EL DESAFÍO DE MONTILLA

Artículo de Eduardo San Martín  en “ABC” del 09 de enero de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

El formateado es mío (L. B.-B.)

Salvadas las diferencias formales, el reto que la dirección del PCS y el tripartito catalán plantean a las instituciones del Estado se va pareciendo cada vez más al que lanzó en su día Ibarretxe. Y que se formula más o menos así: oigan, nosotros queremos quedarnos en España, pero las condiciones de esa relación las ponemos nosotros, no la Constitución ni su intérprete legítimo. Y como el ex lendakari, se refugian en los deseos supuestamente mayoritarios de la sociedad. Doscientas asociaciones son muchas, pero es dudoso que representen a la mayoría de Cataluña. La única expresión comprobable de tal voluntad, hasta el momento, son las cifras de aprobación del estatuto: una tercera parte de los catalanes censados.

Ignoro si el PSOE ha caído en la cuenta del problema de futuro que les está generando Montilla. Quien corre serios riesgos es el socialismo español en Cataluña. La vieja sección del PSOE en el Principado, que puso el esqueleto del PSC al comienzo de la transición, ha terminado parasitada por quienes sólo pusieron el traje y la barretina: el nacionalismo pequeñoburgués disfrazado de progresía intelectual. Al final, asomaron la patita y Montilla y sus antiguos coroneles se dejan seducir.

En este punto me atrevo a expresar una convicción que puede poner los pelos de punta a muchos: creo honradamente que el futuro de España no está en peligro ni siquiera en el caso de que una de sus partes se escinda. Acabo de leer el libro de recuerdos y pensamientos de Vaclav Havel («Sea breve, por favor»), que presidió la separación de Checoslovaquia, y su lectura ha ahuyentado el poco miedo que aún pudiera albergar por las escisiones pactadas. Perderles el miedo reduce sustancialmente la eficacia de la extorsión nacionalista y pone a prueba su voluntad real de escisión. Entretanto, conviene no dar a sus proclamas retóricas más valor que el que tienen. Cuando llegue el momento, si es que llega algún día, habrá que sentarse a la mesa con los nervios templados y la mano en la cartera. Hasta entonces, más vale ocuparse de los verdaderos problemas de España.