LA
NEGOCIACIÓN IMPOSIBLE
Artículo de
Ramón Tamames en “La estrella
Digital” del 25-5-05
Catedrático de
Estructura Económica (UAM)
Catedrático Jean Monnet de la UE
Por su
interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en
este sitio web. (L. B.-B.)
Cuando todavía no se han
cumplido ni dos semanas de la propuesta del Gobierno, pasada por el Parlamento,
de negociar con ETA, ayer en la mañana se oyeron las explosiones, por tercera
vez —en el madrileño distrito de San Blas—, de las bombas colocadas por la banda
terrorista. Sin duda, para contribuir, en su peculiar estilo, a la “buena
atmósfera” que ha abierto el Gobierno de Rodríguez Zapatero en su viaje a
ninguna parte.
Lo que se hizo el martes 17
de mayo, al aprobarse la resolución en el Congreso de los Diputados para hablar
con los etarras, y en definitiva con sus compañeros de la antigua Batasuna, es
mucho más grave de lo que puede parecer. Aseveración que fundamentaré con
algunos puntos de vista sobre el tema:
- Se ha
echado por la borda el trabajo de más de diez años de intentos de solución por
la vía política y judicial, convirtiendo en papel mojado el Pacto contra el
Terrorismo, y el de Ajuria Enea.
- La sangre
de los mártires, porque así pueden llamarse, no ha servido para nada. La
muerte de Miguel Ángel Blanco en el más odioso de los asesinatos, que hizo
florecer de tanta miseria el espíritu de Ermua, ha pasado a ser para el
Gobierno un episodio a cubrir con toda clase de ropajes vergonzantes. Y lo
mismo puede decirse de las demás víctimas, mortales o no, y de las buenas
gentes acosadas de forma inmisericorde y canallesca por los matones que en
lengua vasca se autodenominan patriotas; en la más extraña forma de ver el
“patriotismo”, en un país al que están conduciendo a la desesperación de por
lo menos la mitad de su demografía.
- La acción
policial verdaderamente eficaz de los últimos años está archivándose
cuidadosamente, mientras el ministro del Interior y el presidente del
Gobierno, que se muestran virtualmente insensibles ante las últimas bombas,
podrían estar haciendo auténtica mofa del trabajo del Cuerpo Nacional de
Policía y de la Guardia Civil, e incluso de la Ertzaintza.
- Las
declaraciones gubernamentales, que fueron ganando en credibilidad, hasta hace
bien poco, sobre el deterioro creciente de ETA y de sus seguidores se han
visto quebradas de manera súbita. Pues sin estudiar el asunto a fondo con la
oposición parlamentaria, se ha entrado en la senda de las concesiones, tal vez
por sólo algunas inconfesables iniciativas —mitradas o no— de que la paz
podría estar a la vuelta de la esquina. Singular espejismo, pues en el mismo
momento de aprobarse la referida moción en el Congreso, el Sr. Otegi ponía sus
condiciones: anexión de Navarra a las tres provincias vascas,
autodeterminación, retorno de los presos, salida de las fuerzas públicas del
Estado del territorio vasco, etc. Sólo le faltó decir algo como que “maquetos
a la mar, y neguríticos fuera de Euskal Herria”. Realmente, resulta increíble
que no se den cuenta cabal en el Gobierno de con quiénes van a verse las
caras.
- Los arduos
esfuerzos realizados por la anterior Administración —cierto que coincidiendo
con el injustificable proceso de división de los españoles por la intervención
en Iraq— para conseguir que Batasuna, ETA y todas las demás organizaciones
afines sean consideradas como terroristas en el área internacional se han
difuminado de la noche a la mañana. Para la Moncloa, ya no son terroristas,
sino interlocutores.
- Las
aproximaciones crecientes a Francia para acabar con el antiguo santuario de
los etarras podrían desvanecerse también. ¿Cómo va a presionarse ahora a los
franceses para seguir en su actitud persecutoria de ETA en suelo galo, cuando
aquí se les está tratando casi como “chicos revoltosos” en la terminología del
inefable Arzallus?
Podría seguirse con lista de
agravios que el actual Gobierno está cometiendo contra gran parte de la nación.
En una circunstancia, además, en que la prometida reforma constitucional, y los
solicitados retoques —o más bien transmutaciones— que se pretenden en algunos
Estatutos de Autonomía, tienen al país en vilo. Por si fuera poco, un elemento
más de desunión y de contradicciones, en esta atmósfera del talante, que más
bien parece “tolerante y permisiva” ante las iniciativas disgregadoras de unas
pequeñas minorías —que si son democráticas merecen todos los respetos— que en
ningún caso pueden poner al país de hinojos a fin de que renuncie a su
Constitución de 1978.
Los meses próximos van a
ser muy duros, y el ambiente de disgregación que se masca literalmente tendría
que hacer pensar a don José Luis Rodríguez Zapatero que necesariamente tiene que
volver al consenso de 1978. Incluso planteándose —como se hizo en Alemania en
circunstancias difíciles con la Grosse Koalition— un programa conjunto con la
oposición, para tener fuerza suficiente, y no depender de unas docenas de
diputados que se ponen la nación por montera.
Se trataría, sencillamente,
de reconducir la nave del Estado a aguas más propicias, dejando las procelosas
de este momento, premonitorias de una dramática galerna que aún podría evitarse.