EL PELIGRO DEL RADICALISMO

 

 Artículo de JUSTINO SINOVA  en “El Mundo” del 24.10.05


Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


El 50º aniversario de la muerte de Ortega y Gasset ha animado a la Universidad a recordar su figura. Cuando falleció, el 18 de octubre de 1955, la censura franquista prohibió a los periódicos titular la noticia a más de dos columnas y publicar más de un «artículo encomiástico», en el que en todo caso había que evitar titularle como «maestro». Ortega, que sintió decepción por los políticos en la República que tanto deseó, padeció los inconvenientes del intelectual comprometido con la verdad -fueron notables los desprecios que le dedicaba Azaña- y sufrió después una política de olvido, con represalias que alcanzaron a su principal discípulo, Julián Marías, que nunca pudo dar clases en la Universidad española, caso insólito. Luego, con la democracia, Ortega fue usado por derechas e izquierdas, en las que no todo fue elogio sino también torcida interpretación.

Sí, hace falta volver a Ortega, estimar su esfuerzo como conciencia crítica de la sociedad y leer lo que escribió. Uno de sus artículos memorables, después del premonitorio El error Berenguer, fue Un aldabonazo, en el que el 9 de septiembre de 1931, cuando la República no había cumplido aún los cinco meses, denunciaba el radicalismo con que se ejercía el poder. Ortega se había desencantado ya de los políticos republicanos, que tras prometer justicia, diálogo y progreso, gobernaban arbitrariamente. ¿Qué era el radicalismo que denunciaba? Lo dijo con claras palabras: «El modo tajante de imponer un programa». Y antes de concluir su reflexión con la queja que se haría tan célebre -«¡No es esto, no es esto!»-, dejó escritas estas líneas que los aventureros y aficionados de la política deberían tener a mano para no olvidarlas: «Yo confío en que los partidos ( ) no pretenderán hacer triunfar a quemarropa ( ) lo peculiar de sus programas. La falsa victoria que hoy, por un azar parlamentario, pudieran conseguir, caería sobre su propia cabeza. La historia no se deja fácilmente sorprender.A veces lo finge, pero es para tragarse más absolutamente a los estupradores».

Vive España hoy momentos delicados, causados por una política de imposición y de aventura no calculada, que está originando enorme inquietud. Esa política, que se vendió bajo el eslogan del diálogo, se ejecuta a espaldas de una gran parte del electorado.Es una política radical que rompe con 30 años de consenso, el gran sustrato de la transición, y que, como advierte Ortega, dejará heridas. Sí, hay que volver a Ortega, que se esforzó en recordar lo que es dialogar, lo que es pactar, lo que es gobernar para todos; o sea, lo que es el estilo democrático, que, como él entonces, empezamos a añorar.