TRES MANIFESTACIONES, UN BALANCE

 

 Editorial de   “El Semanal Digital” del 19.06.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Ni las víctimas del terrorismo el 4-J, ni Salamanca y Castilla y León el 11-J, ni las familias el 18-J, han dicho en este mes la última palabra.

19 de junio de 2005.  Ayer concluyeron quince días que pueden considerarse históricos, pues no es nada frecuente que un gobierno afronte tres manifestaciones masivas en tan poco tiempo, y las tres contra aspectos distintos de su actuación.

Constituiría un grave error de análisis del Ejecutivo si resumiese lo sucedido en la idea de que "la derecha" se ha echado a la calle. Es de suponer que, aparte de las reacciones oficiales (respeto verbal por los manifestantes, oídos sordos a sus reivindicaciones), el Gobierno se habrá cuidado de enviar observadores que le transmitan información objetiva de lo sucedido en Madrid los días 4 y 18 de junio, y en Salamanca el 11 del mismo mes. Y lo que ha sucedido es lo siguiente.

Las concentraciones han sido multitudinarias. En los tres casos los organizadores respectivos se han visto sorprendidos por un éxito que suponían, aunque no en tal medida.

Ese éxito se ha debido en buena medida al trabajo voluntario y bien organizado de grupos ajenos a la política, que han recibido una ayuda inestimable de un partido concreto, el PP (sobre todo el 4-J y el 11-J), que sin embargo no explica la magnitud numérica de las manifestaciones.

Lo que lo explica es la sensación generalizada de hartazgo de una parte importante de la sociedad española, en respuesta a estímulos heterogéneos: la posibilidad de negociar con ETA, las cesiones a grupos independentistas, la desnaturalización del matrimonio al extenderlo a personas del mismo sexo. Cualquiera que haya estado en las tres convocatorias –y en ellas han debido estar, a través de personas de su confianza, los ojos y los oídos de José Luis Rodríguez Zapatero, si es que ejerce su cargo con responsabilidad– ha tenido que percibir significativas diferencias entre las mismas.

Una ha levantado una marea de solidaridad con las víctimas del terrorismo, más allá de ideologías. Otra representa la rebelión de una ciudad y de una región que se han sentido moneda de cambio en beneficio de una minoría de españoles que aborrecen a España. La tercera, sin ser confesional, ha puesto en pacífico pie de guerra a la Iglesia, que ha demostrado el vigor del apoyo popular con el que cuenta.

Ha habido manifestantes comunes a las tres, pero también muchos a quienes sólo motivó una o dos de ellas. Lo que han tenido que percibir los ojeadores de Zapatero, y lo en realidad preocupante para él, es que el PP en cierto modo recoge y simboliza ese sentir social, mas ni lo capitaliza ni lo controla. Y eso es lo peor que le puede pasar a un gobernante: que se lance a la calle la sociedad a cara descubierta, por motivos diversos independientes unos de otros, sin siglas, sin otra bandera que la nacional, sin rostros concretos con aspiraciones políticas, pero con numerosos rostros desconocidos que asumen un liderazgo sólido en su pequeño ámbito.

Sin incidentes, sin agresiones, sin odios, con orden y en paz: eso sí ha sido común a todas ellas. Eso, y otra cosa: que las tres han sido, y las tres las han sentido muy marcadamente los manifestantes, contra Zapatero.

El máximo dirigente socialista debe hacerse una reflexión: no es normal esta oposición tan viva y tan espontánea en apenas un año de gobierno. Algo tiene que estar fallando en su forma de actuar, que llegó bajo el signo de un talante que ya no se cree nadie. Zapatero está trasladando a las leyes el sectarismo de una minoría que resulta antipática y prepotente incluso a una amplia base del PSOE.

Si ése es el problema, estos quince días de junio le dan la oportunidad de cambiar el rumbo. Ahora bien, si el sectarismo no es prestado, sino que es suyo propio, a la vuelta de verano la marea continuará. Ni las víctimas del terrorismo el 4-J, ni Salamanca y Castilla y León el 11-J, ni las familias el 18-J, han dicho en este mes la última palabra.