LIBERALISMO ESPAÑOL E IDENTIDAD NACIONAL
Artículo
de Enrique Suárez Retuerta en
“Ciudadanos en la Red” del 1-7-08
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Hace
apenas un mes, uno de los próceres del liberalismo español, el abogado Antonio Garrigues Walker, siguiendo la tradición familiar escribió
un artículo en ABC que ciertamente pasó desapercibido: “El
liberalismo auténtico”, cuya lectura recomiendo porque expresa
meridianamente su opinión sobre la situación del liberalismo en la realidad
política española. También proponía abrir un debate racional sobre el tema, al que
correspondo con estas palabras.
En este país de enmascaramientos y ocultaciones, ostentaciones y despotismos,
caracterizado por la estridente ausencia de respeto entre políticos y
ciudadanos, algunos personajes políticos destacan por su coherencia; sería
difícil ser republicano en España sin recibir la “bendición” de Antonio García Trevijano, o liberal, sin ser reconocido por Antonio Garrigues Walker. Su trayectoria política les hace
merecedores de ser un criterio en sí mismos, un signo de garantía riguroso más
allá de la frivolidad de los advenedizos vendedores de humo.
Con independencia de “las verdades liberales” que proclama y administra con
esmero el autor del artículo, llama la atención la expresa omisión del PP, pero
también la distancia final con UPyD, al tiempo que
recomienda seguir los pasos de una nueva formación, el Centro
Democrático Liberal, que sí considera representativo de los principios liberales. Por
mi parte, confío en su criterio.
¿Hay liberales en España?
Sucintamente describe Garrigues, como hace Horowitz, que el liberalismo tiene dos rivales ideológicos
habituales: por su derecha los conservadores, y por su izquierda, los
socialistas. Los conservadores sólo son liberales, si acaso en lo económico,
pero más por mantener vigente el estado de cosas que les beneficia, es decir
sus privilegios, que por otra razón; mientras que los socialistas, como viene
ocurriendo desde la caída del Muro de Berlín, pretenden apropiarse de algunas
ideas liberales y acomodarlas a sus intereses políticos, para seguir
sobreviviendo en la demostrada ineficacia de sus presupuestos colectivistas.
El
Partido Popular es un partido tradicional, conservador, anclado en la defensa
de la historia, propiedad y costumbre, le interesa más regresar al pasado que
cualquier otra cosa, porque como diría Jorge Manrique: “cualquiera tiempo
pasado fue mejor”. Por mucho que se disfrace de centro y “buena voluntad” tiene
difícil ser liberal, aunque no hay que descartar la presencia de liberales en
sus filas, pero la línea ideológica del partido seguirá siendo conservadora.
El
socialismo español está representado por dos opciones políticas, (de Izquierda
Unida no hablaré porque forma parte del pasado), el PSOE y UPyD.
El
PSOE de Rodríguez Zapatero, es en la práctica más una secta pragmática, que un
partido político; sus principales objetivos pasan por destruir lo existente con
el objetivo de construir un mundo “mejor”, moderno, progresista, innovador,
singular, y extravagante.
Es
ciertamente utópico, pero absolutamente doctrinario, y en su delirio segrega
fragmentariamente a los sectores de los que recibe apoyo contra todos los
demás, como si un partido que está en el Gobierno pudiera prescindir de ejercer
el poder con intereses generales. La polarización es una estrategia que
enfrenta a hombres contra mujeres, creyentes contra ateos, ecologistas contra
economistas, lo nuevo contra lo viejo, bondad contra realidad; éstas, son
algunas de sus grandes aportaciones, en plena dialéctica de generar
enfrentamiento y conflicto permanente, porque le interesa a sus propósitos:
divide y vencerás, es una clave del poder.
UPyD, que se proclamaba transversal en su día, proviene de una
escisión del PSOE de su líder Rosa Díez, a la que se añadieron los componentes
de la organización cívica Basta Ya; en mi criterio, es un partido socialista
histórico antinacionalista, un PSOE tradicional, que defiende la unidad del
Estado como garantía de igualdad de derechos y libertades, presentando someros
tintes socio-liberales (que no liberales), que le sirven de maquillaje para la
captación de electores despistados. Para nada es liberal UPyD,
aunque comparta algún presupuesto transitorio con liberales, dista mucho en sus
prácticas de proclamar la libertad como un valor, más bien todo lo contrario.
