¿EXISTE LA ESPAÑA DE LA QUE HABLA EL REY?

Artículo de José Antonio Sentís  en “El Imparcial” del 26 de diciembre de 2008

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

El discurso de Navidad del Rey no es un discurso de la Corona, al estilo británico (escrito por el Gobierno), pero se le parece bastante. Es evidente que Don Juan Carlos introduce sus personales matices, y da énfasis a aspectos que calla el Ejecutivo, pero también es cierto que el 24 de diciembre sirve para que el Gobierno lance señales por boca de Don Juan Carlos.


Si hace falta un ejemplo, hablemos del terrorismo.

Así, en 2006, momento cumbre de la ensoñación negociadora de Zapatero con Eta, el Rey dijo: "Todas las instituciones y fuerzas democráticas tenemos el deber y la responsabilidad de lograr la unidad y la cohesión para desplegar todos nuestros esfuerzos que nos permitan alcanzar, juntos, el objetivo irrenunciable de poner fin al terrorismo, dentro del pleno respeto a la Constitución".


Un texto, como se puede interpretar nítidamente, que avalaba desde la Corona la posibilidad negociadora con los terroristas y soslayaba la invocación a la derrota de Eta por la vía de la Policía y la Justicia.
En 2008, la partitura ha cambiado completamente. Ahora, según el discurso de la Corona, "debemos seguir luchando para derrotar al terrorismo. Un objetivo inaplazable que, desde la debida unidad entre todos los demócratas, requiere seguir aplicando todos los instrumentos del Estado de Derecho y una eficiente cooperación internacional".
El segundo aspecto inédito en los discursos regios de la era Zapatero ha sido la invocación a dar "un nuevo impulso a nuestras relaciones con los Estados Unidos", los mismos Estados Unidos olvidados durante cuatro años. Y ¿cómo se tiene que realizar este impulso? "Reforzar la cooperación multilateral frente a los grandes desafíos", como "el terrorismo internacional".


Bien, en 2008 España ya puede volver a luchar frente al terrorismo internacional, como decía Aznar para escándalo de Zapatero. Y ¿cómo hay que hacerlo? El Rey no lo dice, pero sí hace un reconocimiento encendido "a quienes sirven a España en el mundo". Es decir, debemos apoyar militarmente a Estados Unidos y a los aliados occidentales en el avispero asiático, en la guerra que parece no existir para el pacifista Zapatero.


Por último, la crisis, eje central del discurso del Rey. Al parecer, ésta ya existe, tal vez porque las elecciones ya hayan pasado. Claro que no es culpa de nadie: "La crisis económica demuestra hasta qué punto dependemos cada vez más del exterior". Y ¿cuál es, de nuevo, la receta? No que el Gobierno emprenda una política económica eficaz, ni que elabore unos presupuestos realistas, ni que deje de hacer demagogia con subvenciones y gasto público. No. La solución es que todo el mundo, agentes económicos y sociales y fuerzas políticas, apoyen al Gobierno, pues la crisis "explica los esfuerzos de nuestras autoridades nacionales, europeas e internacionales por corregir desajustes y adoptar medidas…". Definitivamente, la culpa de la crisis es de la oposición si no llega a acuerdos con el Gobierno.
Queda, para el final, lo que se puede entender como los matices que el Rey puede defender, tal como lo ha hecho siempre: la defensa de una España unida, la beligerancia moral a favor de la Nación. Un empeño del que el Rey nunca ha abdicado.


Resulta, sin embargo, paradójico, que lo diga justamente cuando más acusados son los síntomas de diversidad, por no decir disgregación. Cuando cada Autonomía se convierte en una taifa, pujando por el reparto de los despojos.
Tiene razón el Rey: debemos sentirnos orgullosos de España. Lástima que la gobernabilidad de España dependa de quienes no sólo no se sienten orgullosos, sino directamente son antagonistas de España.


Es evidente que, para el Rey, España es una gran Nación. Pero habrá que repetirlo mucho para que los españoles se lo crean. Tal vez Zapatero y sus aliados nacionalistas y separatistas pudieran apoyar algo este discurso nacional, porque, si no, lo único que quedará del discurso de la Corona es que sólo sirve para apoyar los intereses políticos del Gobierno de turno.