CORDEROS

Dirigentes como González aguantaron diatribas internas más corrosivas que la suscitada por Barreda

Artículo de Eduardo San Martín  en “ABC” del 12 de octubre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Admite ahora el presidente manchego que «probablemente» no estuvo «muy afortunado» en sus explosivas declaraciones sobre la la bancarrota electoral a la que conducía la atonía del Gobierno. Aliviados, la dirección del partido y otros barones dan por sentado que se ha producido una rectificación en toda regla. Probablemente, por utilizar la misma expresión de Barreda. Pero, siguiendo también sus palabras, el presidente manchego no afirmó que estuviera desafortunado, sino «no muy afortunado». Y ese matiz remite antes al contexto en que realizó sus declaraciones, y las consecuencias que produjeron, que a su denuncia central. Aún no se ha oído decir a Barreda que no se necesite un cambio de rumbo dramático para evitar lo que, no él, sino todas las encuestas, predicen como un desastre electoral.

Y en lo que se refiere a la lealtad hacia Zapatero, el dirigente manchego ya había explicado cuál era su concepto de lealtad responsable: alguna vez alguien debe decir al rey que va desnudo. Puede que la explosión de Barreda tenga que ver con sus propias urgencias electorales, pero quienes le conocen saben bien que no dio un salto en el vacío; que viene rumiando esa línea de pensamiento desde bastante tiempo atrás. Y si la cúpula socialista se consuela con las aclaraciones de Barreda, allá ella. Al presidente manchego se le reprocha sobre todo (Fernández Vara y otros) que lave la ropa sucia fuera de casa, no que reclame que se haga la colada.

Sin pretenderlo, Marcelino Iglesias dio en el clavo de las miserias actuales del PSOE cuando destacó que ni en los tiempos de Felipe González el partido había estado tan unido detrás de su líder. Cierto: dirigentes como González aguantaron diatribas internas más corrosivas que la suscitada por Barreda. Entonces en el PSOE no reinaba el silencio de los corderos. Esa es la diferencia.