ALARMA ELECTORALISTA
Artículo de José Antonio Sentís en “El Imparcial” del 16 de diciembre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El
Gobierno logrará hoy la prórroga del Estado de Alarma porque entiende que la
sociedad es la que está alarmada. Él sabrá, pero no da la impresión de que los
ciudadanos caminen angustiados por las calles o hagan rogativas ante la
posibilidad de otro caos aéreo. Si hay preocupación, que la hay, es por la
crisis y el paro, por la falta de horizonte y por la escasez de respuestas
confiables al colapso económico.
Pero,
sobre eso, el Gobierno ya ha demostrado que hace poco, y de forma compulsiva,
siempre a remolque de los acontecimientos. Lo único para lo que parece tener
acciones previsoras es para luchar contra el pequeño, aunque levantisco, grupo
de controladores. Y ahí se está cebando con verdadera delectación.
Parece
claro que ya no es porque tema otro plante salvaje. Sabe que los controladores,
que no midieron su respuesta en el conflicto con Aena
y Fomento, están ahora noquedados, lamiéndose las
heridas y temerosos por su futuro económico y hasta penal. Y ellos mismos lo
han dicho, que no están por la huelga en Navidad y en mucho tiempo.
Por
su parte, el Gobierno tiene también claro que el uso del espadón (que es una
metáfora, porque los militares están siendo exquisitos en su cometido en las
torres de control) ha sido simbólicamente tan insólito y avasallador que ha
cauterizado toda respuesta. De controladores o de quien sea, porque habría que
ver a los maquinistas del metro de Madrid, si les mandan el Ejército a los
trenes.
Si el
Gobierno ha decidido prorrogar el Estado de Alarma es por una sola y sencilla
razón: cree que le es rentable ante la opinión pública. Por eso, ni Fomento ni Aena han hecho movimiento alguno para negociar en estos
días excepcionales con los controladores. No buscan resolver el problema, sino
hacer una demostración de fuerza. Lo que, de paso, alimentará las teorías sobre
si fue el Gobierno el que quiso llevar al límite la provocación con su
inoportuno decreto antes del puente.
Fuera
entonces como fuera, ahora está claro. El Gobierno que estaba (y está) en
verdadera alarma interna ante su futuro, se abraza al Estado de Alarma como
tabla de salvación en su naufragio. Y, además, tiene atrapada a la oposición
política, que no puede dejar de consentirle este excepcional capricho para no
dar la imagen de apoyar al colectivo al que el propio Gobierno le ha construido
la imagen de enemigo público número uno.
Además,
el Gobierno se apoya en otra circunstancia nada desdeñable. La sociedad
española parece globalmente mansa en la defensa de los derechos y libertades.
Ya pasaba en la época de Franco, cuando los telediarios justificaban los
Estados de Excepción diciendo que eso no iba contra la gente normal, sino
contra los malos. Los terroristas, los huelguistas, los comunistas y similares,
todos en el mismo saco. En fin, Franco moriría con su Dictadura, y ahora hay
Democracia, pero tenemos en común que ante un conflicto laboral, se llama a la
milicia. Y cuando termina el conflicto, se vuelve a llamar al Ejército, por si
se reproduce el problema. Y a muy pocos parece importarles ese retorcimiento de
las previsiones constitucionales que pensaron los estados excepcionales para cuando
realmente ninguna otra cosa se podía hacer, desde un terremoto a una guerra.
Estado
de Alarma preventivo, sí. Y también electoralista. Sólo que, en esta ocasión,
el Gobierno quiere lograr votos a base de poner en almoneda los principios
democráticos, los que afirman que la ley civil es suficiente para canalizar los
conflictos laborales.
A
este paso, el Gobierno intentará ganar las elecciones recuperando la pena de
muerte, con la expulsión de los inmigrantes o la nacionalización de la Banca.
Medidas todas que pueden darle algún voto aquí o allá, si se hace la adecuada
campaña para convencer a la opinión pública.
Al
Gobierno se le fue la mano con el Estado de Alarma, aunque se encontró sin otra
opción por su pésima gestión del conflicto con los controladores y porque éstos
se lo pusieron en bandeja. Ahora le ha cogido el gusto al despliegue
autoritario al prorrogar el estado de excepción democrática. Es posible que le
resulte rentable (aunque tampoco demasiado, dado su nivel de postración), pero
será a costa de un daño de impredecibles consecuencias para la calidad de la
democracia.