PARA SALVAR EL 15M

Artículo de Eduardo San Martín en su blog de “ABC” del 16 de junio de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Ayer, en mi cuenta de Twitter (@esanma), clamaba, completamente indignado, contra los que siguen llamando “indignados” a los indignos que sitiaban el Parlament de Cataluña o agredían al coordinador de IU, Cayo Lara. No se me entienda mal. No estoy en contra de los indignados reales, que son muchos millones de españoles, y no sólo los que acamparon en las plazas en los primeros días (lo de después es ya otra historia), que cuentan también con mi respeto. Pero dadas las circunstancias toca a estos defenderse cuanto antes de la confusión y la manipulación. En nombre de su propios futuro.

Sería una pena que el aliento regenerador y de denuncia que se percibía en los albores del M15 se diluyera en un marasmo de caos y violencia. Al fin y al cabo, ese llamado movimiento reflejaba con bastante exactitud el alcance del enorme descontento popular, con sus representantes y con el funcionamiento de una democracia sin pulso, que ya venían registrando las encuestas desde hace años. La crisis económica, cuyas consecuencias se han repartido de forma tan injusta, ha puesto el turbo a una desafección latente que se refugiaba en el conformismo mientras había para comer, ahorrar e irse de vacaciones a la playa.

El M15 tiene que pasar urgentemente de la infancia de un espontaneismo vivificador a la madurez de un movimiento reconocible que expulse de su seno a las malas copias. Y ello exige la definición de un proyecto más o menos identificable y la articulación de un cierto principio de organización, instrumentos a los que hasta ahora se han resistido en nombre de la pureza original. Pero, de asamblea en asamblea, sólo se llega a ninguna parte. O el M15 acepta algunos de las herramientas de una política más convencional o están condenados a la irrelevancia, e incluso a la desaparición. O lo que es peor, a su suplantación por los profesionales antisistema, como ya está empezando a ocurrir.

La regeneración democrática es una necesidad real en España. Y sería una lástima que se perdiera la que puede ser una oportunidad única de colocar a las instituciones y sus representantes ante la obligación de dar respuestas reales al monumental cabreo que se percibe en la sociedad española.