EL CONTRAPUNTO

 

Artículo de Isabel San Sebastián en “ABC” del 13-2-12

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Con más de cinco millones de parados, trescientos mil jóvenes de los mejor formados condenados a emigrar para ganarse el pan y una economía que no levanta cabeza, es evidente que había que hacer reformas. Reformas drásticas, como la del mercado laboral, que fomenta la iniciativa privada, ayuda a los empleadores a organizarse como más les convenga y pone el acento en combatir el fraude o la cultura del subsidio. Aunque a corto plazo genere más desempleo. Aunque esos sindicatos decimonónicos que padecemos pongan el grito en el cielo. Aunque los antisistema que utilizan las redes sociales para incendiar las calles e insultar a discreción traten de convertir España en Grecia. Era necesaria esta sacudida, pero en ningún caso es suficiente. Como bien dijo el Gobierno, los sacrificios han de ser compartidos, y aquí hay un sector al que todavía ni siquiera le ha rozado la tijera: El de las grandes fortunas.

Si una creyera en los milagros, tendría fe en que ellos mismos, los representantes de las diez o quince familias más ricas de España, tomarían la iniciativa de pedir una cita con Rajoy para comunicarle su deseo de cotizar más a las arcas comunes, renunciando a ese instrumento de evasión fiscal legal llamado SICAV, que les permite tributar el 1 por ciento por cantidades millonarias, cuando cualquier contribuyente paga al fisco cerca de la mitad de lo que gana en un año a partir de 60.000 euros. Como no parece que vaya a ser ese el caso, el presidente debería buscar el modo de implicarles en el esfuerzo colectivo, con su consentimiento o no. De igual manera, sería beneficioso para la credibilidad del Ejecutivo que precisara qué clase de empresas van a poder despedir con veinte días cuando sus beneficios disminuyan. Si esa posibilidad va afectar a los grandes bancos o las eléctricas, por ejemplo, que pasen de ganar cuatro mil millones a anotar «únicamente» tres mil en positivo, o si estamos hablando de negocios más arriesgados a la vez que menos lucrativos. Y sería interesante también establecer algún impuesto especial sobre los «bonus» que exceden los límites de la lógica. Si hay que apretarse el cinturón, el ajuste debería repartirse equitativamente.

Tampoco estaría de más que «el relato de los hechos» (esa expresión tan de moda ahora para referirse al sanguinario historial de ETA) se hiciera desde una televisión pública cuya «objetividad», ese anhelo inalcanzable, estuviera más en concordancia con la realidad democrática y demoscópica de la nación, porque bajo el lema «somos los más plurales y los más independientes» los informativos del Pirulí, así como los restantes programas políticos de la casa, con alguna honrosa excepción, están dando una visión bastante sesgada de las cosas. Una que complace, seguro, a Rubalcaba y que tiene encendida a buena parte del PP, pues nunca se había visto que los vencedores absolutos de unas elecciones cedieran tamaño botín a los perdedores por goleada. ¿«Fair play», estupidez, o manos atadas por una ley maquiavélica que aprobó Zapatero a fin de blindar ese fortín? Tal vez a Rajoy sólo le preocupe el Finantial Times, pero la que crea opinión y mueve votos es RTVE. Se puede ganar sin su apoyo, cuando el adversario se ha encargado de hundir al país. Pero gobernar con ella en contra, tomando medidas duras, es una forma casi segura de perder la siguiente vez. Con publicidad o sin ella.