No
sé a quién se la ocurrido pensar que este partido pueda ser transversal algún
día, ni siquiera con el paso de los años podría transformarse. No hay liberales
en UPyD, o si los hay, poco les han dejado
expresarse. Ocurre lo mismo que en Ciutadans, aquel
partido que surgió en Cataluña que también decía que aspiraba a la transversalidad y se quedó en un partido de centro
izquierda no nacionalista. La transversalidad en
España es una estrategia de las posiciones ideológicas de izquierdas para
captar votos que no son de izquierdas. Nada más que eso.
Los
liberales siempre nos creemos lo que nos cuentan, de ahí nuestra historia de
altibajos y confusiones en España (y en el mundo). Pensamos que todo el mundo
respeta las reglas del juego, igual que hacemos nosotros, que consideramos la
política como un escenario natural para el diálogo y el debate, en un ámbito
imprescindible que es el conformado por la democracia en un clima de libertad.
Algo que es tan sencillo de comprender para los liberales, para los partidos predemocráticos españoles como el PSOE, UPyD,
PP, o los nacionalistas, es todavía un “objetivo utópico”. Los liberales
confiamos siempre en la democracia, desconfiamos de sus restricciones, los
demás restringen siempre la democracia, como garantía de su solidez.
Primacía de lo individual
La mayor diferencia de los liberales con socialistas y conservadores, es la
determinación del individuo como unidad política y social, que siempre
prevalece ante cualquier otra circunstancia. Los
socialistas no creen en el individuo como sujeto de derechos, y los
conservadores no creen en la igualdad de derechos para todos los individuos.
Para
los liberales, los derechos y las libertades son siempre individuales, mientras
que nuestros oponentes siempre defienden algún interés colectivo o sectario.
Sea lo nuevo o lo viejo, según les convenga. Los liberales vivimos en el
presente, no queremos regresar al pasado como pretenden los conservadores, ni
anticipar el futuro como anhelan los socialistas. ¿Es tan difícil vivir en el
aquí y ahora?
El Estado es para conservadores y socialistas una garantía de derechos, pero
para los liberales, el Estado en sí no garantiza nada, más bien se opone a la
libertad de los individuos y debe ser controlado directamente de sus excesos y
veleidades porque al final está dirigido por seres humanos que se rigen de
forma exclusiva por sus intereses, sean estos socialistas o conservadores. Son
los ciudadanos los que deciden que hace el Estado, no el Estado el que decide
que hacen los ciudadanos.
En
nuestro criterio, el Estado es considerado como “potencial tirano”, el “gran
hermano” que "nos cuida, protege y vigila". Además, consideramos que
el Estado es un arancel político del Mercado, que grava nuestra existencia más
de lo necesario, pues con un control mayor de recursos incrementa
paulatinamente el poder de los políticos sobre los ciudadanos.
Aunque
el liberalismo auténtico, del que nos habla Garrigues
Walker reconoce al Estado como garante de un mundo reglamentado, como un
escenario institucional que permite y favorece la organización social y
política de los ciudadanos, el Estado siempre debe estar controlado
directamente por los ciudadanos, no por los políticos, para que no se produzcan
distorsiones innecesarias, como corrupciones y otras injusticias a las que
estamos tan acostumbrados en España.
El
Estado no debe educar a los ciudadanos, más bien somos los ciudadanos los que
debemos educar al Estado, como reconocía incluso Karl Marx; el Estado no debe
procurar servicios, ni debe administrar justicia, ni decirnos que es lo que
tenemos y no tenemos que hacer.
En
un mundo libre, el Estado debe exclusivamente garantizar que los ciudadanos
dispongan de sus derechos, pero no debe en ningún caso establecerse como actor
político en su consecución. Para un liberal, el Estado no tiene valores, es una
barbaridad por tanto algo como lo que se pretende hacer con la Educación para
la Ciudadanía en nuestro país, o la inmersión lingüística que se hace en las
comunidades bilingües, o políticas como las relacionadas con la violencia de
género o el cambio climático.
