SIN NORTE, NI BRÚJULA, NI TIMONEL
Artículo de Isabel San Sebastian en “El Mundo” del 24 de mayo de 2008
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Hace una semana me preguntaba a dónde iba el PP. Hoy creo que ha perdido el
rumbo. Un partido que prescinde de sus referentes morales e ideológicos, del
capital humano más valioso que posee, de los símbolos que llevan a la gente a
escoger su papeleta, es un partido desnortado. Un líder que se mueve sin
especificar en qué dirección, que calla cuando debería hablar y habla cuando
debería callar, que se apoya en el pasado más caduco (Fraga y su delfín
Gallardón) para aferrarse al liderazgo en el futuro, no es un líder. Una
organización que recurre al linchamiento silencioso del disidente, que tira la
piedra y esconde la mano, que filtra mentiras o medias verdades con el fin de
desacreditar a quienes hasta ayer eran sus héroes, que recurre en su
desesperación al SMS y encima fracasa en el intento, no hace fontanería sino
inmersión en las cloacas. Diez millones de votantes no se merecen esto.
Es curioso, pero con María San Gil y Ortega Lara
desaparecen dos de los máximos referentes populares en la lucha contra ETA.
Otros dos, Jaime Mayor y Angel Acebes, están en la cuerda floja. Es lo mismo
que sucedió en el PNV con la jubilación anticipada de los michelines Joseba
Arregi o Emilio Guevara, y en el PSOE con la defenestración de Gotzone Mora,
Rosa Díez, los Múgica, Antonio Aguirre o Nicolás Redondo Terreros. Lo que nunca
llegamos a pensar algunos es que el PP fuera a comportarse igual. Que le
hicieran desde Génova a María algo parecido a lo que desde Ferraz se le hizo a
Nicolás en vísperas de la negociación con ETA. Que insinuaran que ella «toma
pastillas», como le amenazaron a él con ensuciar en la prensa la adopción de su
hija, a fin de empujarla a tirar la toalla. Que presentaran su petición de
respaldo inequívoco por parte de la dirección del partido a la posición que ha
estado defendiendo en el País Vasco, jugándose en ello la vida, como la rabieta
de una niñata. Que entregaran su cabeza y la de sus leales en bandeja de plata
a sus enemigos, como prenda de buena voluntad hacia ese nacionalismo con el que
hay que entenderse, al parecer, para alcanzar el Gobierno. Que hubiese un
aspirante a Patxi López, en este caso alavés, y un Judas vizcaíno, dispuestos a
venderla por un plato de lentejas. Digo aspirante, y digo bien, porque dudo
mucho que su traición les reporte beneficio alguno en las urnas.
El PP pierde el norte y muchos de sus votantes, un
partido. Ciertos movimientos se pagan más de lo que piensan algunos. De ahí que
se equivoquen los barones deseosos de heredar al moribundo que sujeta aún el
timón, jaleándole con estruendo mientras esperan el momento de enterrar su
cadáver. Para entonces será tarde. Muchos de quienes les pagan el sueldo habrán
perdido la fe.