EPIDEMIA DE INSEGURIDAD POLÍTICA

 

 Artículo de José A. SENTÍS  en  “La Razón” del 23/01/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

Si hay algo seguro en la actual política española es la inseguridad de sus actores. Repasemos uno a uno:
   El Gobierno vive en el filo de la navaja. Ha empleado tantos discursos distintos como diferentes han sido sus interlocutores. Con el PP ha aparentado un pacto de blindaje estatal, pero a sus socios les ha dicho que este acuerdo sólo pretendía facilitar las reformas constitucionales y estatutarias, muy incómodas o imposibles sin los de Rajoy. Al PNV le ha dicho que no podía aceptar su Plan, pero que sí empezaría una negociación desde cero o por la vía de consenso catalana; incluso ha aceptado que Ibarreche comparezca en ese gran mitin electoral que será el debate en pleno del Congreso de la propuesta secesionista. Al tripartito catalán le ha garantizado un final feliz en su reforma estatutaria, aunque condicione la Constitución, como bien ha advertido Maragall; la misma Constitución que ha garantizado respetar, según le ha prometido en sentido contrario a Rajoy. A Batasuna le ha pedido un desmarque de la violencia para negociar su legalidad, y a Eta le tira los tejos por si suena la flauta y dejan las armas o, cuando menos, para quitarle con eso al PNV su imagen de único antídoto posible contra el terrorismo.
   Por su parte, el PP no se ha sentido suficientemente convencido de sus fuerzas y ha entrado en el camino del consenso, a sabiendas de que éste le puede vulnerar sus principios. Ha preferido entrar en el foso que separa las trincheras, aunque esté lleno de cocodrilos; lo que no sé, ni creo que sepan ellos, si es generosidad o suicidio asistido.
   El PNV, por su lado, parece iluminado en su estrategia rupturista, pero no tiene alternativa a su propia alternativa. Sólo vislumbra la rentabilidad que le supondría de nuevo el victimismo ante la bota de Madrid, en este caso personificada en el «pacto del no» PSOE-PP. Pero, después, no sabe qué hacer, porque tiene dos obstáculos no sorteables: la legalidad y la batalla contra Eta por la hegemonía nacionalista
   Maragall aparenta claridad, pero no descarta que su apuesta sobre la consensuada vía catalana puede quedar hecha añicos si la opinión pública entiende que es anticonstitucional. Su única seguridad es que todos traguemos y Zapatero se mantenga genuflexo, y esto nunca se puede tener del todo garantizado.
   Su socio Carod puede ponerse gallito, pero tampoco puede estar seguro, porque los independentistas catalanes no pueden tirar tanto de la cuerda que les lleve a quedarse sin coche oficial; y a Maragall siempre le queda el recurso de despreciarlos y pactar con CiU.
   Los otros independentistas, los terroristas, saben que sin Batasuna legalizada no son nadie, y que su victoria es imposible, máxime cuando su terrorismo se ha quedado pleistocénico ante la terrible intimidación del islamista.
   Nadie está seguro de nada, y por eso todos hablan de diálogo, de pacto, de negociación. Pero ninguno dice qué quiere conseguir con ellos, cuál es su verdadero objetivo más allá de la supervivencia. No hay político que defienda lo que realmente piensa, pero todos pretenden la sumisión incondicional bajo sus dudas.