EL GUIRIGAY SOCIALISTA

 

 Artículo de ISABEL SAN SEBASTIAN  en “El Mundo” del 21.09.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Resulta envidiable la elasticidad que demuestra el Partido Socialista para hacer hueco en sus filas a sensibilidades tan distantes como las de Odón Elorza y José Bono, por citar un par de nombres.Es como si cupieran en un mismo movimiento ciudadano Pedro Zerolo y Aquilino Polaino, como si compartieran micrófono Carlos Llamas y Federico Jiménez Losantos, o como si Pilar Bardem desfilara junto a José Alcaraz en una manifestación de apoyo a las víctimas de ETA. Un auténtico sindios.

En este baile de parejas imposibles, el PSOE de Zetapé ha superado todo lo conocido. ¿Alguien se atreve a invocar el precedente de los escarceos personales entre guerristas y renovadores? Para Polémica con mayúscula, la que enfrenta al presidente de la Comisión Constitucional del Congreso con el líder de su formación en Cataluña.La misma que hace decir a los ministros de Defensa e Interior que no hay más Nación que España, mientras Maragall exige esa denominación para la región que gobierna y Zapatero huye del problema asegurando que es una cuestión semántica. Para Polémica de verdad, la que mantienen los responsables de la lucha antiterrorista del Gobierno con sus compañeros de filas en el País Vasco. La que lleva a Jesús Eguiguren a tender la mano a Batasuna y pedir el acercamiento de los presos, al tiempo que José Antonio Alonso defiende la vigencia de la política de dispersión y la necesidad imperiosa de hacer oídos sordos a lo que digan los portavoces de la banda. Para Polémica de gran calado, la que sitúa en posiciones irreconciliables a los presidentes autonómicos de Andalucía o Castilla la Mancha y al de la Generalitat, en torno a una cuestión tan de fondo como la reforma de la Constitución. Y no salimos de la familia. Porque si sumamos al convite a los socios republicanos que quieren marcharse del país y constituirse en Estado independiente, o a los de Izquierda Unida que abogan por abandonar la OTAN, desmantelar las Fuerzas Armadas y subir los impuestos el guirigay se convierte en esperpento.

¿Qué es lo que vota un elector del PSOE, el relativismo de ZP, el pragmatismo cínico de Montilla o el inmovilismo de Guerra? ¿Cómo pueden agruparse en una misma papeleta opciones tan absolutamente encontradas? Debe ser cosa del talante. Al PP no le perdonan los suyos que Piqué se desmarque de la línea oficial para contradecir públicamente a Zaplana o que Camps deslice en el Estatuto de Valencia alguna cláusula dudosamente constitucional. Y hacen bien. Sin principios no hay política, sino pura demoscopia; lucha descarnada por el poder en la que todo vale y todo cabe, menos la decencia.