Sobre la justicia también tenemos importantes discrepancias, los liberales
defendemos la independencia de la justicia como garantía última de nuestros
derechos. En España no hay tal cosa, puesto que los políticos eligen la
dirección y sentido de la justicia, que redunda en la ratificación de sus
intereses. El imperio de la ley es un valor liberal, mientras que los
socialistas utilizan la ley para imperar y los conservadores para mantener su
imperio. Nada que ver.
La
igualdad de derechos es un valor liberal, como lo es la igualdad de
oportunidades. El respeto a la pluralidad y la tolerancia quizás sean las
características más definitorias de nuestra ideología, desde Locke a Voltaire todos los liberales hemos defendido la
tolerancia, tanto a nivel político, como social o religioso. Los liberales no
podemos ser doctrinarios salvo en los principios, en las reglas de juego, pero
nunca lo podemos ser en los contenidos últimos, porque nuestra concepción del
ser humano, de la vida y del mundo es abierta, y no determinada. No queremos
una sociedad homogénea en la que los ciudadanos se comporten como borregos que
sirvan a sus amos, aspiramos a una sociedad viva y activa, en la que cada
ciudadano se sienta libre y realmente lo sea.
Los liberales aspiramos a un mundo normal, no a un mundo “normativo”. No
tenemos un modelo de futuro al que dirigirnos, sino un propósito de convivir de
la mejor forma posible y de evitar las aberraciones a las que otros quieren
someternos. Por eso, para nosotros, la democracia es un método indispensable,
natural, inherente a la convivencia, no un fin deseado, no algo que hay que
conquistar, nos pertenece, nadie puede concedernos lo que es nuestro. Igual nos
ocurre con la razón, a la que no renunciamos fácilmente, porque la racionalidad
es la mejor forma de gestionar nuestra realidad como seres humanos.
España, una nación liberal
El artículo del Sr. Garrigues Walker, omite sin
embargo una cuestión que considero importante desde la perspectiva del
liberalismo español: la cuestión nacional.
Al
contrario que en los regímenes políticos del norte europeo, en algunas
democracias del sur del continente y particularmente en la norteamericana, los
liberales nos adscribimos a la consideración de la nación (o Estado-nación)
como elemento de configuración y cohesión social, de relación igualitaria y
convivencia entre los ciudadanos; no obstante, no hay nada más opuesto a un
nacionalista que un liberal, porque entre lo particular y lo universal,
nuestros intereses últimos son cosmopolitas siempre, el término ciudadano del
mundo que procede de Diógenes, fue adoptado por Goethe y otros liberales
centroeuropeos.
Pero
hay una razón histórica que explicada nos permitirá comprender la
particularidad de la influencia del liberalismo en la constitución moderna de
nuestra nación. El término liberal fue utilizado por primera vez en nuestro
país, aunque fue desarrollado políticamente por los anglosajones; el talante
liberal está presente tanto en nuestra primera Constitución (1812), como lo
está en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776).
Hay
una diferencia sustancial de los españoles con otros países europeos. Francia,
Italia, Alemania, Portugal, o Austria, fundamentan la unión de su pueblo en la
República; mientras que Reino Unido, Holanda, Suecia, Bélgica, o Noruega,
fundamentan la unión de su pueblo en la monarquía.
Estados Unidos y España fundamentan su unidad y cohesión en la nación,
independientemente de que la nación americana sea una república y la española
una monarquía constitucional.
El concepto político de nación surge en España (el histórico proviene de la
época de los Reyes Católicos) con la Constitución de 1812, como alternativa al
Antiguo Régimen, que estaba representado por el poder político absoluto de la
monarquía (contrastado por el importante poder religioso del catolicismo).
El
pueblo español se constituye en nación para hacerse ley (Constitución), de ahí
que prevalezca en nuestro país la soberanía nacional sobre la popular, que es
más propia de regímenes republicanos.
La
nación representa el poder absoluto del pueblo, que se opuso en su día al poder
absoluto del monarca. Fernando VII, tardó varios años en reconocerlo, hasta que
un liberal, el general Riego, le obligó a sancionar nuestra constitución que
así adquirió plena vigencia jurídica.
Los
socialistas, por su afán republicano y clasista, siempre han preferido hablar
de soberanía popular, inherente a los ciudadanos; los conservadores han hablado
de la soberanía nacional, pero más por cuestiones históricas y tradicionales
que cívicas.
