SEÑORES DE LA DERECHA: EL RECREO HA TERMINADO

 

 Artículo de Pascual Tamburri   en “El Semanal Digital” del 03.07.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

3 de julio de 2005.  Ha pasado más de un año desde marzo de 2004. El liderazgo de Mariano Rajoy se ha consolidado en el PP. Sin embargo, el PP no termina de desprenderse de las peores secuelas del 11-M, y corre graves peligros que se han concretado en la situación gallega. La derrota del 14-M pudo ser una ocasión para corregir ciertos errores de un pasado en cualquier caso positivo –la era Aznar–. Y algo se ha hecho, pero mucho queda por hacer, y aun de lo ya concretado hay quien duda y quien siente miedo.

Entre miedos, dudas, respetos humanos y excepciones, todo ello aliñado de corrección política y de gusto por los suelos enmoquetados, ha pasado más de un año. Y se ha perdido Galicia. Última señal de alarma: la siguiente cita es 2007, y todos somos conscientes de que si el PP no da en las municipales y autonómicas una muestra de vigor Zapatero se consolidará, con las consecuencias que sus alianzas hacen prever para la nación. Dígase lo mismo para UPN en Navarra.

España no está sola ante ese abismo. Silvio Berlusconi ha colocado a la derecha italiana –que en 2001 arrolló a sus oponentes, sin complejos de ninguna clase– al borde de un precipicio similar. Ayer, sábado 2 de julio, Alleanza Nazionale, que en más de un sentido es un partido cercano a la experiencia española de una derecha social, celebró una Asamblea extraordinaria. Con una agenda que puede interesar al PP de Rajoy y a los partidos más allegados.

Frente a las políticas "correctas" impuestas a la derecha gobernante desde la izquierda cultural, el ministro de Agricultura, Gianni Alemanno, y el de Sanidad, Francesco Storace, sostienen que "de la sociedad civil salen peticiones claras de identidad nacional y de valores". La derecha italiana identifica esas señales en la derrota en referéndum de la propuesta de la izquierda sobre la manipulación genética y el uso de embriones humanos. La derecha española, casi a la vez, ha tenido millones de personas en la calle con temas "fuertes"; y esos millones de personas no han sido llamados por los partidos, en cuyo seno hay muchos políticos profesionales con dudas y temores. Como ha sucedido en Italia, la base social y militante pide una claridad que algunos dirigentes, desde sus intereses y sus compromisos, no han podido o no han querido darles.

El resultado: ánimo en la propuesta y la protesta, pero desánimo en los partidos. Sedes cada vez menos activas, pero un entorno asociativo amplio y pujante. Una política "antigua" (de la que Manuel Fraga no es ni el peor ni el más vapuleado representante) frente a una sociadad moderna. Como en Italia.

Como en Italia, los principios permanentes de una "derecha social" triunfan en la sociedad libre. Ex laicos como Oriana Fallaci se descubren en trincheras que jamás soñaron pisar. Pero los cortesanos de los dirigentes temen por sus carreras, y quieren estar lo más cerca posible de lo aceptable por los "poderes fácticos fácilmente reconocibles". El resultado es la desazón, el desorden, la tristeza. Además de la derrota electoral.

¿Cuándo vence la "derecha" en la sociedad y en las urnas? Cuando sabe ser ella misma, sin exabruptos pero sin complejos. Los afiliados y votantes de base lo tienen seguramente mucho más claro, en su intuición, que los analistas y propagandistas a sueldo. Tal vez esos sueldos sean parte del problema y no parte de la solución. Porque éstos son tiempos duros, y se avecinan peores, y la alternativa es vencer –afirmando con orgullo la propia identidad– o desaparecer –y Zapatero quiere hacer un experimento de esto a costa del PP gallego–.

Los éxitos macroeconómicos o tecnocráticos no vencen elecciones. Los votantes quieren una razón para votar o militar, que no puede ser sino la defensa de unos principios y de una identidad que los adversarios desean destruir, están destruyendo. En Italia se han dado cuenta: no son sólo adversarios, son enemigos. Hay una profunda trinchera en nuestras calles, y una batalla decisiva a las puertas. En esa batalla quien no tenga claros sus principios, sean cuales sean sus siglas, estará al otro lado de una línea que sólo convencionalmente podemos identificar con las izquierdas y las derechas hasta ahora vigentes.

Es hora, en fin, de acabar con las carantoñas y sonrisas entre los políticos profesionales de ambos frentes. Si uno defiende España y el otro trabaja para destruirla hay que abandonar las suavidades de los tiempos de paz. Sobra el beso de felicitación de María San Gil a Ibarretxe al ser reelegido. Si se defienden principios opuestos, y si reconocemos que la izquierda quiere anular toda alternativa, sobran las palmadas en la espalda entre el Delegado del Gobierno zapaterista –cursi y clerical– y el consejero nombrado por el Gobierno autonómico de derechas –aunque quien lo nombró tal vez ignore los antecedentes personales y familiares que explican ese abrazo. Todo está en grave peligro. Sólo una derecha sin complejos puede vencer, y la alternativa es el caos.