FALACIAS

Habrá que homenajear al PP por los servicios como chivo expiatorio de «todos» los males de la democracia española

Artículo de Eduardo San Martín  en “ABC” del 20 de julio de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Incapaces de asumir cualquier responsabilidad por el desenlace del proceso estatutario catalán y las secuelas que pueda dejar en la política española, quienes han jaleado durante años un disparate jurídico a sabiendas de que lo era se suman ahora a la cofradía del santo agravio y culpan del desaguisado al de siempre; casualmente, al único a quien no dejaron poner ni una coma en el texto expurgado por el Tribunal Constitucional. Alguna vez habrá que rendir homenaje público al PP por los servicios prestados como chivo expiatorio de «todos» los males de la democracia española.

El argumento reza como sigue: por recurrir al Constitucional, el PP es responsable de la ruptura del pacto constitucional que supone el rechazo al estatuto en los términos en que fue aprobado. Así, como suena. Se trata de una lógica tan extravagante y malintencionada que no merecería mayor comentario si no fuera porque incluye las dos falacias sobre las que se sostiene la rebelión a la que convocan los defensores del estatuto original.

La primera da por supuesta la ruptura del pacto fundacional del Estado de las autonomías. Ningún pacto se ha roto por ahora (toquemos madera), pero si así hubiera ocurrido, los dinamiteros no habrían sido quienes solicitaron (con o sin razón) la aplicación de la ley, sino quienes pactaron un texto que violentaba prescripciones básicas de la Constitución. A sabiendas, insistimos. Es el estatuto aprobado el que rompía el pacto, no el fallo del Tribunal Constitucional.

La segunda falacia establece que los acuerdos políticos están por encima de las leyes. El Tribunal Constitucional, dicen, no tenía un pito que tocar y sólo el recurso del Partido Popular le ha obligado a salir a escena. Pero de esa manera hemos sabido que lo que se había pactado era ilegal. ¿O es que ese minúsculo detalle era lo que menos importaba? Eso sospechábamos; ahora estamos seguros.