependerá de nuestra entrega apasionada. La España libre, democrática y plural en la que vivimos merece nuestra entrega y pasión. La Cataluña o Euskadi libres, democráticas y plurales que habrán de nacer, serán obra de nuestra entrega al trabajo apasionante de tejer la libertad para todos en todos los niveles. Si no trabajamos por ello, nuestros congéneres antárticos, inuits o andinos no llegarán a percibirlo inmediatamente, pero nuestros amigos, mujeres e hijos, sí. Para mal. Los haremos sufrir.