NO DISPAREN CONTRA ARAGÓN

Artículo de  Eduardo San Martín en su blog de “ABC” del 19 de abril de 2010.

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Se veía venir. Desde que se supo que el magistrado del Tribunal Constitucional Manuel Aragón, perteneciente al llamado bloque progresista, no cejaba en sus firmes convicciones contra la constitucionalidad de aspectos claves del Estatuto de Cataluña, pese a las presiones del Gobierno y de sus afines ideológicos, se sabía quién iba a cargar con el mochuelo de la no aprobación de la sentencia relativamente benigna que cocinó la ponente Elisa Pérez Varela por encargo de la presidenta del Tribunal María Emilia Casas, ambas bajo el atento control de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega (aún se recuerda el memorable rapapolvo que la segunda le propinó a la primera en público hace un par de años en una ceremonia oficial).

Conocí a Manuel Aragón en un momento de mi vida profesional y escribí sobre él en ABC hace unos meses. No es él quien se ha movido. El magistrado, catedrático de Derecho Constitucional, siempre ha defendido lo mismo, en la tradición de una izquierda cosmopolita incapaz de fundir con los nacionalismos irredentos. Fueron otros los que se movieron: aquellos que, a sabiendas de que estaban promoviendo un texto abiertamente inconstitucional, cometieron la irresponsabilidad de hacerlo aprobar en el Parlamento Catalán y el Congreso de los Diputados, y someterlos después a referéndum, para después colocar al TC ante un hecho consumado. O para negarle legitimidad para decidir en cuanto se sospechó que el camello del estatuto no iba a pasar por el ojo de la aguja de la constitucionalidad.

Aragón, no. Él fue consecuente con lo que ha defendido a lo largo de toda su carrera profesional de profesor universitario de prestigio. Por eso le han cargado con el muerto, en forma de maledicencia que le atribuye un supuesto compromiso con los otros cuatro magistrados progresistas que el habría roto. Si se hubiera plegado, la sentencia progubernamental se habría aprobado con el voto de calidad de la presidenta. Pero la jugada quedó al descubierto porque no existía tal compromiso. Hoy, Aragón desmiente la insidia en el periódico que la difundió. Y yo le creo sin ningún género de dudas.