LA NEGOCIACIÓN IMPOSIBLE

 

  Artículo de  Ramón Tamames en “La estrella Digital” del 25-5-05

 

Catedrático de Estructura Económica (UAM)
Catedrático Jean Monnet de la UE

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

Cuando todavía no se han cumplido ni dos semanas de la propuesta del Gobierno, pasada por el Parlamento, de negociar con ETA, ayer en la mañana se oyeron las explosiones, por tercera vez —en el madrileño distrito de San Blas—, de las bombas colocadas por la banda terrorista. Sin duda, para contribuir, en su peculiar estilo, a la “buena atmósfera” que ha abierto el Gobierno de Rodríguez Zapatero en su viaje a ninguna parte.

Lo que se hizo el martes 17 de mayo, al aprobarse la resolución en el Congreso de los Diputados para hablar con los etarras, y en definitiva con sus compañeros de la antigua Batasuna, es mucho más grave de lo que puede parecer. Aseveración que fundamentaré con algunos puntos de vista sobre el tema:

Podría seguirse con lista de agravios que el actual Gobierno está cometiendo contra gran parte de la nación. En una circunstancia, además, en que la prometida reforma constitucional, y los solicitados retoques —o más bien transmutaciones— que se pretenden en algunos Estatutos de Autonomía, tienen al país en vilo. Por si fuera poco, un elemento más de desunión y de contradicciones, en esta atmósfera del talante, que más bien parece “tolerante y permisiva” ante las iniciativas disgregadoras de unas pequeñas minorías —que si son democráticas merecen todos los respetos— que en ningún caso pueden poner al país de hinojos a fin de que renuncie a su Constitución de 1978.

Los meses próximos van a ser muy duros, y el ambiente de disgregación que se masca literalmente tendría que hacer pensar a don José Luis Rodríguez Zapatero que necesariamente tiene que volver al consenso de 1978. Incluso planteándose —como se hizo en Alemania en circunstancias difíciles con la Grosse Koalition— un programa conjunto con la oposición, para tener fuerza suficiente, y no depender de unas docenas de diputados que se ponen la nación por montera.

Se trataría, sencillamente, de reconducir la nave del Estado a aguas más propicias, dejando las procelosas de este momento, premonitorias de una dramática galerna que aún podría evitarse.