Los
liberales españoles, preferimos el término “soberanía nacional”, como hecho que
se establece con el pueblo constituido en nación, de TODOS los ciudadanos,
porque decir NACION es lo mismo que decir TODOS LOS CIUDADANOS, y es el único
poder "absoluto" que aceptamos, la soberanía nacional. La democracia,
ya se dijo con anterioridad, que era el único marco de juego y realidad
política, que asumimos y requerimos.
Cada
ciudadano como parte del todo, tiene en sí mismo capacidad constituyente, pero
sólo todas las partes reunidas se constituyen en pueblo y nación, que no es lo
mismo. Pueblo es la suma de ciudadanos de un territorio, hay un pueblo vasco,
un pueblo catalán, un pueblo castellano o andaluz, pero la nación es la suma de
TODOS los territorios y TODOS los ciudadanos, el conjunto de todos los pueblos
agregado, por lo tanto sólo hay una nación, la española, configurada por todos
sus pueblos y territorios, sólo el pueblo español es causa y consecuencia de la
nación española.
Los liberales defendemos la NACIÓN como garantía de nuestros derechos y
libertades en igualdad, siguiendo el principio trascendental del sufragio en la
democracia: un ciudadano un voto, y no los principios “acordados” de que los
votos en Cataluña y el País Vasco tengan más valor que los de Madrid o
Andalucía, por ejemplo.
Los
liberales defendemos la NACIÓN como punto de partida de nuestros derechos
comunes, los conservadores la defienden como garantía de sus privilegios, y los
socialistas y los nacionalistas quieren acabar con ella como sea, para imponer
sus modelos ideológicos particulares, los socialistas desde el victimismo de
clase, y los nacionalistas desde el victimismo de territorio.
Al fin una realidad: España existe
Cada vez que un ciudadano de este país pronuncia la palabra España, rinde
tributo a TODOS LOS CIUDADANOS españoles, a su nación con la que se identifica,
que es algo más que su pueblo, y a su propia realidad que otros tratan de
sustraerle. España es la reunión de “todos los ciudadanos españoles” que han
tomado conciencia de su identidad nacional, y esto se puede observar en
cualquier ámbito de la cultura: en la sociedad, en la política, en la
gastronomía, en el futbol, o en la lengua. Algunos pretenden que dejemos de ser
españoles para que seamos lo que interesa a sus deseos
Ayer,
con el triunfo en la Eurocopa, fue la nación española la que expresó su alegría
en plenitud, tal que si fuera un referéndum: España ha triunfado en la
Eurocopa, se decía. Algo que es tan fácil de entender no acaba de ser aceptado
por los políticos, nacionalistas y no nacionalistas, porque tienen intereses
diferentes a los de los ciudadanos; dicen que nos representan y lo único que
hacen es convertirnos en facciones que enfrentan para favorecen sus
pretensiones, no en reunión que nos beneficie a todos; que a algunos les
moleste la unidad de los españoles, es la mejor demostración de que los
intereses que defienden son precisamente los suyos antes que los de todos los
ciudadanos. Más bien se representan a sí mismos.
Ayer,
la nación fue representada por la selección española de futbol, y por todos los
españoles que siguieron su victoria ante Alemania, en la televisión y en la
calle.
De
lo que se deduce definitivamente que la nación española existe como realidad,
por mucho que se empeñen algunos en tratar de robarnos nuestra identidad. Por
cultura, historia y justicia, los españoles somos españoles hasta que no se
demuestre lo contrario, vascos, catalanes y gallegos incluidos.
Hay algunos “españoles” que no lo aceptan: Puigcercós
(ERC) y Urkullu (PNV), se manifiestan como
antiespañoles, como ETA o el PCTV. Nos dijeron que no querían que España ganara
la Eurocopa, pues que reciban nuestras condolencias.
Como
español me alegro del triunfo de nuestra selección nacional de futbol, y como
liberal, estoy satisfecho de que un hecho real como el futbol (que se ha
escamoteado a la manipulación de la política), nos haya mostrado la catadura
moral de nuestros enemigos; es difícil derrotarlos si no se conoce realmente
cómo son, pero ahora ya los tenemos definidos a ellos, y también a sus aliados.
Enrique Suárez Retuerta