VIOLENCIA INDIGNADA Y AGONÍA DE RÉGIMEN

Artículo de José Antonio Sentís en “El Imparcial” del 16 de junio de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

La vertiginosa caída de Zapatero (y su club de fans), que ha dejado sin resuello a España y se ha llevado por delante al PSOE, empieza ya a amenazar la estabilidad del sistema político español. La percepción nacional empieza a ser que estamos ante síntomas de fin de Régimen, aunque ello pueda parecer exagerado.

Pero los signos confluyen de forma estrepitosa: impunidad de las algaradas callejeras; crisis económica prolongada; conflicto entre las instituciones; sumisión al chantaje terrorista; amenazas de fragmentación nacional; irrelevancia internacional; indefinición del liderazgo político; desestructuración de los valores sociales; cuestionamiento de la propia historia y recuperación de las heridas del pasado. Y, sobre todo, ineficacia, ignorancia, impotencia e incompetencia en la gestión de los asuntos públicos.

Si Zapatero y su PSOE quisieron refundar el Régimen (que así pareció) con su memoria de la Segunda República, con su nueva configuración del poder político con el pacto entre los socialistas y los nacionalistas en clara ruptura del consenso constitucional hacia una "segunda Transición", y con su novedosa configuración de la sociedad con el ataque a los valores antes arraigados, como la familia, lo que ahora pueden ver a su alrededor es la imagen de un escandaloso fracaso. Sin contar, por supuesto, la ensoñación de creer que el socialismo era la vía para el Estado de Bienestar, cuando en todos y cada uno de los casos, esa ideología ha sido letal para tal propósito.

Por fortuna, la España de hoy puede acabar pacíficamente, y por medios democráticos, lo que la España de ayer sólo supo gestionar con la más espantosa de las alternativas. Al menos, la sociedad española ha madurado, aunque el modelo socialista de Zapatero no lo había hecho cuando llegó al poder, y así nos ha ido. ¿A quién se le ocurre, que no sea un iluminado, intentar ganar la Guerra Civil setenta años después?
Sin embargo, la salida obligada del zapaterismo empieza a verse como insuficiente, tal como ha sido el nivel de destrozo producido. La democracia española, basada originalmente en el pacto entre los partidos para realizar un aterrizaje suave del franquismo a un sistema de libertades, ha empezado a mostrar signos de debilitamiento. Y no es cuestión aquí de analizar por qué (consenso partitocrático, poderes entremezclados, territorialismo irresuelto) sino de pensar que podemos encontrarnos a una dramática necesidad de reajuste del Sistema.

Para algo puede servir la catástrofe Zapatero. Para repensar la Democracia.

El debate de los indignados es una buena metáfora. La ignorancia política de sus propuestas intuitivas (reforma de la Ley Electoral sin saber en qué sentido, si hacia la proporcionalidad o hacia la consolidación de mayorías); separación de Poderes sin dar una sola idea de cómo hacerlo; sustitución del voto por la unanimidad asamblearia, etcétera, demuestra, esa ignorancia, digo, que es preciso recuperar la Educación. Y su protesta contra el paro y la falta de oportunidades demuestra que es fundamental el fomento de la capacidad emprendedora de la sociedad, es decir, de la empresa.

Y, más aún, la heterogeneidad de los indignados, la progresiva infiltración de movimientos antisistema y okupas indisimuladamente violentos, demuestra que hay márgenes de impunidad y de falta de convicciones y defensa interna del Estado. Que el Ministerio del Interior funciona muy bien para controlar a ciudadanos normales con nómina, pero que se desborda a la primera acampada de un grupito de cabreados, pacifistas hasta que otro grupito de más cabreados decide dejar de serlo.

Hecho éste, la pasividad del Estado, que ya habíamos visto de forma clamorosa con la entrada de los partidarios de una organización terrorista independentista en las instituciones españolas, corolario de un proceso de negociación con ellos que tuvo la virtud de darles la legitimidad de interlocutores con los demócratas a quienes han sido sus verdugos.

En meses, la palabra indignado puede atribuirse a casi todo español. A los miembros del Tribunal Constitucional, porque están "secuestrados" por el poder político. A los del Supremo, porque son ridiculizados por el Constitucional. Al Gobierno, porque se ríen de él desde la Puerta del Sol a la Plaza de Cataluña, desde Elorrio a San Sebastián y desde Berlín a París. Y, por supuesto, a los cinco millones de parados. Por indignarse, hasta lo están los candidatos socialistas desalojados de sus poltronas gracias al suicidio asistido de su líder. Y los autónomos, los empresarios, los subempleados, los agricultores y los tenderos.

Oportunidad de oro para la regeneración. Para repensar la distribución y autocontrol de los poderes del Estado, la forma de elegir a los políticos para que representen a los ciudadanos sin listas cerradas y bloqueadas, para que se dé un impulso a la capacidad de emprender en el marco de la libertad económica, para que se valore la educación en la excelencia y en el esfuerzo, y no en la subvención y en el clientelismo.

Y oportunidad para repensar España, que no tiene vía por el camino que va, porque hasta los nacionalistas saben que su propuesta no tiene retorno, y que al final de su camino siempre encontrará a otros más nacionalistas que ellos que les arrebatarán su Tierra Prometida. Para repensar el Estado Autonómico, el Poder Municipal y el papel angular del Gobierno de la Nación.

O termina así, o al menos adopta la tendencia regeneracionista que hace falta, o aquí no se salva ninguno, del Rey abajo.