EL SISTEMA ELECTORAL Y 'EL PROBLEMA' DEL CENTRO

 

 Artículo de Giovanni Sartori en “El Mundo” del 08.08.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

El ministro de Defensa italiano Arturo Parisi echa sapos y culebras por la boca. Y para [el presidente de la derechista Alianza Nacional] Gianfranco Fini, el modelo electoral alemán es «un mar de arenas movedizas que se tragaría a la Segunda República». Nada más y nada menos. Lo repetía recientemente en un artículo Salvatore Vasallo: «El que invoca el sistema alemán es enemigo del bipartidismo y de la democracia que nos gobierna». Entre otras cosas, porque dicho sistema «añadiría al veto alternativo de los extremos el veto permanente de un centro destinado a engordar». De ahí que sea necesario adoptar una ley electoral que impida «el engorde del centro». Pues sí, éste es el problema. Pero no es un problema creado por y que se pueda resolver con el sistema electoral.

Es una pena que, en Italia, los constitucionalistas que se interesan por estos temas no lean el texto clásico, y yo diría que obligado, de Anthony Downs Teoría económica de la democracia. Es una pena porque en él encontrarían la explicación de qué es lo que hace engordar al centro y, viceversa, qué es lo que lo adelgaza.

El centro (partido o partidos de centro) se infla y se torna en un «gran centro» si las alas derecha y/o izquierda que lo rodean adoptan una estrategia de competición centrífuga que se propone vaciarlo con llamamientos extremistas. En ese caso, el electorado moderado o tranquilo, fastidiado y atemorizado por una política acalorada y demasiado belicosa, se refugia en el partido de centro y le hace crecer espectacularmente. Pero, en cualquier caso, la causa de este engorde no es el sistema electoral. Es la estrategia competitiva de los partidos y, en esta situación concreta, de una confrontación extrema de «fuga del centro».

Al contrario, y correlativamente, para reducir el centro a un partido secundario, hay que adoptar una competición centrípeta, que se acerca al centro y, en cierto sentido, se adueña de él. Se puede decir así: el centro se vacía si sus competidores de la derecha y de la izquierda tranquilizan al electorado, al mismo al que antes atemorizaban. De hecho, en Alemania, el Partido Democrático Libre (FDP) [Freie Demokratische Partei] es una formación liberal, de centro, que se mueve en unos resultados electorales ligeramente superiores al 6% (en el conjunto de Alemania), y que ni tiene poder de veto ni destruye en absoluto el bipartidismo existente en la República Federal. Más aun, le proporciona una preciosa hoja de ruta.

Otra cosa distinta es la reducción de la fragmentación de los partidos. Para conseguirla, el mejor sistema es el de la doble vuelta a la francesa. Pero también el sistema alemán decapita drásticamente a los «enanos». Para mantenerse en forma, se entiende. De ahí que si se mantiene una barrera electoral del 5%, que no pueda ser subrepticiamente engullida por coaliciones electorales, los partidos italianos con representación parlamentaria bajarían de la veintena actual a cinco o seis. Esa dinámica conduciría inevitablemente a provocar agregaciones, que podrían permitir coaliciones de gobierno homogéneas.

El último aspecto se refiere a la «democracia que gobierna» o lo que el politólogo francés Georges Burdeau llamaba «democracia gobernante». Cualquiera que sea su denominación, esta democracia es en parte una tomadura de pelo y, en parte, la invención de lo que llamamos «democracia ortopédica»: una democracia que nace en un hospital, prefabricada y absurdamente escayolada antes de ser utilizada.

Vasallo lamenta que el sistema alemán permita un «voto libre de pactos preelectorales». Sí, tanto el sistema alemán como el sistema de todas las democracias parlamentarias. Porque decidir antes de tiempo cosas que deberían ser decididas por los parlamentarios no es algo superdemocrático, sino sólo disfuncional.

Dicho esto, he de precisar que no estoy aseverando que el modelo alemán sea el mejor. Lo que digo es que está entre los buenos modelos que en países como Italia podemos adoptar perfectamente. Con tal de que no sea transformado, a la italiana, en un coche de dos ruedas.

Giovanni Sartori es uno de los más prestigiosos investigadores en Ciencia Política, especializado en el estudio de la Política Comparada.