EL 3-D, UN GRAN ACTO POR CATALUÑA, POR ESPAÑA Y POR LA CONSTITUCIÓN

 

  Editorial de   “El Semanal Digital” del 3-12-05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Aun siendo un acto de partido, quiso ir más allá y erigirse en portavoz de una inquietud que trasciende el ámbito del PP.

4 de diciembre de 2005.  En los días previos al homenaje a la Constitución Española capitaneado ayer por Mariano Rajoy, desde CiU se culpaba por anticipado al PP de cualquier incidente que pudiese pasar en él; el conseller de la Generalitat y líder de ICV, Joan Saura, anunciaba que los populares no podrían excusarse "de sus responsabilidades por lo que ocurriese en la concentración"; e incluso José Blanco, haciendo suyo el imaginario nacionalista, criticó que se convocase un acto "contra Cataluña".

Pero ¿qué ha sucedido en realidad?

Incidentes, ninguno. Si lo que temían los nacionalistas es que grupos extremistas radicalizasen el ambiente festivo a favor de la Carta Magna, y lo transformasen en algo agrio y ofensivo con símbolos o pancartas fuera de lugar... eso no sólo no ocurrió, es que no hubo ni que impedirlo. A nadie le cupo en la cabeza acudir a la Puerta del Sol para eso.

Y "contra Cataluña", todavía menos. Desde la tribuna de oradores se habló en catalán, como en euskera, gallego y valenciano. Decenas de banderas catalanas ondearon junto a las de otras comunidades autónomas. Ni una sola voz se alzó contra una región de España que, ante la sombra de un absurdo boicot a su producto navideño por excelencia, ha tenido de su parte, brindando con cava, al orador de ayer y a la otra gran protagonista del día tras su accidente: Esperanza Aguirre.

Así, aunque al poco de su conclusión Artur Mas hablaba de "numerito", y Alfredo Pérez Rubalcaba de una "manipulación partidaria" de la Carta Magna, en verdad lo que tuvo lugar ayer en Madrid fue una celebración pacífica, tranquila y sencilla para transmitir "a quien lo tiene que oír" –como señaló Rajoy en clara referencia a José Luis Rodríguez Zapatero– que la mayoría de los españoles quiere mantener los dos pilares básicos de la Constitución: la unidad indisoluble de la nación, y el pueblo español en su conjunto como único sujeto de la soberanía.

Mariano Rajoy proclamó con sencillez que España no es una nación de naciones, sino una nación de personas, de ciudadanos libres e iguales en derechos, y que éstos les corresponden en cuanto individuos, no en cuanto miembros de una clase o un clan.

Esta idea es la esencia del constitucionalismo democrático desde hace dos siglos, pero en nuestro país sólo pudo hacerse efectiva en 1978. Entonces sí se logró un consenso colectivo en torno a la Carta Magna, sin que nadie intentase imponer su idea de Constitución a los demás, como había sucedido antes. Rajoy censuró a quienes, hoy, quieren repetir el error y sustituir el acuerdo generoso de todos por una reforma pactada por Zapatero con los grupos nacionalistas, dejando de lado a quienes, de derechas o de izquierdas, siguen creyendo en España como nación y en la soberanía de los españoles.

Esa España es la que representaban las cien mil personas congregadas ayer en torno a Mariano Rajoy. Aun siendo un acto de partido, quiso ir más allá y erigirse en portavoz de una inquietud que trasciende el ámbito del PP. Quien lo entienda como un "numerito" o una demostración "partidista" no se está enterando de nada.